Reparar un país a los 84 años no parece más fácil que aliviar la miseria durante décadas. Muhammad Yunus, Nobel de la Paz, juró su cargo el jueves al frente del Gobierno interino bangladesí para conducir hacia las elecciones y restañar las heridas de una sociedad fracturada. El «banquero de los pobres» había sido reclamado por los estudiantes que expulsaron tras sangrientas protestas a la exprimera ministra Sheikh Hasina. No sobraban las alternativas tras décadas de deriva autoritaria que ha carcomido la reputación de las principales instituciones nacionales: judicatura, policía, Ejército, banca… A Yunus se le hubo de ir a buscar a París.
El ahora líder político nació en 1940 en una familia de comerciantes musulmanes de la portuaria ciudad de Chittagong. Estudió en la Universidad de Daca y se doctoró en Economía en Estados Unidos con la prestigiosa beca Fulbright. Regresó como profesor a la universidad de su ciudad natal en 1971, un año después de que Bangladés se independizara de Pakistán tras una guerra sangrienta, y dos más tarde fue testigo de las hambrunas que mataron a un millón y medio de compatriotas.
En ese contexto, explicó tras recibir su Nobel de la Paz, enseñar etéreas teorías económicas en un aula universitaria le pareció absurdo. «Quería hacer algo pronto para ayudar a la gente que me rodeaba, incluso si fuera a un solo ser humano para que viviera otro día con más comodidad. Las personas no hemos nacido para sufrir el hambre o la pobreza», añadió. Fue su madre, que nunca le negó la ayuda a quien llamara a la puerta, la que le inspiró.
Taburetes de bambúUna mujer con taburetes de bambú le proporcionó su momento eureka: «No podía entender que alguien que hacía cosas tan bonitas pudiera ser tan pobre», recordó. En 1983 fundó Grameen Bank para prestar microcréditos a los que la banca tradicional despreciaba. No le escaseaba clientela así que el banco creció rápido con diferentes ramas en su país y modelos similares exportados al mundo. En 2006, cuando recogió el Nobel, su banco había repartido 6.000 millones de dólares en créditos para vivienda, estudios y empresas. En 2020 contaba ya con nueve millones de clientes y más del 97 % eran mujeres. Sus microcréditos, epítomes de un «negocio social» que va más allá de la cuenta de resultados, han sido replicados en países en desarrollo y en los más boyantes.
Aumentaba la reputación de Yunus en paralelo a la inquina de Hasina, grapada al poder en 20 de los últimos 30 años. Yunus anunció en 2007 la creación de su partido, Poder Ciudadano, para acabar con la inestabilidad, las divisiones sociales y los tejemanejes militares. Hasina habló de los nuevos politicos como «peligrosos elementos que merecían todas las sospechas». Yunun se echó atrás al final pero las élites políticas ya le habían señalado.
Un centenar de causas judicialesHasina le ha tildado de «chupasangres» de los pobres y denunciado la fuerza con la que exige la devolución de los créditos. En 2011 le apartó de la dirección ejecutiva de su propio banco alegando que había alcanzado la edad de jubilación. También ha lanzado a los tribunales contra él en una briosa campaña que suma un centenar de causas abiertas. Cabe todo: violaciones de la ley laboral, malversación, corrupción… Incluso fue difamado desde el Gobierno como antimusulmán y promotor de la homosexualidad tras firmar una carta de denuncia sobre la persecución de gays en Uganda. Su vida, lamentó, consistía en correr de un tribunal a otro para defenderse de todos las acusaciones.
No se antoja fácil suturar las heridas sociales. La exigencia estudiantil de que sean castigados con saña los responsables de la represión de las últimas semanas, si se cumple, impedirá la reconciliación nacional. Y antes de convocar las elecciones, señalan los expertos, urge reformar las instituciones que décadas de autoritarismo han desgastado. El país y Yunus, por ahora, supuran optimismo.
«Banglades es un país maravillosamente creativo, lleno de jóvenes con energía y poder. Si se les da una oportunidad, pueden hacer cosas fantásticas», decía Yunus esta semana. “Bangladés ha creado el microcrédito, que es empleado en todo el mundo, y también el modelo de negocio social, aplicado incluso aquí, en los Juegos Olímpicos de París», añadió antes de embarcar hacia Daca.