A Yasmina Khadra (Kenadsa, 1955), excomandante del Ejército argelino y superventas traducido a más de 60 idiomas por obra y gracia de títulos como ‘Las golondrinas de Kabul’ y ‘Las sirenas de Bagdad’, le han el Premio Carvalho de este año por, entre otras cosas, su valiente y lúcido abordaje de problemáticas como el terrorismo, la corrupcion, el colonialismo y las desigualdades sociales. Un combo insuperable, imbatible mezcla de ojo clínico para la injusticia y denuncia de la represión, que el propio autor resume como “una mirada franca a la sociedad y a los individuos”.
“Un asesinato o una investigación siempre hablan de lo que hay detrás de la sociedad”, teoriza Khadra horas antes de recoger el galardón en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona. “Podría haberlo ganado en cualquier momento, pero dárselo este año es una manera de poner sobre la mesa que nos faltan escritores como él; autores que nos interpelen con dilemas morales y éticos sin perder de vista el entretenimiento”, destaca Carlos Zanón, comisario de BCNegra y presidente del jurado que ha llevado al autor de ‘El atentado’ a un palmarés que inauguró en 2006 Francisco González Ledesma.
Un autor maltratado“Este premio me ha llegado a lo más hondo. Hace unos años que estoy un poco apartado, me sentía muy solo. Cuando me anunciaron esto, me dije: ‘seguro que en Barcelona no me harán la misma jugarreta”, explica un Khadra algo peleado con el panteón literario francófono. “En Francia, los escritores los crea el Estado, no el talento; yo soy uno de los escritores vivos más traducidos del mundo, pero si eres de Algeria y has sido militar, para ellos eres una auténtica blasfemia. Ningún escritor ha sido tan maltratado como yo”, asegura.
Se refiere, claro, a los “núcleos literarios”, no a esos lectores que, celebra, nunca le han fallado. Como ahora Barcelona. Y, por extensión, toda España. “Es el único país en el que me siento bien, por eso me he comprado una casa en Sant Joan d’Alacant. Quién sabe, quizá tenga ancestros que vienen de Andalucía”, anuncia. Vivir en la capital catalana, lamenta, queda prácticamente descartado -“ya sabéis, es demasiado cara”-, pero eso no quiere decir que algún día no pueda acabar escribiendo de ella. “Una de mis editoras es de aquí, y siempre me ha pedido que escriba una novela de Barcelona. Pero aún no he encontrado el asesino específico, no he podido. Barcelona tiene algo mítico; un casco antiguo atravesado por muchos fantasmas, y cada uno de ellos tiene su propia historia”, explica.
Podría haberlo ganado en cualquier momento, pero dárselo este año es una manera de poner sobre la mesa que nos faltan escritores como él; autores que nos interpelen con dilemas morales y éticos Carlos Zanón
— Comisario de BCNegra
Khadra, de nombre real Mohammed Moulessehoul, empezó a firmar con el nombre de su esposa para burlar la censura y, a estas alturas, ya no se imagina haciéndolo de otra manera. “Sin ella nunca habría recorrido este camino, a ella le debo mi victoria sobre mis miserias”, asegura mientras su mujer sigue atentamente la conversación desde una esquina. “¡Si queréis tener éxito, adorad a vuestra esposa!”, celebra de pronto.
Yasmina Khadra posa con el premio Carvalho / Marc Asensio
Cosas de la vida y de los caprichosos plazos editoriales, a Jo Nesbo le cayó el Carvalho el año pasado cuando acababa de publicar una novela de terror y Khadra lo ha ganado poco después de publicar ‘Coeur-d’amande’, novela poco o nada negra protagonizada por un enano. “A menudo he tocado fondo, pero con cada copa que bebo, me levanto más rápido que un torpedo. Desheredado por mi madre por anormalidad física, me reinvento según mis alegrías”, se arranca el argelino en un libro que iba a ser también uno de los últimos… hasta que dejó de serlo.
El desánimo, asegura, estuvo a punto de hacerle tirar la toalla y, como dice, divorciarse de la literatura. “Os puedo mencionar libros míos que han dado la vuelta al mundo pero que ningún jurado ha elegido. Y yo detesto la injusticia, la combato con todas mis fuerzas, así que cuando vi que esa injusticia seguía, decidí dejar de escribir para mostrar respeto por la literatura”, explica. Su mujer, una vez más, fue la solución. “Fue ella quien me ordenó que volviera a escribir. Porque, a ver, ¿qué es más importante, los lectores o los jurados? Yo tengo la suerte de tener millones de lectores en todo el mundo”, presume.
La humildad de la novela negra“No soy segregacionista, para mí no hay literatura negra ni blanca”, defiende un autor que lleva décadas alternando el género y las novelas del comisario Brahim Llob, un tipo tan honrado como extremadamente violento, con excursiones narrativas por otras latitudes más históricas y literarias. “No son cosas contrarias”, insiste. “La única diferencia es que los autores de literatura negra no son tan narcisistas como los de la blanca. Yo he escrito en ambos bandos, y cuando hago novela negra soy humilde y dócil”, abunda.
Lector apasionado de autores como Gógol, Pushkin y Steinbeck, Khadra da un ligero rodeo, por no decir que toma un desvío, cuando se le pregunta por el encarcelamiento del escritor argelino Boualem Sansal, detenido el pasado mes de noviembre en el aeropuerto de Argel como sospechoso de amenazas contra la seguridad del país. “Estoy en contra de que se meta a un escritor en prisión. Un escritor, evidentemente, tiene su responsabilidad, pero si se le quiere atacar hay que hacerlo de manera visible”, asegura. Y sigue: “He intentado hacer algo por él. Y tengo la impresión de que también él podría haber hecho algo por sí mismo. Desgraciadamente, Francia no ha tenido en este caso tacto diplomático: empezó amenazando a Algeria, insultándola. Y cuando se vio la reacción de quienes apoyaban a Samsal, solo había racistas, fascistas e islamófobos. Y yo ya no pude hacer nada”, explica.
Menos elusivo se muestra a la hora de lamentar que en la actualidad, y no demasiado lejos, “los pueblos están fascinados por los locos”. “Parece que los maleducados y grotescos sean la religión de este momento», sentencia. ¿Su consejo? “No dejéis que los payasos nos metan miedo». Palabra de Carvalho.