IFue un momento de logros superlativos para Jenni Hermoso, la prolífica goleadora de la selección femenina de España. El torneo de 2023 fue el tercer Mundial de Hermoso y, a sus 33 años, bien pudo haber sido el último. Pero era la primera Copa Mundial Femenina que ganaba: de hecho, la primera que ganaba España. Sudada y emocionada, Hermoso se unió a sus compañeras después del partido para la ceremonia de entrega de medallas, un momento que para cualquier atleta marcaría la cima de su carrera. Y entonces Luis Rubiales, un dirigente del fútbol español, decidió dedicar el momento a él. Agarró a Hermoso, ante las cámaras de televisión y miles de espectadores, y forzó su boca sobre la de ella.
Hermosa, en ese momento, fue denigrada y degradada por Rubiales, negada su triunfo, despojada de su estatus y mostrada no como la atleta victoriosa que era, sino como una mujer, sujeta a la violencia y los caprichos de los hombres. Se suponía que sería el punto culminante de su carrera; en cambio, convirtió el momento en que ella fue humillada internacionalmente, sometida a una agresión sexual transmitida en todo el mundo.
Hermoso y su equipo habían superado, en ese momento, a todos sus rivales por el título de la Copa del Mundo, y se habían impuesto en una final difícil contra la formidable selección de Inglaterra, las Leonas. Pero Rubiales se aseguró de que no pudiera prevalecer sobre la jerarquía de género, no podía olvidar, incluso en su momento de logro, que todavía era vulnerable a personas como él.
“No me gustó”, dijo luego Hermoso sobre el beso, en Instagram. El beso, dijo, fue “un acto impulsivo, sexista y fuera de lugar sin ningún consentimiento de mi parte”.
La Federación Española de Fútbol inicialmente respaldó a Rubiales y amenazó con demandar a Hermoso y a los demás jugadores que se quejaron; Hermoso alegó que había enfrentado presiones de funcionarios del fútbol para restar importancia al comportamiento de Rubiales. “Ninguna persona, en ningún ámbito laboral, deportivo o social, debería ser víctima de este tipo de conductas no consensuadas”, dijo en un comunicado.
Rubiales afirmó que el beso fue consensual, aunque dio marcha atrás y emitió una tibia disculpa, diciendo en una declaración en video: “Seguramente me equivoqué, tengo que admitirlo. Fue sin mala fe en un momento de máxima efusividad”. Por su parte, continuó sus celebraciones en la ceremonia de entrega de medallas en un incidente en el que se paró junto a la reina de España y su hija de 16 años, y le agarró la entrepierna.
El incidente ha provocado indignación en España y en todo el mundo amante del fútbol, en parte porque nadie se sorprendió exactamente. La victoria de España en la Copa Mundial Femenina fue una sorpresa improbable precisamente debido al sexismo desenfrenado que ha caracterizado durante mucho tiempo a la autoridad del fútbol español y al liderazgo de la selección nacional femenina.
Antes del torneo, la selección española se enfrentaba a grandes dificultades, porque una docena de sus mejores jugadores estaban en huelga para protestar contra el sexismo. Los dos entrenadores más recientes de la selección española, Ignacio Quereda y Jorge Vilda, enfrentaron acusaciones de comportamiento sexista, controlador y agresivo. Las jugadoras en huelga también se han quejado, al igual que el equipo nacional femenino de Estados Unidos, de recibir salarios más bajos e instalaciones inferiores en comparación con sus homólogos masculinos.
En 2020, Rubiales fue juzgado por presuntamente agredir a una arquitecta que estaba trabajando en su casa. Según el arquitecto, Rubiales le provocó heridas en las costillas y la muñeca que tardaron casi un año en sanar. Un tribunal declaró inocente a Rubiales y el incidente no provocó la expulsión de Rubiales del fútbol español.
Tampoco las publicaciones de grabaciones de audio en las que se puede escuchar a Rubiales supuestamente organizando la entrada de equipos españoles específicos a los torneos. Y tampoco lo hicieron las acusaciones de que Rubiales estaba malversando fondos de la federación de fútbol y gastándolos en fiestas privadas y viajes personales. Rubiales, que no ha sido condenado por ningún cargo de corrupción, se ha negado a dimitir tras cada uno de estos escándalos sucesivos y siempre ha negado haber actuado mal. Su asalto a Hermoso no es una excepción.
A pesar de todo el espantoso machismo del incidente del beso, el comportamiento de Rubiales ilustra algo esencial en el fenómeno del acoso sexual: con qué frecuencia se trata de contradecir los talentos y logros de las mujeres, y derribarlos.
A pesar de toda la impunidad de la que parece gozar al frente del fútbol español, Rubiales nunca tuvo el talento atlético que tiene Hermoso. Tuvo una breve y anodina carrera inicial como defensor antes de terminar abruptamente su tiempo en el campo para unirse a la gestión del negocio del fútbol. Nunca jugó en clubes del prestigio en el que milita Hermoso; él nunca desarrolló, como ella, un estilo de juego característico; nunca jugó en una selección ni en un Mundial; él nunca marcó goles en números como los que ella hace.
Hermoso tiene más talento que él y ella también es más joven, 13 años. Ella es mejor que él y es el futuro. Frente a sus logros, su talento, su juventud, quizás Rubiales sintió reflejada en él su propia patética y grosera insuficiencia. Buscó la fuente de poder más disponible que podía ejercer contra ella: su sexo.
- Moira Donegan es columnista de The Guardian en EE. UU.