Sí, la verdad. Esta es una frase de una canción que Ana [Belén] y yo grabamos en 1985 en el disco de ‘La Puerta de Alcalá’. La canción se titulaba ‘No seré nunca juguete roto’. Es una canción de principios. Por ejemplo, yo sé que no quiero hacer en el escenario. Una de las frases que más me gusta de la canción es El escenario lo cura todo. Cuando salimos de la pandemia y empecé a cantar todavía con restricciones, me dio un subidón ver a la gente ahí abajo en las condiciones en las que estaba. Yo todas las noches se lo agradecía y solo me faltaba bajar del escenario y besarles los pies. Fue una sensación de curación total.
Lo que pasa es que me puse la venda antes de la herida. Nunca quise serlo y creía que, como que lo escribía, servía. El problema es que a lo mejor, al final, no vale para nada porque eres juguete roto y no te das cuenta.
¿Ha visto muchos de esos en su carrera?
Sí. Es muy difícil desengancharse. Primero, porque es un medio de vida para mucha gente y porque tampoco adivinan cuándo ha dejado de serlo. Y eso ocurre cuando la gente no saca entradas para ir a verte. Ese es un indicador clarísimo. Nos cuesta mucho ver eso y por eso muchos se excusan en que ese día ha llovido, hay fútbol… Siempre hay excusas para seguir cantando porque esta es una profesión muy atractiva. No conozco ninguna mejor profesión que esta, un trabajo en el que te aplauden cada tres minutos. Y eso engancha muchísimo. Ojalá yo me de cuenta de cuando llega mi momento.
Celebra 75 años de carrera. Por qué cree que, tras el adiós de los escenarios de Serrat, nos empeñamos en quererlo jubilar?
El edanismo está de moda. No encuentro otro argumento. A la gente hay que aplicarle el recetario cuando se lo merece, pero si uno está bien y quiere seguir cantando y la gente le apetece seguir viéndolo, pues adelante. Este es como cualquier otro oficio y si tú quieres seguir escribiendo, ¿por qué coño te vas a jubilar a los 65 años? Hay determinados oficios en que uno no se jubila o te jubilan otras circunstancias ajenas a ti.
No se jubile aún. Antes hablaba del subidón que le produjo actuar tras la pandemia. ¿De qué males le ha curado el escenario? ¿Se le olvida hasta el dolor de ciática?
En el escenario es increíble pero no te duele nada. Es increíble, pero se pasan todos los males. Algún día puedes tener un resfriado fuerte que te impide estar a pleno rendimiento, pero nada más. Para mí es como ir al psiquiatra y desahogarme. Yo, que de naturaleza soy tímido y me cuesta trabajo relacionarme en la corta distancia, cuanto veo ahí sentados a mil aplaudiendo, se me pasa todo y me convierto hasta en un ser extrovertido. Es una cosa muy rara.
El cantautor asturiano La Opinión
¿A través de sus canciones se siente inmortal?
¿Inmortal? Hay canciones que se quedaran ahí pero creo que se borrará la huella de que las escribí y porque las hice en su momento. Creo que ya está ocurriendo. Hay canciones que dejan de pertenecerte. El otro día veía a Revilla, el presidente de Cantabria, en YouTube, vestido de cántabro lanzarse a cantar ‘El portal de piedra’, una canción mía del año 69 y decir que era una canción popular. Eso es lo más parecido a la inmortalidad que yo conozco, cuando se borra el nombre y al final queda la canción.
¿Le gustaría sentirse más libre en sus conciertos y no tener que cantar siempre lo que el público quiere escuchar?
Cuando arranco el concierto y llevo dos o tres canciones, le digo a la gente que, esa noche, no voy a estrenar nada y aplauden, pero también le digo que si el montón de canciones que cantaré no las hubiese estrenado, no estaría ahí. Entiendo perfectamente al público y el repertorio es, creo, del gusto del 90% porque son canciones muy conocidas. Después hay tres o cuatro que son las que yo llamo desgraciadas, que son canciones que no tuvieron éxito en su momento, pero que a mí me gusta mucho cantarlas.
En una época en la que todo es de usar y tirar, ¿qué tiene su música que, pasan los años, y sigue vigente y no chirría?
Porque son canciones construidas, y sobre todo, difundidas a lo largo de los años. En las canciones se crean capas que, aparentemente, no se ven pero que están solidificada. Al final de los conciertos se me acerca gente que me dice que no sabía que conocía tantas canciones mías y es porque he cantado en décadas diferentes y las canciones se van quedando almacenadas en la cabecita y de ahí no se mueven. Mis canciones no son de tiktok, tienen base, argumento, una historia que te puede interesar y eso las hace resistir al paso del tiempo.
¿Qué les dice a quienes aseguran que antes había más libertad?
Que eso es mentira, que no sé dónde han vivido ellos. Yo sí sé donde he vivido. El problema actual son las redes sociales y cómo castigan y coartan, pero no por una censura que no existe. En las redes sociales, siempre hay alguien al otro lado con el hacha dispuesto a matarte. Cualquier tiempo pasado fue peor, con toda seguridad.
¿A quien le gustaría escuchar cantar una canción suya?
Pues, por ejemplo, a una joyita como Silvia Pérez Cruz. Tiene una sensibilidad y un talento especial y, estoy seguro que, dentro de 30 años, ella estará ahí cuando el soufflé del reguetón haya desaparecido del panorama musical. Ella, sin embargo, será una viejecita dulce, y seguirá maravillando desde los escenarios.