‘Una semana redonda’ es el último libro de José Federico Barcelona en publicarse en España, tras tres años de espera. Hemos charlado con el escritor de la obra sobre los reconocimientos que ha recibido, sus sensaciones tras publicar sus trabajos desde 2019 y mucho más.
‘Una semana redonda’ ganó el Premio de Antioquía en 2021 pero se publica ahora en España, tres años después. ¿Por qué ese retraso?
Quería decir primero que es la primera vez que el Premio Internacional de Cuento Universidad de Antioquia, que está vinculado a los Premios Nacionales de Cultura de Colombia, se ha otorgado en el ámbito colombiano a un libro de cuentos. El retraso para la publicación en España se debe a las dificultades o el tiempo que ha necesitado el libro para que la editorial encargada de la publicación en Colombia, la editorial Universidad de Antioquia, pudiese llegar a un acuerdo con una editorial española, en este caso la editorial Sonámbulos, de Granada, y hacer una coedición en España. Las dificultades para que los libros que no vienen acompañados, por decirlo así, de grandes editoriales, crucen el atlántico con facilidad y se publiquen en España, especialmente si su lugar de edición inicial es en Latinoamérica, son bastante grandes. Este ha sido uno de los ejemplos, a pesar de ser un premio importante en el ámbito latinoamericano y estar de alguna manera avalado por un jurado.
Es curioso que usted, educador infantil de profesión, se acerca en estos relatos a la etapa opuesta de la vida, la más cercana a la muerte. ¿Qué le interesa de esos años, los de la vejez?
Me interesan muchas cosas sobre estos años. En primer lugar, la sensibilidad con la que yo me acerqué a esta edad, precisamente cuando estaba escribiendo estos relatos, era en la época de pandemia, y, precisamente, eran los ancianos, la última edad y etapa de la vida, quienes más sufrían las consecuencias de esta pandemia. Pero también, la vejez comparte con la primera infancia, bajo mi punto de vista, la consideración de ser edades improductivas y, de alguna manera, edades que quedan en los extremos de la vida productiva y la vida “importante” del mundo occidental avanzado. A veces, a los ancianos se les trata de una manera infantil, se les considera como si todos fueran iguales y huraños, y que tienen unas dificultades y unas necesidades que arrastran todos por igual. Este tipo de consideración que el mundo y que la edad más productiva de la vida mira a estas edades siempre me ha atraído. Para mí, ha sido muy importante la reivindicación de la dignidad dentro del mundo de la tercera edad y de los ancianos, la capacidad de que son personas que manejan y que deben seguir manejando hasta el final de su vida, siempre que estén en facultades para hacerlo, por supuesto, y no siendo sustituidos por otros para tomar decisiones, etcétera.
¿A través del relato se puede llegar a sitios a los que no se puede llegar con la novela?
Por supuesto. La forma narrativa del relato puede cerrar una historia de una manera contundente y con conclusiones inesperadas. Necesita de un ritmo y precisión que a veces está más cerca de la forma poética que de las formas narrativas largas de la novela. El relato necesita también de pocos personajes, para que pueda ser manejado en pocas páginas también, y eso permite no desviar la atención de aquello que tratas de demostrar o de poner en relevancia. Todo eso son elementos fundamentales del relato el cual no es una forma narrativa menor, todo lo contrario. Tiene una serie de dificultades que no encuentras con la novela al no poder expandirse tanto. El relato debe ser preciso, conciso, claro y contundente al final.
Usted ha escrito toda su vida pero sólo se atrevió a publicar sus textos después de la jubilación. ¿Por qué?
El factor más grande ha sido el pudor, la idea de que mi escritura no tenía suficiente valor. Yo no podía dedicarme por mis tareas profesionales de una manera mucho más centrada en aquello que escribía para mejorarlo. Nunca he dejado de escribir desde aproximadamente la década de 1980. Por vergüenza, me fui deshaciendo de algunos escritos, equivocadamente. Fue ya en la jubilación cuando me animé a través de un pequeño cuento a presentarlo en un concurso. Hubo suerte y ganó. Entonces, dediqué un mayor tiempo, concentración y trabajo a la escritura para presentarla ante los lectores de una manera que yo consideraba que estaba mejor acabada, más concienzudamente trabajada. Fue desapareciendo esa falta de seguridad en mí mismo y, bueno, aquí estamos, con unas satisfacciones muy grandes.
Volviendo al Premio de Antioquía, ¿qué supuso para usted? Supongo que los elogios de alguien como Leonardo Padura no le vendrán nada mal y animarán a seguir escribiendo y publicando…
Sí, fue una sorpresa. Cuando entré en el grupo de finalistas, yo era el único español, el resto eran escritores latinoamericanos. El cuento, precisamente, es una de las formas narrativas que todos los grandes escritores en Latinoamérica han practicado. Cuando llegué a la fase final del concurso, estaba convencido de que no iba a ocurrir. La sorpresa fue que sí, y para mí ha sido una fuente de aliento y de ánimo muy grande. Precisamente, Leonardo firmó la contracubierta de mi libro y estoy muy agradecido. Por otra parte, tampoco hay que olvidar a los otros miembros del jurado, Perla Suez y Pablo Montoya, que son escritores de una categoría enorme. Para mí ha sido muy importante que personas de esta categoría se fijaran en el cuento que presenté.
Han pasado 5 años desde que comenzó a hacer públicos sus libros. Mirando hacia atrás, ¿qué ha sido lo mejor de toda esta experiencia?
Para mí, el objetivo de la escritura no es hacer carrera literaria en el sentido tradicional de la palabra, de estar obsesionado por la consecución de premios, de luces de focos… Yo estoy ya muy lejos de todo eso. Suelo decirme a mí mismo que más que un escritor tardío soy un escritor atardecío, uno que empieza a escribir en el atardecer de su vida. Para mí, la literatura es poder presentar aquello que escribo, y que sea reconocido y leído gustosamente por tanta gente. La literatura está suponiendo una fuente de satisfacción y, curiosamente, de hacer nuevos amigos. Cuando viajo presentando el libro -en el ámbito de Andalucía-, me he encontrado a una cantidad enorme de gente con la que no solamente he trabado una relación literaria que me ha acompañado en la presentación del libro, sino que hemos seguido trabando una relación de amistad. Esa relación de amistad es acercarme al mundo de los lectores, de los críticos y de otros escritores que me aprecian a mí y a la labor que hago, y que entrañan una relación humana más allá de una formal dentro del ámbito literario. Esto es algo que me está dando una cantidad de satisfacción enorme en mi vida. Es lo que busco principalmente y es lo que estoy encontrando con mucha alegría por mi parte.
Ya que escribe para distintos tipos de lectores… ¿Para cuál prefiere escribir? ¿Niños o adultos…?
Escribir para niños para mí tiene una significación especial porque he pasado toda mi vida contando y leyendo cuentos a niños de entre 0 y 6 años. Igualmente, me encanta escribir para adultos también. Esos libros tienen también ese peso y esa sentimentalidad literaria.
¿Qué asignaturas pendientes tiene para su futuro como escritor? ¿Alguna obra en la que esté trabajando en estos momentos?
Se está esperando la publicación de un cuento infantil y de un álbum ilustrado infantil. Además, estoy trabajando en algo desde hace bastantes años y que está relacionado con el periodo de entreguerras en Europa, porque, por desgracia, estamos asistiendo a unos momentos sociales y políticos en donde la democracia está perdiendo valor dentro de la conciencia colectiva de las sociedades en Europa. Trato de buscar de alguna manera explicaciones en el pasado para tratar de responder las preguntas del presente.