A Kevin Johansen, lo de cruzar culturas le viene de fábrica, empezando por ese «nombre de guiri que despista a propios y extraños», bromea el trovador argentino, nacido en Alaska y crecido entre diversos enclaves estadounidenses, así como Montevideo, y asentado en Buenos Aires. En su nuevo álbum, ‘Tú ve’, se regocija en la diferencia y en el contraste de bagajes viéndoselas con un poderoso elenco de voces, de Sílvia Pérez Cruz a David Byrne, que tienen en común «la búsqueda de cierta raigambre en el folclore, ya sea de nuestras Américas o de Iberia».
La Cochera Cabaret acogerá este viernes la puesta en escena de este álbum en el que, por primera vez, Johansen pone el foco en las versiones: ocho de los once temas, con autores que van de Violeta Parra a Erasure. Por eso, habla de «versionar y autoversionar», entendiendo que toda canción puede adaptarse desde puntos de vista cambiantes. «Digo un poco en broma que son versiones propias y apropiadas. ¡La apropiación cultura es mía, la inventé yo!».
Esa idea acusatoria, la apropiación, bastante recurrida en los últimos años y que resta legitimidad a las incursiones en géneros y tradiciones musicales que no son las que, por geografía o cultura, le corresponden a uno, le parece, sin rodeos, «una gilipollada total», califica. «Porque todos provenimos de mezclas: el tío abuelo que era de un lado y la bisabuela de otro. Me parece que todo es de todos. ¿Cómo llegó el bandoneón a la Argentina? Era un invento alemán, y allí generó el tango».
Esa discusión tiene que ver con el presunto privilegio de quien se aprovecha de una música que no ha tenido la oportunidad de ser visibilizada debido a su extracto social inferior o a su carácter periférico. «Igualmente es una mirada pobre, un poco miope», estima. «Eso puede darse en algunos casos, pero cuando uno mira de dónde provienen las cosas y cuál es la raíz, ve que ese género viene también de otras mezclas anteriores. Cómo cristaliza un estilo musical es algo que me fascina: el son cubano, el jazz, la rumba… Vas más para atrás y te das cuenta de que viene de mezclas y que es un proceso inacabable».
Johansen, consumado cancionista (así se refiere a sí mismo, más que como compositor) con algo más de dos décadas de singladura, maneja una voz grave y por ello ha buscado timbres más bien agudos a la hora de afrontar los duetos. El roce da resultados coloristas desde tema titular del álbum, que comparte con la mexicana Natalia Lafourcade. «Es una suerte de manifiesto del amor en el que canto lo que quisiera que me propusieran a mí», ilustra. O en Desde que te perdí, incursión filo-rumbera y cita con Sílvia Pérez Cruz. «Un himno a la pérdida y una canción un poco desgenerada, como soy yo, o del género imposible, como dice ella».
Otra presencia puede hacer arquear las cejas, la de David Byrne, músico que un día, en 2014, se personó espontáneamente en un recital que dio en Nueva York, en la sala Le Poisson Rouge. «Me vino a saludar, pero la cosa quedo ahí», recuerda. «Para mí es como un ídolo y no me atrevía ni a escribirle. Fue Juan Campodónico, el productor, quien lo hizo, y él respondió con un mail que decía 20 K. J. songs I love. Me quedé de una pieza. No sabía que me tenía en su radar». Comparte con él una revisión en inglés de su canción más reproducida, ‘Anoche soñé contigo’, un poco más pop y electrónica que la toma original.
Desfilan por el álbum temas de Leonard Cohen (dueto con Jorge Drexler), Caetano Veloso y el sudoroso ’16 Tones’, de Merle Travis. Y sorprende que un disco de Kevin Johansen termine con una canción que, más allá de las apariencias, resulta algo sombría e inquietante: ‘Perfect day’, de Lou Reed. «Es cierto que lo es, pero me parece un tema vital que habla de desconfiar un poco de la esperanza y de reconocerse a uno con sus carencias. Y, como canta Dylan, citando a Walt Whitman, me contradigo, ¿pero, y qué? El tema tiene eso: contengo multitudes. Una gran frase».