La Corrida Goyesca de Ronda es siempre una de las citas más esperadas del calendario taurino nacional. El aura del Maestro Antonio Ordóñez mantiene vivo este acontecimiento que cada año desplaza hasta la monumental plaza de la Real Maestranza de Caballería a aficionados llegados desde todos los rincones del planeta taurino.
Este año, en el 450 Aniversario de la institución caballeresca de la Ciudad del Tajo, la expectación se había desbordado hasta el punto de agotarse todas las localidades doce días antes del evento. Hacía muchas ediciones que el interés por estar presente en la vieja plaza de piedra no era tanto.
En los chiqueros aguardaba una corrida de Daniel Ruiz, recientemente triunfadora en la Feria de Málaga, que debería posibilitar el lucimiento de Morante, Manzanares y Roca Rey, que llegaban aclamados a la plaza en un cortejo en el que la Fiesta se fusiona con todo el pueblo.
Llegadas las 6 de la tarde, sonaban clarines y timbales para arrancar la gran cita de la jornada tras una previa matinal con la 44 Corrida Rondeña de Rejones que anunciaba a seis toreros a caballo, tres españoles y tres portugueses, con una buena corrida de Fermín Bohórquez para las cabalgaduras. Salieron a hombros, tras desorejar a sus respectivos oponentes, Andrés Romero, Sebastián Fernández y Duarte Fernandes; en tanto que el malagueño Ferrer Martín paseaba un trofeo. Rui Fernandes como Francisco Palha se fueron de vacío.
Con la Puerta Grande abierta por estos tres rejoneadores, se marcaba el camino para los diestros a pie. Ese fue el camino que tomaba José María Manzanares. Los primeros olés rotundos de la tarde fueron los del recibo capotero a la verónica al primero de su lote. Apostó el alicantino por el pitón derecho del astado, sacándole muletazos con mucho empaque. En la salida de uno de ellos, resultaba volteado sin consecuencias, tras lo que el toro se orientó y nunca volvió a ser tan franco. Con todo, optó por someterlo más por bajo, hasta cortar la primera oreja del festejo tras una estocada tendida.
Pero la faena al quinto fue mucho más rotunda. Y eso que le molestó el viento más aún de lo que ya de por sí lo había hecho toda la tarde. Pero Manzanares se mostró cadencioso en el toreo en redondo, aprovechando el potable pitón derecho del animal. Las series, con un toreo vertical lleno de la elegancia propia de este espada, crearon un conjunto armónico, jugando bien los tiempos, y rematadas con detalles por bajo y pases de pecho con majestad. Cortó otra oreja con mucho más peso.
No hubo forma con el primero del lote de Roca Rey. Quiso el peruano gustarse con el recibo por delantales, pero ya el toro le advirtió que no estaba dispuesto a ponérselo sencillo. Con todo, lo brindó al público, pensando que podría ir a más. Pero no pudo ser. Cada vez que le bajaba la mano caía rodado, y ante esto, lo mejor fue abreviar.
En el sexto, otro toro sin clase ni fuerza, quiso Roca Rey ayudarle en un inicio de faena por alto, sin quebrantarle nada. Los naturales llegaron de uno en uno, con solvencia y desafiando a Eolo. Fue en las cortas distancias donde la faena cogía vuelo, por la emoción que supone pisar esos terrenos en los que este torero es absolutamente superior. Pudo haber acompañado a Manzanares a hombros, pero la estocada cayó muy baja y el premio se redujo a una oreja.
Morante de la Puebla, durante la Goyesca. Arjona
Sin opciones Morante El comienzo de la Goyesca no fue el mejor. El primero de la tarde acusaba mucho la falta de fuerza y no permitía a Morante lucir con el capote. Tampoco pudo exigirle con la muleta, y pese a su nobleza y la voluntad del diestro, el conjunto no pasó de simples detalles.
Cuando salió el cuarto, ya todos teníamos claro que el apartado ganadero no estaba a la altura de las circunstancias. Ni por presentación y mucho menos por juego. Encima éste, protestado de salida por su poco trapío, se lesionaba de la mano derecha y era apuntillado. No mejoró el sobrero, que defendía su flojedad con cabezazos y ante solo se pudo atisbar voluntad por parte del sevillano.