Las estrategias de marketing en el mundo de las series y el cine son distintas del resto. La ficción se vende si es relevante y oportuna, con algo de espectáculo y realidad. Poco ha tardado en saberse que la propia Kim Kardashian ha visitado a Lyle y Erik Menéndez tras el éxito de su serie en Netflix ‘Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez‘. Todo el mundo quiere un trozo de esta tarta de éxito cocinada con la sangre y el abuso a menores que rodea una historia de terror americana convertida en clásica.
Con sólo 18 y 21 años, en 1989, Lylle y Erik Menéndez entraron en su mansión familiar de Beverly Hills y asesinaron a sangre fría su padre, José, y su madre, Kitty, mientras comían tranquilamente delante del televisor. Cuatro años después, su juicio se emitió en directo, con el protagonismo absoluto de Leslie Abramson, la abogada de los hermanos, que construyó la base de su defensa en que los hermanos Menéndez habían sufrido abusos físicos, sexuales y psicológicos por parte de sus progenitores. Hoy la ficción tiene la palabra, también en televisión, pero en esta ocasión en formato de serie de nueve episodios donde Ryan Murphy e Ian Brennan intentan esclarecer lo ocurrido antes, durante y después del parricidio.
‘Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez’ no supera a la predecesora cumbre de la dupla Murphy/Brennan, ‘Dahmer’, con su perfección en su puesta en escena y composición de personajes, pero no tiene porque sentirse pequeña ante la misma. Murphy y Brennan recrean un sangriento episodio de la cultura americana (que siempre acaba convirtiéndose en nuestra) sobre la repercusión y el éxito del sueño americano en manos equivocadas. Salvo por ese destacable episodio 5, 33 minutos donde el espectador puede ver en un solo plano al actor Cooper Koch representando todo lo sucedido la noche del asesinato sin mirar ni un solo momento a la cámara, la serie es más de lo que nos tiene acostumbrado este tándem creativo: una historia bien escrita pero en momentos alargada, de magnífica factura y con un reparto de lujo. Por ejemplo, aquí encontramos a un Javier Bardem que roba el protagonismo a sus hijos en la ficción cada vez que sale en pantalla.
SombrasNada mediocre ni particularmente mal hecho ronda esta serie, salvo por dos presencias que quizás ensombrezcan su resultado final: la existencia de la propia ‘Dahmer’ y sus excelentes resultados, y el perfeccionismo empleado por sus creadores en plasmar a Lyle y Erik tal y como eran, estúpidos, imbéciles y malcriados niños ricos que a veces tienen más que ver con los personajes de ‘Dos tontos muy tontos’ encarnados por Jim Carrey y Jeff Daniels que con los verdaderos Lyle y Erik Menéndez.