La inteligencia artificial se ha instalado en lo cotidiano y parece poder colarse en cualquier rincón. No es algo intrínsecamente negativo o que haya que temer: puede resultar útil para facilitar las tareas más tediosas del día a día. Y no, por ahora la IA no va a poner una lavadora, pero sí puede analizar la cantidad y la delicadeza de las prendas para dosificar ella sola los productos necesarios, como ya ocurre con algunos modelos a la venta. La tecnología evoluciona en paralelo a la sociedad, se adaptan la una a la otra. Ha sido así y va a ser así siempre.
Luego hay terrenos espinosos. Las profesiones artísticas, por ejemplo, están entre las que se sienten más amenazadas ante la llegada de plataformas como ChatGPT, de OpenAI. Si ponemos el foco sobre la literatura, la inteligencia artificial ya es capaz de escribir un texto, crear personajes o incluso ayudar con el bloqueo escritor ofreciendo ideas para continuar una trama. Hasta hace no mucho, estos generadores de texto eran simplemente un software que permitía ahorrar algunos minutos en el proceso creativo. No servían para redactar textos complejos porque no funcionaban de manera orgánica: los errores gramaticales, las faltas de cohesión y la escritura «robotizada» que presentaban hacían que se pudiese identificar con facilidad cuando algo no estaba escrito por un ser humano. Esto ha cambiado. La inteligencia artificial ha evolucionado hasta el punto de poder escribir una novela entera y que no sea tan fácil percibir su naturaleza.
El caso de AmazonQue la librería de Amazon es un buen lugar para autopublicarse no es novedad. Es complicado encontrar editorial para escritores noveles, y KDP, la herramienta de publicación de la plataforma, es una opción gratuita y fácil de utilizar con un buen margen de beneficio para los autores y un largo etcétera de ventajas. Toni Alcolea, fundador de la editorial valenciana Olé Libros y director de la librería Vuelo de Palabras, comenta que lo que desentona, entonces, es la decisión de Amazon de limitar a tres el número de libros que pueden autopublicarse al día. Pero, ¿quién puede publicar más de un libro, ya no al día, sino al mes? La respuesta es incómoda: ChatGPT.
Según un informe de Reuters, a principios de 2023 ya había más de 200 títulos firmados por ChatGPT en Amazon. Ahora hay más de 5.000. La plataforma de ventas se ha convertido en el escenario idílico para la publicación de libros generados por inteligencia artificial o en colaboración con ella, motivo por el que se habrían tenido que regular las publicaciones por usuario, en un intento de proteger la literatura de autoría humana.
La autora independiente Caitlyn Lynch realizaba su propia investigación hace un año. Encontró que del top 100 libros más vendidos del género romántico juvenil, solo 19 estaban escritos por humanos.
Si se hace una búsqueda avanzada escribiendo “ChatGPT” en la casilla de autor, es cuando aparecen esos más de 5.000 títulos en la web de Amazon España. Y suben todos los días. En cuanto a temática, hay todo tipo de libros, desde títulos que prometen ayudar a organizarse hasta obras en las que la IA explica cómo funciona la propia IA. También poesía y narrativa infantil con ilustraciones realizadas con el mismo tipo de herramientas. Una buena noticia para los autores españoles es que, por ahora, de todos los títulos que aparecen firmados por ChatGPT o en colaboración con él, solo 51 están en castellano.
Sin embargo, el uso de inteligencia artificial no siempre se indica. Hay quien esconde la utilización de estas herramientas en libros firmados con su propio nombre. Alcolea afirma que, como editor, ha recibido textos escritos con herramientas como las de OpenAI sin identificar: “Que yo haya detectado, no son muchos. Pero sí han llegado. En mitad de un texto que me recibí hace poco ponía ‘comprobar enlace’ y ‘enlazar hipertexto aquí’. Ahí es cuando me di cuenta de que eso no lo había escrito un humano”.
Un libro en 11 minutosMediante un proceso parecido al de documentación, la IA se entrena con lo que se conoce como aprendizaje generativo. Este entrenamiento implica la exposición a vastas cantidades de texto para que la herramienta aprenda a imitar diferentes estilos y formas de escritura. Rafael Soler, autor y vicepresidente de la Asociación Colegial de Escritores, afirma que “en este momento, la inteligencia artificial está dependiendo de los escritores. Está cogiendo mis novelas, mis poemas, mis declaraciones… Con los míos, los de otros tres millones de autores. Al alimentarse y aprender con esto, ya está en condiciones de escribir una novela. Le dices la premisa argumental, el estilo, y ya está”. Esta tecnología emplea algoritmos avanzados para analizar y producir texto coherente y contextualmente adecuado. El ejecutor proporciona prompts, es decir, peticiones específicas para guiar la creación. Un ejemplo podría ser: «Escribe un texto de 300 palabras sobre el cambio climático al estilo de tal autor del siglo XX». Cuanto más detallada la petición, mejor, ya que la precisión del prompt determina la calidad y relevancia del texto generado.
Existen autores que únicamente publican títulos escritos «a cuatro manos» con la IA: Barrett Williams es un ejemplo. Williams es director tecnológico en una empresa de servicios financieros, pero también escritor autopublicado en Amazon, con 3430 títulos firmados por él y la herramienta de OpenAI. Todos ellos divididos en series y en formato digital, con tan solo 11 que se pueden comprar en formato físico. Van desde los 2 euros hasta los 2,80 como máximo, y tratan temas de lo más variopinto. Entre ellos, la inteligencia artificial explicada para principiantes, consejos para cuidar a los más mayores, beneficios de la homeopatía, cómo funciona el mundo de las cryptomonedas, estrategias para prevenir el crimen, ideas para decorar balcones y un etcétera que parece no tener fin. Todos están, por ahora, en inglés: ChatGPT for Regular Folks; Elements of Stillness: Mastering Zen Gardens for Mindfulness and Tranquility; Dementia Care Essentials: Practical Tips and Emotional Support o Yield Farming and Staking: A Beginner’s Guide to Generating Revenue through Decentralized Finance.
Diferentes portadas de libros firmados por Barett Williams y ChatGPT. / BARETT WILLIAMS Y CHATGPT
En su cuenta de LinkedIn, Williams ha explicado cómo funciona esta “fábrica de libros” que ha creado. En primer lugar, ChatGPT selecciona el tema de una lista elaborada por Williams y establece el título, subtítulo y público al que irá dirigido el libro. A continuación, la IA selecciona a algún autor de best-sellers del New York Times para imitar el estilo y proceder a la escritura. Una vez terminado, elabora una lista de palabras clave para la catalogación en Amazon. El último paso es crear la portada: ChatGPT envía la información a DALL-E, generador de ilustraciones también desarrollado por OpenAI, para que esta segunda herramienta elabore cuatro portadas diferentes. Hasta ahora, todo el trabajo ha sido realizado sin intervención humana más allá de la lista de temas y el prompt inicial. Williams, como “humano a cargo”, tiene que elegir una de las ilustraciones, y es la última función que realiza en el proceso. “El proceso de escritura completo dura aproximadamente 11 minutos. Después, hacen falta otros 7 minutos de ‘trabajo humano’ para publicar el libro en Amazon. Mi objetivo es reducir esos 7 minutos todo lo posible”, confiesa.
Redefiniendo el concepto de autoríaCuando la inteligencia artificial participa en la escritura de un libro, el concepto de autor entra en juego y existen tres opciones: que recaiga en la propia IA, en la persona que la alimenta con los prompts o que se trate de coautoría. Pero el de la autoría en relación con la escritura con IA es un tema que todavía no está resuelto, afirma Rafael Soler.
Según el vicepresidente de ACE, la inteligencia artificial trae consigo un giro de 180 grados en lo que hasta ahora se conocía como autor. “Lo común es que haya alguien que escriba una novela y, después, un corrector de estilo que le eche una mano. Ahora puede ocurrir lo contrario: se le pide a la IA que escriba una novela siguiendo unas premisas, esta persona recibe el producto y se convierte en una especie de editor que lo mejora un poco. Pero vete a saber quién ha escrito eso”. Montserrat Morata, escritora, profesora en la Universidad Complutense e investigadora en inteligencia artificial, coincide en lo pantanoso de esas categorías: “Quien le pide a ChatGPT que escriba un libro, aunque luego haga una revisión del mismo, no es autor. Como mucho es editor. Todo esto nos va a llevar a redefinir conceptos: escribir no es solo fondo, es forma. La literatura es el arte de contar. No es qué contamos, sino cómo lo contamos. Y eso es lo que define al autor”.
Este proceso suscita la cuestión de si la IA está realmente creando algo nuevo. No tiene por qué tratarse de plagio, dirían los defensores de estas herramientas, porque hace lo mismo que un escritor cuando se inspira en la obra de otro. Pero aparece el concepto de originalidad en la ecuación y vuelven los dolores de cabeza. En un mundo en el que todo parece estar inventado, escrito y producido, encontrar una idea nueva puede resultar una odisea para quien se dedique a la creación. Una plataforma como ChatGPT no tiene la capacidad de empezar de cero: lo que hace es combinar muchas opciones diferentes creando algo que parte de otra cosa casi imposible de identificar, jugando así, coinciden Alcolea, Morata y Soler, con los derechos de autor.
Una ley insuficienteLa Unión Europea aprobó a principios de julio la Ley de Inteligencia Artificial, en la que los profesionales del sector artístico tenían puestas muchas esperanzas. Pero la regulación prevé una protección mínima, según ha dejado claro el Centro Español de Derechos Reprográficos (CEDRO), la asociación que vela por los derechos de los autores. “No vamos a ser capaces de articular un esquema riguroso que meta en cintura derechos de autor versus inteligencia artificial. En estos momentos estamos perdiendo la batalla”, añade Rafael Soler. A grandes rasgos, esta nueva ley obliga a que los algoritmos que se entrenan de forma automática a partir de materiales protegidos cumplan ciertos requisitos de transparencia que garanticen el respeto a la legislación europea en esta materia. Los proveedores informáticos tendrán que publicar informes en los que se detalle el contenido que se ha utilizado para entrenar estos modelos.
Con esta medida, se espera que autores y editores puedan conocer el uso de sus obras y exigir el respeto de sus derechos. Además, los contenidos generados por IA sin intervención humana que se publiquen con el fin de informar sobre asuntos de interés público deberán etiquetarse para que se puedan distinguir de aquellos que han sido elaborados mediante la creación humana. “Esta regulación solo introduce cuestiones muy básicas sobre propiedad intelectual. Es importante que Europa empiece a contemplar en sus iniciativas legislativas los derechos de autor como una condición necesaria para garantizar el desarrollo sostenible”, opina Javier Díaz de Olarte, director jurídico de CEDRO.
El gremio de los escritores tiene dudas respecto a la legislación, ya que considera que esta no protege frente al contenido que no declara el uso de herramientas de inteligencia artificial. A pesar de todo, Alcolea trata de mostrarse positivo: “Es muy complicado ponerle puertas al campo. Pero poco a poco nos vamos a ir protegiendo. Quizás no tanto en lo jurídico, pero se desarrollarán herramientas para identificar inteligencia artificial”. Estas aplicaciones ya existen, aunque todavía son muy mejorables. “Ahora mismo dependemos del sentido común para ver contradicciones que puedan surgir con el uso de la inteligencia artificial, que todavía no es perfecta y comete errores. Pero esto evoluciona: los textos que salieron hace un año no tienen nada que ver con los que están saliendo ahora, la progresión de mejora de la IA es exponencial. De aquí a un año será muy complicado detectarla sin software”, asegura Soler.
Para combatir las carencias que la Ley de Inteligencia Artificial presenta en lo relativo a la industria del libro, Alcolea asegura que las empresas están escribiendo sus propios códigos de buenas prácticas. «Es más una cuestión de ética», afirma. En su editorial se restringe completamente el uso de inteligencia artificial, pero sí la utilizan en la librería, aunque nunca para cuestiones de escritura: tienen un robot humanoide, Petra, programado con una IA desarrollada por ellos mismos. Está en la sección infantil de Vuelo de palabras y ayuda a los más pequeños a elegir libro. “Petra está programada para llevar la conversación a la literatura, pero tiene la capacidad intelectual de una niña de ocho años. Cuando alguna pregunta es más compleja, siempre redirigirá al cliente a un humano que esté en la tienda. Y funciona bien, está gustando mucho”, explica Alcolea. Un ejemplo de que algunos usos de la inteligencia artificial pueden ser positivos.
Toni Alcolea junto a Petra, el robot programado con inteligencia artificial. / FERNANDO BUSTAMANTE
Mientras se espera una revisión de la Ley de Inteligencia Artificial de la Unión Europea y los software para detectar contenido elaborado por este tipo de herramientas terminan de desarrollarse, los expertos tienen claro que solo existe un método de defensa: “leer, leer y leer”, aconseja Montserrat Morata. “Todo está en la tradición. Absolutamente todo está en la lectura. Si vienes de la tradición literaria, eres capaz de pillar poesía escrita por la máquina”, añade Soler. Tenemos deberes. La solución siempre ha estado en la literatura.