A estas alturas, las visitas de Nicole Kidman a la Mostra de Venecia para presentar películas sobre sexo y lujurias prohibidas se han convertido en costumbre. En 1999 presentó aquí ‘Eyes Wide Shut’, obra maestra de Stanley Kubrick trufada de escenas de orgías que reflejaban la amoralidad de los ricos, y en la que su personaje ponía punto final a la historia espetándole al de Tom Cruise una frase inolvidable: “Hay algo muy importante que necesitamos hacer cuanto antes: follar”; en 2004 volvió al festival para promocionar ‘Reencarnación’, película de Jonathan Glazer tan magnífica como malentendida en la que encarnaba a una mujer que se enamora febrilmente de un niño que dice ser una versión revivida del hombre cuya muerte la dejó viuda.
En ‘Babygirl’, la película que hoy ha presentado a concurso en el certamen, protagoniza escenas en las que, por ejemplo, se masturba con fruición extrema mientras consume porno en internet o da placer a su pareja sexual gateando por el suelo para meter el morro en un platito lleno de leche.
Nicole Kidman, en el festival de Venecia. LAP
“Es una historia sobre el sexo, el deseo, el matrimonio, la verdad, el poder y el consentimiento”, ha opinado hoy la actriz australiana en el festival acerca de la película. “Está contada a través de la mirada de una mujer, y en mi opinion eso es lo que hace que sea tan única, y el motivo por el que contarla me resultó tan liberador”.
Dirigida por la holandesa Halina Reijn -conocida principalmente gracias a su anterior trabajo, la notable comedia criminal ‘Muertes, Muertes, Muertes’ (2022)-, cuenta la historia de una directiva de algo rango en una compañía robótica que pone en riesgo tanto su carrera como su marido (Antonio Banderas) y sus dos hijas al embarcarse en un romance prohibido con un becario de su empresa.
Y en el proceso, mientras trufa su propio metraje de escenas de alto voltaje sexual, plantea reflexiona sobre cuestiones extremadamente pertinentes en el mundo post-’MeToo’ con eficacia desigual: por un lado, resulta absorbente al poner en cuestión ese postulado defendido por una parte del feminismo según el que el pilar del capitalismo es una estructura exclusivamente patriarcal; por el otro, pone muchas trampas al espectador con el fin de defender que, para alcanzar el poder, la mujer debe renunciar a la satisfacción de su deseo sexual. En cualquier caso, es una película más proclive a inspirar conversaciones edificantes que a generar controversia. ‘Eyes Wide Shut’ fue absurdamente cuestionada en Venecia; y ‘Reencarnación’ incluso recibió feroces abucheos. ‘Babygirl’, en cambio, quizá hasta se lleve algún premio.
Cate Blanchet ha presentado una serie dirigida por Alfonso Cuarón. EP
El primer trabajo que el mexicano Alfonso Cuarón presenta después de ganar el León de Oro en este festival gracias a ‘Roma’ (2018) -seis años después, nada menos- también incluye fogosas escenas de sexo aunque, eso sí, no las usa para avivar debates conectados con el ‘zeitgeist’ sino, principalmente, para exhibir con desesperación su propio atrevimiento. Miniserie de siete episodios producida por Apple TV, ‘Observada’ está protagonizada por Cate Blanchett en la piel de una aclamada documentalista que ve cómo su carrera y su vida familiar junto a su adinerado marido y su problemático hijo se tambalean tras la publicación de un libro en el que se desvela un terrible secreto sobre su pasado; al parecer un anciano viudo quiere vengarse de ella, y no llega a saberse muy bien por qué. Y, a lo largo de sus seis horas largas de metraje, esta adaptación de la novela homónima de Renée Knight trata de convencernos de hasta qué punto los mecanismos de narrar los hechos pueden convertirse en un arma para manipular y alejarnos de la verdad, y entretanto no duda en tendernos todo tipo de trampas con el fin de someternos precisamente a ese tipo de manipulación.
El relato de Cuarón avanza alternando dos líneas temporales: en una se recrean los acontecimientos narrados en el misterioso libro que la protagonista recibe, y en la otra se contemplan los estragos que causan en el tiempo presente; ambas se presentan ilustradas por una irritante voz en off que a ratos es confusa y a ratos redundante, y a menudo resulta risible. Su omnipresencia es buena parte de lo que explica la infalible capacidad somnífera de una ficción que tal vez podría haber resultado eficaz tanto si fuera un largometraje de dos horas como si fueran varias temporadas de televisión, pero cuyo formato actual la condena a la categoría de fiasco. “Yo no sé dirigir televisión”, ha confesado Cuarón al presentar ‘Observada’ en Venecia. “Y a estas alturas de mi vida creo que es demasiado tarde aprender a hacerlo”. Pues eso.