La industria vegana enarbola desde hace años un argumentario que ondea a diestro y siniestro para ganar terreno en los lineales. Se posiciona como alternativa a los productos de origen animal y asegura querer contribuir a paliar la hambruna a nivel mundial, sin duda más cerca gracias a las nuevas técnicas de producción de alimentos, pero además de ello ha apostado por intensificar su ofensiva contra el pescado y la carne, haciendo creer que sus productos son o pueden llegar a ser sustitutivos de los mismos. Lo hace a través del etiquetado y potentes campañas dirigidas a ensalzar los valores nutricionales de estos elaborados o su menor huella ambiental frente a la merluza, los calamares o el atún, por ejemplo, a los que por si fuera poco trata de imitar en forma, color o textura. Hasta apropiándose de su nombre, usando términos como ‘Filetes de merlvza’, ‘Kalamarz free fish’ o ‘No tuna sashimi’ en referencias que no se ajustan a la realidad e inducen a errores.
Es por ello que parte de los esfuerzos del sector pesquero y ganadero se están centrando en estos momentos, dentro de los múltiples frentes que tienen abiertos, en hacer entender a Europa y a los estados miembros que la innovación alimentaria no es su enemigo e incluso es necesaria, aunque nada tiene que ver esto con permitir prácticas anticompetitivas o un mal uso del marketing para vender productos ‘plant-base’d como si fueran productos del mar. Es como si las pesqueras anunciaran guisantes de jurel, aguacate de langostinos o espárragos de pulpo, calcando sus siluetas y utilizando tonos verdes para darles la apariencia de algo que no son.
Con este contexto, la incomprensión de la pesca es máxima al conocer que la Unión Europea acaba de ‘premiar’ a una de las firmas más importantes del continente en la elaboración de alimentos artificiales y que, a sus ojos, emplea este modelo para posicionar sus productos en los supermercados. Se trata de la ‘startup’ austríaca Revo Foods, que hace cuestión de semanas inauguró en Viena la planta de impresión 3D de alimentos más grande del mundo, bautizada como Taste Factory, y que ha recibido 2,2 millones de euros de financiación del programa Eureka Eurostars y VLAIO para mejorar su salmón ‘fake’. Una iniciativa que llevará a cabo junto a la empresa belga de fermentación de precisión Paleo que consiste en crear una proteína de mioglobina innovadora para alternativas veganas a este pescado azul, pero imitando el resto de sus atributos físicos.
«Si Europa quiere fomentar la impresión 3D de alimentos nos parece fantástico, pero esos productos no pueden confundir al consumidor», evidencia el secretario general de Anfaco-Cecopesca, Roberto Alonso, dejando claro que «la innovación siempre es positiva, pero el mercado tiene que estar basado en reglas». El presidente de Conxemar, Eloy García, destaca por su parte la necesidad de «defender a ultranza la sostenibilidad, la trazabilidad y el etiquetado riguroso y claro para el consumidor». «El pescado es salud. La Organización Mundial de la Salud recomienda su ingesta al menos tres veces por semana. No he visto esa recomendación para ninguno de los productos que dicen ser sus sustitutivos», sentencia.