A tres días de concluya la campaña electoral, sobre el territorio venezolano se despliegan, superpuestas, numerosas batallas. El madurismo y la oposición miden a todas horas sus fuerzas en las calles. Sus discursos colisionan en el espacio público con acusaciones cruzadas, a veces subidas de tono. La candidatura de Nicolás Maduro tiene sus principales centros de propagación en los medios de comunicación estatales, donde ejerce su supremacía gracias a una maquinaria que se alimenta de fondos públicos. Edmundo González Urrutia lucha en condiciones de mayor paridad en el mundo virtual, sin llegar a la extravagancia de bailar en TikTok como su adversario. Los principales aspirantes a la presidencia libran a su vez otra guerra: la de las encuestas y las interpretaciones sobre lo que puede suceder el próximo domingo.
De acuerdo con el Centro de Medición e Interpretación de Datos Estadísticos (CEMIDE 50.1), Maduro obtendría el 28 de julio el 56,7% de las adhesiones, 23 puntos más que su principal oponente. Hinterlaces le asigna al hombre que busca la reelección después de una década en el poder un porcentaje similar. Son esos números a los que se aferra el Partido Socialista Unificado (PSUV), y que se dan de bruces con las proyecciones de las consultoras Datanálisis, Delphos, Consultores 21 y ORC, para las cuales González Urrutia, el abanderado de la Plataforma de Unidad Democrática (PUD), le saca a Maduro una ventaja de 20 puntos que sería imposible de remontar.
«Si las condiciones se mantienen como están y no hay un cambio en el Tribunal Supremo que saque la tarjeta (papeleta) de la MUD o suspenda la candidatura González Urrutia, no hay ninguna posibilidad de que pierda la elección. La diferencia está entre el 25% y el 30%», asegura Saúl Cabrera, de Consultores 21. Luis Vicente León, de Datanálisis, reconoce que, más allá de la diferencia favorable a González Urrutia, el escenario está abierto en una competencia signada por la anomalía: María Corina Machado, la actual líder opositora, no es candidata, sino la principal validadora del hombre que representa los intereses de la PUD.
Perú, Chile y Nicaragua»Algunos piensan que la diferencia de preferencias entre los candidatos es tan grande que no hay forma de recortarla. Otros creen que el control del Estado es de tal magnitud que es absurdo pensar que (Maduro) vaya a dejarse ganar», escribió León en X y recomendó revisar la historia latinoamericana. El consultor recordó lo que sucedió en el año 2000 con Alberto Fujimori en Perú. Creía tener la segunda reelección asegurada y un ignoto Alejadro Toledo la puso en entredicho. Si bien Fujimori se «autoeligió», meses después tuvo que huir del país.
Otro antecedente que la memoria de los analistas recupera por estos días los lleva a Chile, especialmente al 5 de octubre cuando el dictador Augusto Pinochet fue derrotado en el plebiscito con el que buscaba dos cosas: legitimidad internacional y eternizarse. La oposición aceptó reglas de juego desfavorables, en un punto no muy diferentes a las que rigen el presente proceso electoral venezolano, pero pudo beneficiarse de los mayoritarios anhelos de cambio de la sociedad. Pinochet se vio obligado a convocar a elecciones en las que Patricio Aylwin, el candidato de la Concertación Democrática, venció en 1990 al exministro de Hacienda del régimen militar, Hernán Büchi.
Otro antecedente electoral relevante es recuperado por los analistas y tiene que ver con la Nicaragua de 1990. Daniel Ortega, el candidato del Frente Sandinista de Liberación (FSLN) cayó el 25 de febrero ante Violeta Chamorro por 14 puntos de distancia. Esa diferencia daba cuenta del cansancio social con la guerra civil, apoyada desde Washington, pero también con el propio FSLN.
Incertidumbre y temorNo hay garantías de que esos escenarios se repitan en Venezuela. Solo son evocados en el plano de las conjeturas. Las especulaciones concluirán en la noche del domingo venidero si es que no surgen problemas derivados de que la fuerza derrotada se niegue a aceptar el veredicto de las urnas.
Hugo Chávez perdió una consulta popular en 2007. Maduro no pudo imponerse a la oposición en las legislativas de 2015. La situación actual es diferente porque está en juego quién habitará el Palacio de Miraflores. Al menos en términos estadísticos, y más allá del optimismo rebosante de su candidato, el madurismo podría tener fecha de vencimiento en la madrugada del 29 de julio.
El PSUV rechaza que ese escenario se formule incluso como hipótesis, no de modo muy distinto en el que lo formularon Pinochet, Ortega y Fujimori, cada uno en su momento y con distintos énfasis. «Si no quieren que Venezuela padezca un baño de sangre, en una guerra civil fratricida producto de los fascistas, garanticemos el más grande éxito y la más grande victoria de la historia electoral de nuestro pueblo», advirtió el mandatario días atrás durante un acto realizado en la Vega, una zona popular del oeste de la capital.
Para González Urrutia, su rival a pasado de la bravuconada al chantaje social. «Ellos han querido sembrarle el miedo al cambio, ellos quieren que el miedo no permita (a la población) expresarse el próximo domingo. Con lo que ellos no cuentan es con la valentía del pueblo venezolano».
El efecto BidenCon lo que no contaban ni Maduro ni su oponente era con los cambios en Estados Unidos y su incidencia en Venezuela. La decisión de Joe Biden de no participar en las elecciones abre nuevos signos de pregunta que obligarán a los candidatos del PSUV y la PUD a fijar posiciones. Maduro, quien ha mantenido muy malas relaciones con Donald Trump, especialmente por las sanciones económicas y el respaldo que le dio al diputado Juan Guaidó para autoproclamarse «presidente encargado», en enero de 2019, debió escuchar con especial atención el discurso de proclamación del candidato Republicano en el que apuntó contra Venezuela y Cuba, y calificó a los inmigrantes de «enfermos mentales», «violadores» y «asesinos», al tiempo que prometió finalizar el muro en la frontera con México.
De acuerdo con Maduro, Biden «ha tomado la sensación más sensata y correcta». Bajo esas circunstancias «no podía asumir las riendas del país y menos una candidatura». Le deseó no obstante «larga vida» al hombre que permitió desde la Casa Blanca aliviar algunas sanciones económicas. Su paso al lado le permitió presentarse como una figura ubicada en las antípodas. Para ser presidente, dijo Maduro, «tienes que tener salud de hierro. Yo me cuido mucho… todos los días corro tres kilómetros, practico y tomo mi jugo verde. Estoy fuerte, enérgico, me siento más joven y saludable que nunca».