“Ahora mi sufrimiento tiene sentido. Al contarlo, muchas víctimas se han puesto en contacto conmigo. Las he podido acoger y decirles que no tienen la culpa. No hemos hecho nada mal, no tenemos que escondernos”. Enric Soler es uno de los supervivientes que protagoniza La fugida, el documental sobre los abusos a menores en colegios religiosos que Guillem Sánchez lleva ocho años investigando. Hay tanta rabia en sus palabras que, por momentos, se le entrecortan. Habla de impotencia, dolor y vergüenza, pero también de esperanza. Pese al daño, irreparable por seguro, no hay mayor salvavidas que ella. De lo contrario, no habría puesto la cara para que salieran otros tantos casos a la luz. “Lo que viene es más duro de digerir que lo que hemos narrado aquí”, ha señalado durante la presentación del proyecto en Madrid, que se estrenará este viernes en Movistar Plus+.
La cinta, coproducida por El Periódico de Cataluña, medio del grupo Prensa Ibérica, 3Cat y Ottokar, traza el rastro depredador de los sacerdotes Lluís Tó y Francesc Peris entre Barcelona y Bolivia, país al que fueron enviados por los jesuitas tras cometer sus delitos. Se trata, por tanto, de un retrato exhaustivo de la impunidad con la que actuaron. “Es complicado tener pruebas cuando se abordan estos temas, por eso nos centramos en dos casos. Esto ha sido posible gracias a personas que dan la cara, algo que cuesta bastante cuando hay abusos de por medio”, ha expresado Sánchez, director del filme junto a Josep Morell y Marc Sarrado.
Guillem Sánchez, durante la presentación del documental ‘La fugida’ en Madrid. / JOSÉ LUIS ROCA
A lo largo del metraje se desvela que la orden conocía dichos crímenes desde 1968 y que su exilio a Latinoamérica buscaba taparlos. Alessandra Martín fue una de las afectadas: con sólo ocho años padeció los atropellos de Tó en la escuela Sant Ignasi, logrando en 1992 que la Audiencia de Barcelona lo condenara e inhabilitara para ejercer como docente. Poco después, casualmente, lo trasladaron a Cochabamba, donde siguió delinquiendo con total libertad. Peris hizo lo mismo.
“Cuando empezamos a publicar esta información, pensaba que los padres nos estarían agradecidos… pero la reacción fue la opuesta. Se sentían cuestionados por haber escogido dichos centros para sus hijos”, ha mencionado Sánchez frente a un Cine Ideal con la respiración entrecortada. Se oían suspiros y cuchicheos a menudo. Hay quien, incluso, fruto de la tensión, mostró su repulsa con palmadas de apoyo. El relato de Soler se ha llevado varias: “Hay que admitir lo que ha pasado y asumir responsabilidades. Como sociedad tenemos que trabajar para que no se repita jamás”.
Nuevos casosComo ya auguraban los directores, su estreno en Barcelona provocó un goteo de nuevas víctimas que han roto un silencio de décadas: en apenas un mes, se elevaron a 11 los ex alumnos que habían sufrido abusos. Tal es el terremoto que, hace unos días, el periodista anunció otras tantas denuncias contra Raimon Algueró, también acusado por sus prácticas durante las salidas organizadas en el marco de la Agrupació Excursionista del colegio Casp.
Asimismo, la cinta ha removido los cimientos de los jesuitas. Por un lado, Peris ha confesado que abusó de niños desde 1972. Y, por otro lado, Pau Vidal, delegado de la Compañía de Jesús en Cataluña, ha admitido que “aún hay gente en la orden que no entiende la gravedad” de los hechos. El pasado junio, tras una auditoría interna, la organización reconoció tener en sus filas a 44 abusadores. “Las órdenes del Vaticano eran claras: quien llevara la contraria corría el riesgo de ser excomulgado. Ahora bien, jamás dijo que los pederastas tuvieran que seguir con los niños”, ha sentenciado Sánchez.
Ocultar la verdadAl otro lado del Atlántico, donde ya se ha proyectado el documental, el revuelo sigue en aumento. Así se lo hizo saber al periodista, recientemente, la ex alumna Inés Amalia: “Han hecho todo lo posible para impedir que La fugida llegue a Bolivia. Por eso tenemos que verlas. Nos quieren borrar”. Ella, junto a Pedro Lima, otro de los protagonistas, está destapando los intentos de la institución religiosa por ocultar la verdad detrás del caso.
Para combatirlo, nada como el testimonio de quien lo sufrió en sus carnes. “La compañía de Jesús va muy lenta en aceptar los delitos. Sólo lo han hecho cuando todo estaba absolutamente demostrado. Ayer, por la noche, me enteré de que el señor que me violó estaba enviando mensajes a sus contactos diciendo que esto era un complot para desprestigiarles. No puede volver a pasar”, concluye Soler con el pulso firme. Quizá, sólo él lo sabe, hablar le esté ayudando a sanar.