Lo primero, darle la enhorabuena por el reconocimiento de Persona del Año en los Latin Grammys.
Es un evento íntimo, muy íntimo. He participado muchas veces en homenajes a figuras importantes, y la verdad que es un honor estar ahora al otro lado.
Le van a acabar poniendo los Carlos Grammys. Al tiempo.
Tal vez por la naturaleza de lo que ha sido nuestro camino, nunca le apostábamos a premios. Terminamos en ellos, aunque no fue jamás una motivación. Siento que de alguna manera me ha consentido la industria. Y al final es la oportunidad de llamar la atención sobre cosas en las que creímos y valoramos para hacer este camino, que hoy la Academia nos valora.
Qué bonito que todos esos reconocimientos hayan venido con su tierra a la espalda, haciendo gala y abanderando el estilo musical de su zona, el vallenato.
Creo que ese es el mensaje más valioso. Hemos sido atrevidos incluso con nuestra música tradicional, tratando de no ponerla en un cajón. Si uno quería ser moderno hace 32 años, copiaba o hacía algo parecido al que era joven y tenía éxito. Nuestro camino fue buscar mi modernidad de mi tradición. Mientras uno entendía cómo se construyó todo eso, aplicamos patrones e instrumentos eléctricos, que fue lo que hicimos. Siento que lo que se llamaba rock and roll fue la industrialización de las tradiciones orales. Al final entendimos hace 30 años que ese era el camino, y fuimos sido atrevidos, muy atrevidos, en decir: «Éste es el rock de mi pueblo».
Siempre me he preguntado si Brian Johnson se ha hartado ya de cantar ‘Highway to hell’ o David Bisbal del ‘Ave María’, ¿se cansa alguna vez Carlos Vives de cantar ‘La Bicicleta’ o ‘Robarte un beso’?
No, no han cumplido aún el tiempo suficiente. Pero pregúntame por ‘La gota fría’ [ríe]. Como somos una banda, y somos descarados, siempre a veces les cambio cosas. Procuramos buscar cómo no cansarnos nosotros para que la gente sienta algo nuevo. Es un ejercicio mental total. Hay canciones que he tratado de quitar y no me dejan. Pienso que hay que ser patriota, porque en definitiva canto algo concreto porque trae un mensaje de la tradición que no se puede perder.
Pero también esto forma parte de haber creado himnos para la gente, ¿no?
Tengo algo de publicista [Ríe]. Empezamos a cantar canciones de viejos compositores, los clásicos de la provincia que se habían grabado 40 años atrás. Y después nos tocó enfrentar el hacer canciones. Andrew Oldham, que fue manager de los Rolling y de varias bandas del rock bogotano que seguía, nos contó cómo encerró a Mick Jagger en un cuarto para que hiciera una canción. Esto coincide con la época que se grabó una nueva forma de hacer esos viejos vallenatos con patrones modernos. Me acordaba de Andrew Oldham y decía: «Hasta que no salga una canción, no salimos». Así nació ‘La tierra del olvido’ o ‘Pa Mayte’, esos primeros himnos que la gente siente, canciones que no se pueden dejar de tocar.
Creo que hoy es importante darles herramientas a las nuevas generaciones y un sentido de pertenencia que los haga sentirse orgullosos de nuestra identidad10.000 millones de reproducciones en plataformas digitales, 18 premios Grammy Latino, uno de los artistas colombianos más reconocidos a nivel internacional, ¿siente la presión a estas alturas de la carrera?
No, todo lo contrario. Hoy sé más, entiendo más por qué hago lo que hago, y dónde tengo que poner mi esfuerzo para que estas cosas no se mueran. Creo que hoy es importante darles herramientas a las nuevas generaciones y un sentido de pertenencia que los haga sentirse orgullosos de nuestra identidad.
¿Y cuál es la contraparte de este reconocimiento? ¿Qué sacrificios hace Carlos Alberto por ser Carlos Vives?
Especialmente con la familia. He ido adquiriendo un compromiso con la gente, y muchas veces engañé a mi trabajo para estar más con mis hijos, y otras quité les tiempo a ellos para estar más con el trabajo. Pero creo que al final el camino que uno escoge en la música es con la gente, con el público. Nos sacrificamos por cosas que valen la pena.
Desde luego debe compensar cuando le eligen Persona del Año, y se lo cuenta a su madre y la ve emocionarse.
Total, total. Mi papá, que no está y lo extraño mucho, fue el que me llevó de su mano por el mundo de estos juglares, de estos artistas que me inspiraron. Y mi mamá, que también es supermelómana, cumple ahorita 90 años y tiene una fuerza increíble.
¿Se plantea una vida alejada de la música?
No, desde que estaba en el colegio, estaba en el grupo de teatro y en el coro. Después fui a la universidad porque traté de ser médico, y terminé en la escuela de arte dramático. Trabajé en más de 15 producciones de la televisión, miniseries, telenovelas… Siempre he estado armando una escenografía. Esa ha sido mi vida, no podría vivir sin grabar ni sin vestirme para cantar todas las noches. No me veo retirándome de nada, no podría, es lo que soy y lo que he hecho toda mi vida desde el colegio.
¿Y se esperaba aquel niño de Santa Marta lo que hoy ha logrado Carlos Vives?
No, yo amaba cantar, nunca soñé con la fama. Escogí el camino de algo que no estaba inventado porque quería conectarme con Santa Marta, quería volver. No me importaba que no fuera el camino de la fama, sino la vía de ser original. Eso fue lo que me motivó a componer de un mundo que yo había perdido. Al principio, en vez de al público, miraba al viejo músico que estaba abajo del escenario, a ese viejito que no hacía música para vender discos. Y le decía a mis compañeros: «Manito, míralo, ese man está sonriendo». n
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