Recep Tayipp Erdogan fue el hombre que lideró la época dorada de la economía turca que se inició con el cambio de milenio. Tras su ascenso al poder en el año 2002, el mandatario encauzó las finanzas del país anatolio con convicción y firmeza asistido por la ayuda internacional. Tras una primera década de vacas gordas, todo cambió. Las medidas poco ortodoxas adoptadas por el líder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), la depreciación de la lira frente al euro o el dólar y el crecimiento desbocado de la inflación han ido apretando las tuercas cada vez más a una ciudadanía cuyo poder adquisitivo se ha venido abajo en los últimos 10 años. En este contexto, Turquía celebrará este domingo unas elecciones presidenciales y parlamentarias que se antojan decisivas.
Los sondeos auguran un ‘sorpaso’ histórico. Los últimos datos apuntan a que el candidato de la oposición recibiría el 49,3% de los votos, mientras que el actual presidente estaría cinco puntos por debajo, a 43,7%. Si ninguno de los dos aspirantes obtiene más del 50% de los votos, se celebrará una segunda vuelta el próximo 28 de mayo.
Tras cerca de dos décadas sin tener la más mínima opción de ganar, la oposición turca tiene por primera vez posibilidades de hacerse con el poder. Tal es el miedo del mandatario por la derrota que el domingo pasado Erdogan llamó a sus votantes a convencer a sus familiares para que voten a su partido para «no tener accidentes este domingo».
Descalabro económico En parte, este posible viraje electoral se debe al descalabro económico. Oficialmente, la inflación en el país se sitúa sobre el 50% pero estudios independientes y expertos económicos afirman que las cifras reales podrían ser de más del doble.
La coalición opositora, denominada popularmente como la Mesa de los Seis, es consciente, y ha centrado sus esfuerzos de campaña en distanciarse de esta serie de estrategias económicas y autoritarias de Erdogan. Encabezada por el líder de la formación política secular y de centroizquierda el Partido Popular Republicano (CHP), Kemal Kiliçdaroglu, la oposición cuenta incluso con el apoyo del principal partido nacionalista kurdo.
No siempre fue así. En sus inicios, Erdogan condujo a Turquía por la senda de la prosperidad económica con la ayuda de un programa del Fondo Monetario Internacional. Con estos fondos y las progresivas políticas que fue adoptando su Ejecutivo, la inflación, la pobreza y el desempleo cayeron, y las infraestructuras y la atención médica mejoraron notablemente. A nivel internacional, Turquía empezaba a ganarse un sitio en el club europeo e incluso tomaba un papel relevante en el bloque occidental tras convertirse en una de las economías emergentes más prometedoras.
Políticas poco ortodoxas Años después, con el inicio de la deriva autoritaria del mandatario y el cambio de línea política y económica tras la destitución de su ministro de Finanzas para nombrar a su yerno en el puesto, las vacas flacas pasaron a ser prácticamente vacas famélicas, al borde de la inanición. En los últimos años, Erdogan ha cambiado de titular de Finanzas al menos tres veces y otras cuatro de director del Banco Central. Las políticas poco ortodoxas que fue aprobando entonces, durante su intento de centralizar en sus manos todo el poder de decisión económico, como la de rebajar el tipo de interés a pesar de la inflación galopante, se suman ahora a sus intentos desesperados de remontar en un proceso electoral en el que se encuentra en una seria desventaja.
Esta situación ha desarrollado una crisis inflacionaria sin precedentes que multiplicada por la guerra de Ucrania, sobre la cual su Ejecutivo no se ha significado en las líneas occidentales, y la subida de los precios de la energía de la que Turquía es importadora, han llevado al mandatario a asestar un golpe casi mortal a la economía. Hasta ahora, muchos turcos apoyaban la figura de Erdogan por ver en él al hombre que hizo posible una mejora de la calidad de vida de la mayoría de la población con sus políticas económicas y sus alianzas internacionales. Sin embargo, los desafíos económicos por los que está atravesando ahora la economía turca le han costado esos apoyos.
En un último afán de recuperar ese sentimiento popular de aprobación, el presidente turco ofreció por ejemplo durante la celebración del fin del Ramadán la condonación de las facturas de gas de fogones y agua caliente de los próximos 12 meses para todos los ciudadanos. De igual modo, el Gobierno turco sigue «comprando votos» con la aplicación de medidas sociales como la rebaja de la edad de jubilación para ciertos grupos poblacionales.