A la hora de elegir un candidato a vicepresidente en Estados Unidos, una máxima se impone sobre otras consideraciones: Primum non nocere (Lo primero es no hacer daño). Lo sabe bien John McCain, que cometió el mayor error de su campaña en 2008 al escoger a Sarah Palin, la bisoña gobernadora de Alaska que decía ver Rusia desde su balcón y que fue una continua distracción por sus lagunas culturales y constantes meteduras de pata. Y lo sabe también el demócrata George McGovern, quien tuvo que deshacerse en 1972 de su número dos, Thomas Eagleton, solo 18 días después de nominarlo, una vez trascendió que se medicaba con potentes antisicóticos y sufría un trastorno bipolar con tendencias suicidas. De ahí que sea importante hacer los deberes antes de decidir. Esta semana le llega el turno a Kamala Harris.
La californiana ha tenido mucho menos tiempo de lo habitual para hacer la criba, unas prisas que se explican por el precipitado cambio de cromos en la campaña demócrata a raíz de la renuncia de Joe Biden. “Nosotros cribamos candidatos durante meses”, decía recientemente David Axelrod, el mago de la estrategia electoral que llevó a Barack Obama a la presidencia. “Ellos han tenido que a hacerlo en cuestión de días, lo cual es muy estresante”. De acuerdo con NBC News, el equipo de Harris ha entrevistado a seis candidatos con la ayuda del despacho de abogado del antiguo fiscal general del Estado, Eric Holder, encargado de investigar que no hay cadáveres en el armario de ninguno de ellos. Ni siquiera metafóricos. Pero será la candidata la que decidirá junto a su marido Doug Emhoff tras entrevistarse este fin de semana con los finalistas, según ha explicado su campaña a los medios estadounidenses.
Hombres blancos y moderadosLos elegidos para esta recta final del proceso son todos hombres y blancos, lo que se explica por la intención de compensar el género y la diversidad étnica de la vicepresidenta, la primera candidata negra de la historia y también de ascendencia asiática, que le debe al origen indio de su madre. Todos son también políticamente moderados, seguramente por la etiqueta de “progresista radical” que le ha colgado la campaña de Donald Trump, por más que sea una descripción bastante alejada de la realidad. “Esta es la oportunidad de la presidenta para demostrarle a los votantes moderados e independientes que tiene sus intereses en mente y que no será una presidenta de izquierdas”, le ha dicho a la cadena ABC News una fuente de la campaña demócrata.
Ninguno de los nombres entrevistados por el equipo de Harris es lo que podría llamarse una estrella de la política estadounidense. No necesariamente lo necesita, ya que ella misma ha logrado energizar a las bases y resucitar la moribunda campaña de Biden con aforos multitudinarios, aluviones de voluntarios y récords de recaudación. En la liza final hay cuatro gobernadores (Josh Shapiro, Pensilvania; Tim Walz, Minnesota; Andy Beshear, Kentucky; y J.B. Pritzker, Illinois), un senador (Mark Kelly, Arizona) y un ministro de Transportes (Pete Buttigeig). El entorno de la vicepresidenta ha dicho que prefiere a alguien con experiencia ejecutiva y con afinidad personal. “Sobre todo busca un socio para gobernar”, han dicho estos días.
Pero hay también otros criterios en la ecuación. ¿Priorizar la geografía con un político bien valorado en uno de los estados que decidirán la elección? ¿Escoger a un buen comunicador y mejor perro de ataque para contrarrestar las andanadas republicanas? ¿U optar por una trayectoria y un perfil que contraste con el suyo para ampliar potencialmente su base de votantes? “Tiene la oportunidad de expandir sus bases y enviarle un mensaje al resto de electorado que sigue abierto a ella, algo bastante raro”, decía Axelrod en una entrevista a ‘Político’.
De primar la geografía, los nombres con más opciones son Saphiro, muy popular como gobernador en Pensilvania, el más importante de los estados en liza en noviembre, y Kelly, originario de una Arizona que se les está escapando a los demócratas en las encuestas. De priorizarse la oraroria, seguramente Buttigeig o Walz, quien se ha hecho un nombre en las redes por la efectiva campechanía con la que está respondiendo a las andanadas trumpistas. Si se busca un perfil más conservador, quizás Beshear sea el hombre con más números.
No habrá que esperar demasiado para saberlo. Como tarde, se espera que este mismo martes se anuncie al elegido, que será presentado en sociedad en un mitin en Pensilvania, al que seguirá una intensa gira por otros estados. Por importante que sea el nombre del número dos, no debería ser trascendental, raramente lo es, siempre que se respete la máxima hipocrática de no hacer daño. Trump no lo hizo. Su apuesta por J.D. Vance no parece estar funcionando, una lección que deberían aprender los demócratas.