Como un huracán de emociones. Reivindicativa, indomable y sin pelos en la lengua, Zahara (Úbeda, 1983) ha logrado hacerse un hueco en la música con su estilo pop. En su larga trayectoria, la andaluza ha conquistado lo más alto con su disco Puta, un CD que generó polémica. En septiembre se presentara en formato «acustiquísimo» en el Teatro Cervantes. Un recital muy especial: Bajo el lema «Liberando a la humanidad del miedo», la recaudación se destinará íntegra a Cruz Roja Málaga. Aprovechamos la ocasión para hablar con la artista sobre lo que significa para ella la música, su controvertido disco Puta y la política.
A los 12 años compuso su primera canción, ¿qué mantiene de aquella María?
Para mí la música sigue siendo un refugio, un lugar donde ser honesta y donde sentirme completamente libre. Conservo la ilusión por la música. No la he perdido. Recuerdo mucho esas primeras veces en mi habitación haciendo canciones y sintiendo que estaba en conexión conmigo misma.
Por los títulos de sus discos da la sensación que cada uno pertenece a una etapa de su vida.
Sí. Cuando era pequeña era incapaz de hacer canciones que hablaran de lo que me había sucedido, sino que hablaba dando un rodeo con metáforas. Las canciones son algo autobiográfico. He escrito una novela, y me planteo escribir alguna más, porque puedo desarrollar mi imaginación e irme más a la ficción. En mis canciones siempre acabo hablando de mí, siendo la foto de un momento vital.
¿Ha tenido una vida tan ajetreada?
Sí. La fabulosa historia de… la escribo con mucha ilusión cuando estoy entre Granada y Barcelona. En La pareja tóxica me desahogo y narro todas las decepciones románticas y profesionales de mi vida. En el caso de Santa, empiezo a explicar cómo cojo las riendas totales de mi carrera y hablo de la conexión con la educación religiosa. Con Astronauta plasmo, como madre, el momento en el que dejo el planeta Tierra y vago por el espacio para ver si hay vida; tiene que ver con la maternidad. Finalmente, con Puta, hablo de las violencias machistas que sufrí desde niña y que me atrevo a contar.
También, dentro de su vida, tuvo una polémica con Vox en Toledo, ¿qué sucedió?
Saqué el disco y en la portada aparezco con una banda que pone «puta», en una imagen que puede evocar a una figura religiosa. Mi intención era denunciar la presión con la que vivimos las mujeres de ser unas santas. Llevaba seis meses en el mercado. El problema es cómo un partido político se aprovechó de esa imagen para denunciar lo que se imaginaron o les apeteció. Consiguieron formar revuelo. Con mi música sigo defendiendo la libertad de expresión. A estas alturas, alarmarse por una obra artística, me parece un viaje al pasado que me produce pavor. Pero que yo haya vivido con esa palabra toda mi vida [puta], no le alarma a nadie.
¿Urge separar la cultura de la política?
Veo el uso de todo lo que he creado por unos y por otros para su propio beneficio. Se ve que utilizan canciones de artistas que están completamente en contra de esos partidos y los propios artistas piden que no lo hagan. También veo que las formaciones menos progresistas buscan controlar la cultura. Es de un alto valor para la ciudadanía para desarrollar el pensamiento crítico. En el lado contrario, la cultura siempre debe empaparse de la situación política para luego reventarla y generar ese pensamiento crítico.
Sorprende que quiera despedirse de Puta, su gran éxito.
Es el mejor disco que hecho en mi vida. Es el más radical. Me siento orgullosa de él, pero también siento que he hablado tanto de ello y me he expuesto de tal forma que necesito un tiempo de recogimiento y que la etapa de Puta se cierre. Pero seguiré cantando las canciones del disco, me ha dado mucho.
¿Se siente utilizada como artista por estas canciones?
No. Me siento reconocida, respetada y me llegan mensajes de personas fantásticas que conectan y agradecen lo que he hecho. Creo que abrió el camino a muchas personas que querían escuchar lo que habían vivido en la voz de otra persona. Aprendí mucho de ello. Muchos son los que intentan que nos callemos, pero somos cada vez más voces.
Hablando de utilización, afirmó que ha tenido que demostrar más por el hecho de ser mujer. ¿A qué se tuvo que enfrentar estos años?
Pertenezco a una generación en la que en el gremio apenas había mujeres. El único sesgo era el del género. Se asumía que podías cantar bien, pero tenías que demostrar que sabías tocar. Cuando lo hacías, el piropo era que lo hacías como un hombre. Tuve que aprender a no cantar normativamente bien por ello. Fue un ejercicio de búsqueda motivado por la presión de la perfección. En la gira de Puta trabajaban catorce personas, más las de mi sello. Llegaba a los sitios y tenía que reivindicarme. Soy más que una cantante; es agotador el ninguneo.