El primer ministro polaco, el liberal Donald Tusk, consumó la remodelación de su Gobierno exigida por sus socios, con el propósito de convencerles para mantenerles en una coalición maltrecha tras la victoria del ultranacionalismo en las pasadas elecciones presidenciales. Las amenazas del exterior y la necesidad de reforzar la seguridad del país fueron sus argumentos principales.
«Somos responsables de la seguridad de nuestras fronteras y de nuestro territorio. Debemos garantizar nuestra seguridad militar, interna y energética», afirmó Tusk al presentar a su equipo. Aludió a continuación a «sabotajes» -es decir, Rusia-, a la guerra híbrida o infiltración de inmigración irregular desde Bielorrusia y también a la necesidad de mostrar «cohesión» a esas amenazas.
Con ello se dirigió tanto a sus aliados como a su gran rival, el ultranacionalista partido Ley y Justicia (PiS). Si algo comparten ambos bloques es la máxima alerta hacia Moscú, la necesidad de rearmar a Polonia, así como la línea dura frente a la inmigración.
Su remodelación sigue a la victoria en las presidenciales del pasado junio del ultranacionalista Karol Nawrocki. Tusk llegó al poder en 2023 gracias a una coalición de amplio espectro unida por el propósito de impulsar la ‘regeneración democrática’ de Polonia. Confiaba en un relevo en la presidencia a favor de su correligionario, Rafal Trzaskowski, para poner fin al bloqueo ejercido por el presidente saliente, Andrzej Duda, originario como Nawrocki del PiS.
Presiones internasA la derrota de su candidato han seguido amagos de deserciones en el seno de una alianza de gobierno que es muy heterogénea. La Plataforma Cívica (PO) de Tusk engloba varias organizaciones, a las que se suman como socios los centristas del PSL y Polonia 2050, además de la moderada Nueva Izquierda. Las más fuertes presiones sobre Tusk procedían del Polonia 2050, cuyo líder y presidente del Sejm, la cámara baja, Szymon Holownia, le exigió el ‘nuevo comienzo’.
El primer ministro necesita retener a sus socios para «combatir» esas amenazas exteriores, pero también para «frenar a quienes desde Polonia les respaldan». La frase era una alusión a la tercera fuerza nacional, la ultraderecha libertaria de Confederación, pero también al PiS, ya que según Tusk sus hostilidades hacia el gobierno benefician a Moscú.
El puntal de su ejecutivo será el hasta ahora ministro de Exteriores, el experimentado Radoslaw Sikorski, que asciende a viceprimer ministro. Refuerza Economía, Finanzas y Energía, pero reduce el número de ministerios al suprimir seis del total de 26 que tuvo. A Tusk se le había criticado este equipo amplificado, con el que quiso contentar a sus múltiples socios, y cuya resultante fue el gobierno con más ministerios en la historia de Polonia en democracia.
Tensiones con BruselasTusk se sometió ya poco después de las presidenciales a una moción de confianza, que superó. Pero tiene por delante muchos retos. Nawrocki asumirá la presidencia el 6 de agosto y ha prometido mantener el bloqueo sobre las reformas de Tusk. Han quedado atascadas tanto la liberalización del aborto, que quedó prácticamente prohibido en la etapa en que el PiS dominó el gobierno y la presidencia, como la derogación de la reforma judicial de los ultranacionalistas.
Nawrocki representa una línea aún más dura que la del saliente Duda. Además de obstaculizar su política nacional, Tusk teme que el bloqueo presidencial enturbie su buena sintonía con Bruselas. Antes de su llegada al poder, la Comisión Europea (CE) había activado expedientes contra Varsovia por las andanadas del PiS contra el poder judicial, los medios críticos o los colectivos LGTBI+Q.