Nuria Varela Menéndez, también autora de Feminismo para principiantes (2005), Cansadas (2017) y Violencia de género en hijas e hijos de maltratadores: la perpetuación de la violencia (2021), fue entre 2019 y 2023 la primera directora general de Igualdad del Gobierno del Principado de Asturias.
¿De su paso por el Gobierno asturiano qué aprendió?
Cuando Federica Montseny, la primera ministra en la historia de España, dejó el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social en el gobierno del socialista Francisco Largo Caballero, al mes siguiente, pronunció una conferencia en el teatro Apolo de Valencia sobre su experiencia como titular del ministerio. En El síndrome Borgen reproduzco un extracto que podría haber firmado yo cuando dejé la Dirección General de Igualdad. En realidad, creo que lo podría firmar cualquier responsable de políticas de igualdad de los últimos años y que se puede resumir, como dice Montseny, en: «Yo pretendía hacer una obra reformista dentro de mi sentido revolucionario y, a pesar de ello, encontré oposición permanente».
¿Encontró mucho machismo en la política asturiana?
Sin duda.
¿Qué síntomas presenta el síndrome Borgen?
Al menos una veintena. Utilicé la referencia a la serie danesa para el título porque en ella se muestra el poder político como una creación masculina que utiliza, exprime y expulsa continuamente a las mujeres en un ciclo al que muy pocas sobreviven a pesar de sus talentos, su capacidad de trabajo, sus ideas o su inteligencia. En la serie se muestran casi todos los síntomas. Desde la presión sobre el cuerpo, el aspecto y los ciclos vitales de las mujeres hasta que todo el mundo alabe el liderazgo femenino siempre que sea un modelo que desarrolle un hombre –el presidente Obama, por ejemplo–. También son síntomas que a las mujeres se las considere mujeres por encima de todo, así como la falta de respeto tengan el cargo o la responsabilidad que tengan. Cómo se traslada la presión a las familias, especialmente a los hijos y las hijas. Otro síntoma es el elevadísimo coste en salud que pagan las mujeres en política y cómo cuando aparece la enfermedad arrecian las guerras, arrecia la violencia política contra ellas. El hostigamiento en las redes sociales, por supuesto, las denuncias anónimas –habitualmente de otras mujeres para intentar desacreditarlas–, el intento de desprestigio y la banalidad del sexismo, cómo gente común insertada en un contexto sexista institucionalizado hace que cometerlo resulte muy sencillo y, lo que es peor, impune.
¿Tiene cura?
Sí, claro. Defino el síndrome Borgen como la paradoja de que, por un lado, millones de niñas y mujeres viven en países, culturas o territorios donde no se respeta ninguno de sus derechos mientras que, en el resto del mundo, casi cualquier mujer es capaz de llegar a puestos de poder en el siglo XXI, pero muy pocas consiguen ejercerlo y casi ninguna puede mantenerse. La cura es obvia: educación, respeto y que los hombres aprendan a no utilizar la violencia como instrumento para conseguir sus objetivos. La educación es la clave.
La poderosa presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, ¿es un ejemplo de algo?
No tengo ni idea. Desde mi punto de vista, es una mujer que preside una comunidad autónoma sin reconocer que es gracias al trabajo de las feministas que nos han precedido.
¿Hay machismo de izquierdas?
El machismo no es una conducta, es una cultura. Como dice Miguel Lorente –ex delegado del Gobierno para la Violencia de Género– el machismo es la primera fake news de la historia. A los hombres os han hecho creer desde siempre que sois superiores a las mujeres, os lo han hecho creer a los de derechas y a los de izquierdas.
¿Se puede ser feminista de derechas?
Tendrás que preguntárselo a una mujer de derechas.
¿La violencia machista dónde hunde sus raíces?
La violencia de género es el desprecio, el menosprecio, la falta de respeto a las mujeres.
¿El feminismo puede ayudar a combatir el auge de la extrema derecha en Europa?
No habría extrema derecha sin machismo. La extrema derecha tiene un discurso y unas prácticas políticas y sociales supremacistas: con el sexo, la raza, la clase social, el lugar de nacimiento… En una sociedad feminista no tendría cabida la extrema derecha puesto que el feminismo es una teoría de la igualdad, combate ese discurso supremacista. Por eso no es casualidad que seamos el principal objetivo de sus ataques. El feminismo siempre, a lo largo de su historia, se ha enfrentado al fascismo, a la extrema derecha. Es más, el aumento de la extrema derecha en Europa y América Latina tiene mucho que ver con el proceso de expulsión de las mujeres en general y del feminismo en particular de la política con lo que ésta se ha masculinizado y en todos los entornos masculinizados aumenta la violencia. Tiene mucho que ver con que, en contra de lo que dicen los discursos oficiales, quien se ha empoderado en los últimos años no hemos sido las mujeres sino el patriarcado.
¿El patriarcado tiene puntos débiles o es indestructible?
Tiene puntos débiles: la sororidad, la amistad y el apoyo entre las mujeres. El feminismo. El patriarcado no es invencible.
Suscríbete para seguir leyendo