En los últimos meses lo habitual era verle corriendo por los pasillos del Congreso. Llegaba tarde a votar o se tenía que ir corriendo al terminar. Teodoro García Egea (ex secretario general del PP, 38 años) sabía desde hace un tiempo que iba a renunciar al acta de diputado. Se lo dijo a Alberto Núñez Feijóo y a otros compañeros del grupo parlamentario con la única duda de cuándo hacerlo, si ahora o después de las elecciones de mayo.
Le preocupaba la incompatibilidad de su actual trabajo en el sector tecnológico con la obligación de estar en las votaciones de los plenos. La semana que viene, sin ir más lejos, viajará a Londres varios días. En el Congreso, al mismo tiempo, se debatirá la moción de censura de Ramón Tamames a la que tendría que haber asistido sí o sí.
“En la vida hay que elegir”, dijo este jueves cuando anunció su marcha. Él ya ha tenido que elegir otras veces dentro del PP. Lo hizo poniéndose al lado de Pablo Casado en las primarias después de que Mariano Rajoy saliera de la Moncloa. Y permaneció a su lado hasta que el partido les quitó el bastón de mando en la crisis interna más descarnada que se recuerda dentro del partido. “Se ha buscado la vida y cuando lo ha tenido claro se ha ido. Es la culminación de un proceso lógico y natural. Espacio en el futuro aquí dentro no tenía”, coinciden dirigentes de la cúpula actual.
La pregunta que se hacen algunos dirigentes es por qué no se fue antes. Y la respuesta que encuentran otros es unánime: “Se ha ido cuando realmente ha podido. Ya tiene su camino hecho. El libro, sus negocios, sus viajes. La cabeza la tenía fuera ya. Venía sólo a votar. Es una marcha en diferido. Cuando ha podido irse, lo ha hecho”, rematan.
En el PP evitan hacer “lecturas políticas” de su renuncia, aunque a nadie se le escapa que supone el fin del ‘casadismo’ en el grupo parlamentario. Con el anterior líder se fue su diputado más fiel, Pablo Montesinos. El resto de la dirección —la misma que forzó la dimisión de su jefe de filas justo antes de la noche de los cuchillos largos con los barones territoriales en la que todo acabó— se reconvirtió con la llegada de Feijóo, formando parte incluso de la nueva dirección. Es el caso de Cuca Gamarra, hoy secretaria general, y de otros dirigentes que se mantienen como portavoces.
Cuando el líder gallego llegó a la presidencia nacional preocupaba la posibilidad de que García Egea “siguiera enredando”. La amenaza tardó poco en disiparse. No había opción. En Génova afirman que en este tiempo “nunca le han pedido el acta”. Tampoco le han dicho que se marchara. Y, de hecho, hace unos meses le asignaron la presidencia de la comisión de Seguridad Vial en la Cámara, que implica un plus en su sueldo mensual. Pero el que fuera número dos de Casado no tenía fácil la permanencia dentro del partido.
Mano de hierro, heridas abiertas García Egea no sólo era la mano derecha de Casado. Su paso por la secretaría general dejó heridas abiertas en todos los territorios por su empeño en renovar las estructuras territoriales y pasar el rodillo en muchas de ellas. “Sus formas” generaron tensiones muy fuertes en distintas comunidades y con algunos presidentes autonómicos, que elevaban el nivel de queja de manera continua a Casado y otros miembros de la dirección. El líder nacional le defendía o escurría el bulto.
“¿Cómo se rehabilita a una persona que hizo tantas guerras internas?”, se pregunta un dirigente de peso actual. “Eso era muy difícil”, zanjan. García Egea sabía que el futuro no pasaba por quedarse en el escaño sin más y tampoco era lo que él quería. “Hay que saber irse”, le decía a los que aún considera sus amigos. La caída de Casado no fue la del líder. Fue la de su proyecto entero del que el secretario general era parte esencial y que no tiene mucho que ver con el planteamiento de Feijóo.
Su renuncia coincide en el tiempo con dos momentos: casi un año después del descabalgamiento de su jefe y el debate de la moción de censura, la segunda, de Vox. En la primera Casado y Egea decidieron votar en contra: el candidato era Santiago Abascal y era un momento convulso de disputa en el liderazgo de la derecha. En esta, el nuevo jefe del PP ha decidido una abstención con una estrategia muy distinta.
«Discrepancia vital» Dos escenarios que dentro del partido ven “incomparables”, insistiendo en que Egea “no se marcha por tener discrepancias con la actual dirección” en cuestiones políticas o parlamentarias. “Su discrepancia es vital. Estamos hablando de todo, no de algo concreto. Él defendía otro modelo de partido”, sostiene un miembro del grupo en el Congreso. La idea de renovación, de cambiar a los primeros espadas y los candidatos, los líderes territoriales y, sobre todo, romper de alguna manera con lo que representaba el PP del pasado era parte del ADN de Casado.
Algo que han visto “enmendado” por completo en la actualidad. Y ponen de ejemplo la foto de Valencia con Feijóo rodeado de Rajoy y Aznar que tanto ponen en valor en la Génova actual. El malestar se acrecentó ante la constatación de que la nueva dirección “hace como si Casado no hubiera existido”, dice una de sus personas más cercanas.
La llegada de Feijóo al PP fue acompañada de un intento por recuperar los puentes de diálogo con el Gobierno. Unos meses después están igual de rotos que lo estuvieron con Casado. En el entorno de Egea y del antiguo líder también recelaban de esa “confianza” que tenían “los nuevos” en que habría pactos con Pedro Sánchez. Ni el Consejo General del Poder Judicial fue posible, ni nada más de lo que llegaron a plantear. “Esta película ya la hemos visto”, decían con ironía hace ya algunos meses.