Starlite ya ruge. Y lo hace como nunca, con uno de los sistemas de sonido más envolventes del planeta, gracias a la incombustible voz de Van Morrison. El intérprete de Belfast brindó en la cantera de Marbella su único concierto de este año en España, guiado por un puñado de nuevos éxitos, agrupados bajo el significativo título de ‘Accentuare the Positive’.
Arrancó el show más temprano de lo habitual, puntual a las nueve de una tarde aún acalorada y soleada. Para los más rezagados no hubo perdón, porque el himno pacifista de 1995 ‘Days like this’ tardó un suspiro en resonar como nunca antes en esta Málaga a la que Van Morrison tanto apego le tiene.
«Momma told me/there’d be days like this», repetía ese coro que suele ocupar, entregado, el anfiteatro bajo o la platea en cada aparición del norirlandés. Luego se sucedieron más clásicos, siempre con la impronta de quien sabe manejar con la misma maestría innata, ya es decir, la garganta, que la guitarra y hasta el saxofón. Porque Van Morrison es intérprete total donde los haya. Siempre sentando cátedra, con la misma pasión casi octonegario de quien acaba de salir del conservatorio de música y tiene todo por demostrar.
El hambre de escenario no conoce de edades ni de nacionalidades. Su rock ‘n’ roll suena engrasado como recién salido de los suburbios más oscuros del Mississippi, por mucho que el Atlántico separe la tierra prometida de la nativa. Porque Irlanda es América, y viceversa, como también ocurre con Cádiz y La Habana, por cierto.
Una imagen del concierto de Van Morrison en el festival Starlite. / F. E.
Si espectaculares resultaron los conciertos de la anterior gira, con motivo del lanzamiento del disco número 44 de su extraordinaria e inabarcable trayectoria, ‘Moving on skiffle’ (toda una reivindicación al legado de la música negra durante estos últimos 60 años), el de Belfast ha hecho rugir este sábado como pocas veces el Starlite Festival.
Blues de altura, con Van Morrison enfundado precisamente en azul marino, para rememorar a ese Chuck Berry que no puede faltar en sesión musical que se precie. Y muchos, muchos aplausos, con miles de espectadores entregados al ritmo más primitivo, al más desgarrador que se le recuerde a este enciclopédico gigante de metro, sesenta y cinco. Así vivimos la segunda de las jornadas de un festival que extenderá durante los tres próximos meses su condición de pionero de la Costa del Sol, tras más de una docena de ediciones ya a sus espaldas. Ya ruge, sí. ¡Y lo hace como nunca!