¿Por qué este libro sobre su experiencia docente en el área de medicina?
El año 2023 publiqué en la Editorial Homo Sapiens de Argentina Las emociones de la profesión docente. Expongo en ese libro las emociones que he vivido procedentes de mis alumnos y alumnas, de las experiencias vividas, de las personas halladas, de los libros escritos, de las conferencias pronunciadas, del ejercicio de la dirección y de la muerte de personas que ya se han ido. Había un capítulo relacionado con las emociones que he vivido en los muchos años, casi treinta, que trabajé en la formación de los MIR. El editor me sugirió que eliminásemos ese capítulo porque el libro alcanzaba un número de páginas excesivo y porque, me decía Perico, mi editor, pocos docentes tienen esa vinculación con el área de salud. Acordamos plasmar esas vivencias en un libro nuevo, que es, digamos, una ampliación de Las emociones de la profesión docente.
Utiliza el relato de Galeano para el título del libro y también, por tanto, como una especie de leit motiv. ¿Qué buscamos cuando vamos al médico ¿Soluciones a nuestros problemas de salud o algo más, digamos, del ámbito emotivo?
Galeano cuenta que una solitaria anciana que estaba hospitalizada desde hacía mucho tiempo, cada vez que el médico entraba en la habitación, le pedía que le tomara el pulso. Una y otra vez, una y otra vez. El médico estaba un tanto molesto por esta insistencia, claramente obsesiva. Hasta que descubrió que la señora no estaba preocupada por su tensión sino que necesitaba el contacto de un ser humano para aliviar su extrema soledad. Por eso mi respuesta a tu pregunta es rotunda: claro que buscamos mantener o recuperar la salud en su dimensión somática, pero también el apoyo emocional de un profesional al que le importamos como personas. Me preguntaron en una ocasión qué es lo que le pediría a mi médico. Y en un capítulo de este libro lo explico con estos diez verbos: escúchame, compréndeme, explícame, conóceme, ayúdame, respétame, anímame, cúrame, quiéreme, sonríeme. En esa simple enumeración hay un poderoso componente afectivo. Un enfermo no es una máquina que se ha averiado y que necesita ser reparada.
¿Qué le enseña un docente a un médico y un médico a un docente?
Hermosa pregunta. Poderosa pregunta para explicar el porqué de este libro. Todo lo aprendemos entre todos. Estoy seguro de que he aprendido de ellos mucho más de lo que yo les he enseñado. He aprendido cómo se ejerce una profesión exigente, cómo se cultiva la necesidad de aprender, cómo se hacen preguntas para comprender, cómo se aprende de los errores, cómo se va madurando la responsabilidad, cómo se aprende desde la práctica, cómo se ejerce la curiosidad por el aprendizaje de la didáctica… Un docente puede desmontar algunos mitos y errores sobre el aprendizaje, cuán necesario es conocer al que aprende, cómo se llevan a la práctica las teorías del aprendizaje, cómo se necesita reflexionar sobre la práctica docente para mejorarla en su racionalidad y en su justicia, cómo se puede hacer una evaluación formativa…
¿Buenos alumnos los médicos?
Sí, lo son. Magníficos aprendices. Lo digo porque de la parcela que yo me encargaba en los cursos, ellos no habían tenido prácticamente ninguna preparación sistemática en la formación inicial. La receptividad era extraordinaria. Nos encargábamos del diseño, desarrollo y evaluación de esos cursos el doctor Daniel Prados, jefe de la Unidad Docente de Málaga como profesional del área de salud y yo como responsable de la parte didáctica. Confesaré aquí, en honor a la verdad, que los cursos de una semana, aproximadamente cien, celebrados en Madrid, han sido los mejor preparados y atendidos de los que he impartido. De ese esmero tenía mucha responsabilidad Lola Vicent, responsable de los mismos.
¿Tanto se nota, como paciente, cuando un médico ha contado con un tutor adecuado?
Pues sí, creo que se nota mucho. Lo veíamos en las observaciones que hacíamos de las consultas en los centros de salud cuando hicimos la evaluación de la formación. Había tutores que tenían a los MIR como mano de obra: extiende la receta, hazle la baja… Pero otros tutores le hacían participar en la exploración, le pedían opinión mostrando un electroencefalograma, les sugerían en algún caso que dirigiera la consulta… Y el aprendiz veía en algún tutor a alguien que escuchaba al paciente con profundidad, que iba más allá de las mediciones, que se sabía los nombres de sus pacientes… No se debe olvidar que no hay forma más bella y más hermosa de autoridad que el ejemplo. Les decía a los tutores y a las tutoras: «El ruido de lo que sois llega a los oídos de vuestros MIR con tanta fuerza que les impide oír lo que les decís». Enseñamos más por cómo somos que por cómo les decimos que tienen que ser…
Subraya en varias ocasiones que no es lo mismo buenos profesionales que profesionales buenos.
Es una cuestión fundamental. De hecho coordiné un proyecto sobre esta cuestión en la Universidad Mayor que tiene sede en Santiago de Chile y en Temuco. Se denominaba así: Buen profesional, profesional bueno. El equipo rectoral decía, con buen criterio, que no le importaba solo tener buenos médicos sino que querían tener médicos buenos. No olvidemos que fueron médicos muy bien preparados, ingenieros muy bien formados y enfermeras muy capacitadas en su oficio, los profesionales que diseñaron las cámaras de gas en la Segunda Guerra Mundial. ¿Sabían mucho? Sí, claro que sí. Se han hecho estudios de lo bien que ventilaban los hornos crematorios. Pero, ¿qué pensaron sus víctimas? Probablemente maldijeron el día que habían aprendido tanto y más aun el día que les evaluaron positivamente aquello que habían aprendido y que les iba a costar la vida de forma injusta y cruel. Por eso me pareció excelente un lema que vi en el frontis de una Universidad de Guadalajara, México: «Aquí tenemos que formar no a los mejores del mundo sino a los mejores para el mundo».
En varios pasajes del libro se refiere a la pandemia. Fue una oportunidad no solo para valorar el trabajo de estos profesionales sino también para comprender la dimensión emocional de su desempeño. ¿Cree que la sociedad ha aprendido a hacerlo después de estos años?
Cuando releo lo escrito sobre esa etapa que atravesamos, tengo la impresión de que somos muy olvidadizos. Los profesionales de la salud nos salvaron de forma heroica de un cataclismo. Me da la impresión de que nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Vimos, por ejemplo, la importancia de la sanidad pública, pero esa experiencia no ha frenado los intentos privatizadores que se producen en las comunidades gobernadas por la derecha. Vimos la importancia de la investigación cuando gritábamos por el hallazgo de las vacunas, pero no hemos mejorado las estructuras de investigación. Creo que no hemos aprendido todo lo que la pandemia nos ha mostrado . Pero, claro, el problema es que lo que nos hace aprender no es lo que pasa sino cómo vivimos e interpretamos eso que pasa.
Me imagino que su hija Carla habrá leído el libro. ¿Su veredicto?
Le he dedicado el libro a mi hija porque está estudiando Enfermería. Pero no ha leído el libro, aunque me ha prometido hacerlo cuando pasen etas vacaciones. Sé que es un crítica exigente de lo que escribe su padre. Le estoy escribiendo un diario desde el día que nació y que todavía sigo escribiendo. Voy por tomo XI. Se titula Déjame que te cuente. Hace poco ha leído lo que escribí sobre un viaje que hicimos a Nueva York. Y me ha dicho que escribí lo que me gustaría que sucediera pero no lo que realmente sucedía. Así que, si pretendo recibir una información relevante, cuando lo lea, la escucharé con atención y con humildad.