José Alperovich manejó la norteña provincia de Tucumán como lo suele hacer un caudillo que cree desconocer los límites. El poder se le escapó como arena entre las manos desde el momento en que fue denunciado de haber ejercido la violencia sexual, con acceso carnal, nada menos que por su sobrina y exasesora. La justicia se tomó su tiempo para pronunciarse: casi siete años. En la noche del martes, el histórico dirigente peronista fue condenado a 16 años de prisión. El exgobernador abandonó los Tribunales de la ciudad de Buenos Aires con las manos esposadas. Antes, había escuchado la sentencia con la mirada perdida. Un temblor en los labios acompañó el ritmo del dictamen leído por el juez Juan María Ramos Padilla.
La parte querellante había pedido 22 años de cárcel para el excaudillo. El fiscal Sergio Abraldes decidió atenuar la pena. Cuando termine de cumplirla, el peronista tendrá 85 años. El exgobernador y exsenador, de 69 años, fue a su vez inhabilitado de manera perpetua para ejercer cargos públicos a nivel nacional, provincial y municipal.
Alperovich estuvo acompañado por sus hijos. Su esposa, la exsenadora Beatriz Liliana Rojkés, quien en su momento fue designada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para ocupar la presidencia provisional del Senado, se quedó en su casa, en San Miguel de Tucumán. Siguió por zoom el tramo final del juicio.
La portavoz de la mujer abusada, Milagro Mariona, dijo que, con el dictamen, la justicia emitió «un mensaje muy importante en contra de la impunidad».
La política argentina tiene un largo historial de caudillos provinciales que disfrutaron del privilegio del ejercicio casi absoluto del poder y, posteriormente, el ocaso. El asesinato en 1990 de una joven estudiante en la provincia de Catamarca, ubicada en el noroeste, provocó la caída del gobernador peronista, Ramón Saadi. El crimen había involucrado a hijos de personas cercanas a la gobernación. Carlos Juárez, también peronista, tuvo la misma suerte y desgracia que Saadi. En 2004, el Congreso nacional intervino el distrito en medio de denuncias de violaciones a los derechos humanos y abuso sexual. Eran otros tiempos, y Juárez no fue condenado.
Alperovich controló con un puño a Tucumán durante 12 años de gestión y luego entre bambalinas. Sin embargo, «cayó en soledad», según el diario La Nación. Ya no contaba con intendentes y legisladores que le obedecían de manera automática. «Tucumán se había olvidado» de él. Osvaldo Jaldo, el actual gobernador tucumano, un peronista que no dudó en aliarse con Javier Milei, había sido ministro del Interior del caudillo. Al comenzar su mandato intentó hacerle un lugar en su equipo a los Alperovich. «Tenía prevista la Secretaría de Género para Sarita, una de las hijas del exsenador que estuvo a su lado durante casi todo el juicio», recordó La Nación. Sin embargo, las agrupaciones feministas rechazaron ese nombramiento.