AMientras observamos el abrasador incendio internacional que es la catástrofe autoinfligida del presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, está la cuestión clave de la disculpa faltante parpadeando en las llamas.
Una disculpa de Rubiales, claro está (para que quede claro). Un mea culpa instantáneo, tranquilo y sincero por sobreexcitarse en el momento de la victoria de la selección española de fútbol femenino en el Mundial y besar con fuerza en los labios a la estrella Jenni Hermoso. Por lo tanto, como mínimo, comportarse de manera totalmente inapropiada con una atleta y frente a una audiencia global.
En lugar de ello, se produce una debacle insoportable y en constante escalada. Rubiales respondió al clamor hablando de “falsas feministas” y “caza de brujas”. Hermoso dijo que el beso la hizo sentir “vulnerable y víctima de una agresión” y que la obligaron a hacer una declaración diciendo que fue consensual.
La federación apoya a Rubiales y amenaza con demandar a las 79 futbolistas que se han negado a jugar con su país si Rubiales conserva su puesto (las mujeres cuentan con el apoyo de algunos jugadores de la selección española).
Esto representa un punto crucial no sólo para este escándalo, sino también para la política sexual en el deporte en su conjunto. Las deportistas no son muñecas. Están ahí para hacer deporte, no para ser besadas, tocadas o sexualizadas, condescendientes o fetichizadas de otro modo en lo que todavía es una esfera predominantemente dominada por los hombres.
¿Habría Rubiales besado a un futbolista? Si no, ¿por qué se sintió con derecho a abrazar a Hermoso? ¿Qué quiere decir con “falsas feministas”? ¿Estas arpías fantásticas han sido conjuradas del éter para salvar su propio cuello, o realmente cree que es la trágica víctima masculina de una guerra cultural con temática deportiva?
Por eso me pregunté acerca de la disculpa que falta. No porque hubiera (o debería haber) hecho que el incidente desapareciera, sino porque, aquí en el siglo XXI supuestamente ilustrado, cuando se supone que las cosas van mejor, su ausencia dice mucho chovinismo.
Esto no sucedió fuera de la vista. Sin embargo, ante una vasta audiencia global, Rubiales todavía se sentía con derecho a redoblar esfuerzos, obtener apoyo (de la federación) e intimidar (amenazar con acciones legales).
Todo lo cual podría describirse como tácticas de hombre fuerte, que a su vez provocaron una respuesta de “mujer fuerte”. Todo el poder para la selección española de fútbol femenino. Sólo en términos de política sexual, Luis Rubiales y la Federación Española de Fútbol se han marcado un calamitoso gol en propia puerta.