Hay exposiciones que transcienden lo que muestran; a veces, son el relato de una historia de historias apasionantes e, incluso, suponen un acto de justicia, una cierta reparación. Exactamente eso es ‘El Westmorland en Málaga’, que rescata y reúne 69 piezas del millar largo que cargaba la fragata británica Westmorland cuando fue apresada por la flota francesa en 1779 y subastada aquí, entre nosotros. Y lo hace en el Centro Cultural Fundación Unicaja de la capital, el edificio (el del Palacio del Obispo) que fue «teatro de operaciones» de este singular episodio histórico.
Rebobinemos y viajemos al año 1779. Un grupo de jóvenes aristócratas británicos (como el duque de Gloucester, sir John Henderson, Francis Basset, lord Lewisham y lord Duncannon) celebraron un viaje instructivo y de formación por Francia, Suiza e Italia, periplo en que adquirieron un ingente stock de piezas artísticas a los creadores de aquellos países a modo de souvenirs de su grand tour. Se fletó una fragata para transportar aquel millar de piezas, que zarparía de Livorno (Italia) hasta llegar a Londres. Catorce aseguradoras avalaban la travesía; también los 26 cañones de la nave. Zarpar zarpó pero nunca llegó a su destino: fue apresado por unos buques de guerra franceses cerca de Mahón y llevado al puerto de Málaga. Con sus 57 cajas y fardos repletos de tesoros artísticos. Fue hasta titular en La Gaceta de Madrid: «Ha entrado la flota francesa en Málaga con un barco de mucho valor».
La exposición es parte de la ingente investigación, desarrollada a lo largo y ancho de veinte años, por el miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando José María Luzón; una indagación minuciosa y exhaustiva que comenzó con las iniciales con que estaban marcados los cajones y fardos que contenían las obras: «Vimos en un cajón las siglas H.R.H.D.G., que en inglés correspondían a Su Alteza Real el duque de Gloucester, hermano del rey Jorge III, y tiramos del hilo hasta identificar a 32 viajeros ingleses propietarios de los cajones», recordó ayer Luzón en la presentación a los medios de ‘El Westmorland en Málaga’.
Sobre estas líneas, las acuarelas de John Robert Cozens. | ALEX ZEA
¿Qué incluye la exposición?Al poco de atracar en Málaga la fragata británica, el gobernador de Cádiz le envió un informe al conde de Floridablanca, secretario de Estado de la época, para referirle las maravillas apresadas: «Hay un cuadro de alto precio, unos 10.000 pesos, y hay cosas para el hermano del Rey de Inglaterra, el duque de Gloucester. Todo junto debe valer como 100.000 pesos. El barco trae sedas, mármoles, libros, obras de arte…». Pocos meses después, en julio, España entraba en guerra con Inglaterra, aliándose con Francia; de esta manera, el Westmorland y lo que transportaba son subastados en el Puerto de Málaga. El mejor postor fue la Compañía de Longistas de Madrid, que terminaron vendiendo el stock artístico a Carlos III. Hoy, muchas de estas piezas pertenecen a las colecciones del Museo del Prado o de Patrimonio Nacional.
Pero, ¿cuáles son esos tesoros tan codiciados? Uno de ellos, concretamente el cuadro de los 10.000 pesos, es Perseo y Andrómeda, de Antonio Rafael Mengs, que ha terminado expuesto en el Museo del Hermitage de San Petersburgo (Rusia). También había contenidos muy singulares: uno de los cajones contenía «reliquias de santos»: ocultas en un bloque de mármol y guardadas en una caja forrada de seda roja, había reliquias de San Clemente, el tercer papa de la Cristiandad. Ninguna de esas piezas se muestran en el Centro Cultural de la Fundación Unicaja, pero sí una preciosa serie de acuarelas de John Robert Cozens, el considerado «príncipe de los acuarelistas», y que se exponen poco «por motivos de conservación», según Luzón.
‘El Westmorland en Málaga’, podrán comprobarlo hasta enero del próximo 2025, es una muestra entre el Arte, la Historia y la didáctica. El contexto y los alrededores de las piezas que se enseñan son tan fundamentales como las propias obras, de ahí que las salas del espacio incluyan numerosos códigos QR que permiten ver vídeos con recreaciones 3D, escuchar la música de la época (el barco también transportaba partituras compradas por los aristócratas a los compositores de entonces) y, en definitiva, perderse en los múltiples episodios y protagonistas de uno de los acontecimientos más singulares de la historia naval del Mediterráneo.
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