Acerca de la deformación en las artes plásticas, Rudolf Arnheim afirma que la diferencia de tamaño en los objetos expresa muy poco si no se modifica la dinámica inherente a los mismos, y ésta se activa mediante cambios de escala, juegos ópticos o desviaciones formales; mecanismos que, a la postre, configuran la expresión artística. Sobre estos principios se sustenta la exposición Gestaciones en la cuerda del artista multidisciplinar Félix Muyo (Madrid, 1948) que puede verse en el Centro Cultural Cortijo Miraflores de Marbella. Comisariada por Augusto de Marsanich y con el patrocinio de Plácido Vasari, presenta 22 pinturas (óleos y técnica mixta sobre lienzo) realizadas entre 2020 y 2023 que recogen la filosofía existencial y artística del autor, pero concebida bajo nuevos parámetros formales y estilísticos.
Subyace en esta obra reciente aquella iconografía angustiada que prodigó en los años noventa: luchas despiadadas, cataclismos geológicos o atentados al medio ambiente, si bien ahora centra su atención en dos motivos concretos, en principio ajenos –o no- a tal vesania, pero sin duda destinatarios de las consecuencias: el torso masculino y la figura femenina. En ambos se advierten preocupantes síntomas de una distorsión premeditada: torsos afectos a una mutación o descomposición cutánea, exenta de toda putrefacción por el exquisito tratamiento pictórico, pleno de preciosos destellos y deslumbrantes colores. El cuerpo de la mujer, siempre anónimo, registra, en cambio, una gestación descomunal, enmarcada en un trasfondo barroco donde ciertos aditamentos (mimosas, velos, cuencos, móviles) cuestionan pasado y presente de esa etiqueta, ya caduca, denominada eterno femenino.
Desaparecen, no obstante, estos personajes en una serie de lienzos nacidos de premoniciones ominosas, que el autor se complace en proclamar como «metáforas plásticas de acontecimientos catastróficos», cuyo origen parte de la Guerra del Golfo, prosigue con el 11-S y ¿concluye? en tres apartados o conflictos: Ucrania/Rusia, Israel/Palestina y España/Cataluña. Conviven, así pues, la realidad y lo surreal en esta figuración fantástica que ahora sustituye los humanos por dos aves raras, antropomorfas, preñadas y con pechos, encaradas y encaramadas en una cuerda floja. El relato-vaticinio aumenta su tono lúgubre al cambiar, hábil paradoja, del fondo negro a un magma de factura matérica y gestual; escenario apocalíptico (a veces un hongo nuclear) que se contrapone al realismo descriptivo de objetos de culto y lugares sagrados (iglesias, mezquitas, sinagogas), así como referencias a civilizaciones extintas o extraterrestres. Civilizaciones que, para Félix Muyo, pacifista irredento, quizá sean la única solución para imponer cordura entre los desquiciados gobernantes de este planeta (todavía) azul.
