El plurilingüismo es uno de los temas de esta reunión. ¿Cómo difunde el Instituto Cervantes el catalán y otras lenguas de España en el mundo?
Desde su fundación, nuestra misión es difundir la cultura española y en español, pero se trabaja también con el euskera, el gallego y el catalán. En cuanto al catalán, tenemos la posibilidad de ofrecer cursos de lengua catalana y en los dos últimos años hemos dado 96. Aparte, desarrollamos actividades culturales con una media de 8.000 al año. En los últimos tres años, unas 4.500 de ellas tenía algún protagonista catalán o estaban relacionadas con la lengua catalana.
¿Ayudará esta reunión que por primera vez se realiza en Barcelona a apoyar más la lengua y la cultura catalanas?
Afirma la voluntad en defender el bilingüismo y la diversidad cultural y lingüística como un valor democrático. Barcelona y Cataluña son bilingües. La riqueza cultural de España tiene que ver con la diversidad cultural de sus nacionalidades. Pero no hay que olvidar que Barcelona es una de las grandes capitales mundiales del español. Más allá de la gran alabanza de la ciudad en El Quijote, basta recordar el boom latinoamericano en los años 60 con la actividad cultural de la agencia de Carmen Balcells, que convocó en Barcelona a escritores como García Márquez o Vargas Llosa.
Reunirse aquí afirma la voluntad de defender el bilingüismo como un valor democráticoEn la segunda parte de Don Quijote de la Mancha, un capítulo destaca esta ciudad como «archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única».
Para nosotros es importante no solo reivindicar la calidad de la cultura en catalán sino Barcelona como capitalidad cultural. Es una manera de integrarla en la programación cultural con vistas al futuro. El año que viene, por ejemplo, se le dedica la Feria del Libro de Guadalajara a Barcelona. También en 2025 se realizará en Barcelona el Mondiacult: reunión de ministros de cultura de países iberoamericanos. Y el año próximo la red de ciudades cervantinas celebrará aquí su pleno. Hay que recordar que aquí el Quijote vio una imprenta o que Cervantes vivió y tuvo aquí una casa. El responsable de la red de ciudades cervantinas tiene una propuesta: un itinerario que recuerde los lugares cervantinos como ya hay en otras ciudades del mundo.
¿Por qué ha tardado tanto en realizarse aquí siendo la capital catalana una ciudad tan cervantina?
Nos parecía absurdo que no se hubiera hecho todavía una reunión anual del Instituto Cervantes aquí. Desde que entré a ocupar este cargo he querido estar allí donde no se había estado antes en representación de la diversidad. Fue un éxito la reunión en San Sebastián hace dos años y ahora se han dado las condiciones naturales para hacer una reivindicación de la cultura catalana y española en Barcelona. Hay un ambiente general que lo propicia gracias a unas relaciones de mejor convivencia que en años más difíciles por toda la complejidad del procés y sus consecuencias.
Barcelona no suele presumir de su pasado cervantino. ¿El vínculo de la ciudad con Cervantes y el Quijote debería reflejarse en una relación más afectuosa en el futuro?
Este encuentro es un punto de partida de colaboración. Traer a los directores de toda la red internacional del Cervantes sirve no solo para homenajear a la ciudad, sino para que conozcan todas las posibilidades culturales, turísticas, gastronómicas y de todo tipo que se puedan extender a través de nuestra red. Hoy, el alcalde Collboni ha anunciado que se va a poner en marcha el Premio Miguel de Cervantes para estudios que analicen la relación de Barcelona con el autor y que se pondrá en el patio de las esculturas una de Julio González de Miguel de Cervantes. El año que viene colaborará en el pleno de la red de ciudades cervantinas. Todo ello contribuirá a revalorizar de todo lo que supuso Barcelona para Cervantes.
¿Cuál es la relación de Instituto Cervantes con el catalán?
Intentamos recoger una apuesta europea. Frente a EEUU, que intentó imponer solo un idioma, el inglés, acallando cualquier otro, la Unión Europea se consolidó respetando la diversidad lingüística como una riqueza democrática. Hay 24 lenguas oficiales y estamos apoyando la integración de todos nuestros idiomas oficiales en Europa. El Instituto Cervantes quiere reflejar la diversidad de nuestra cultura.
¿En qué han trabajado hoy en Barcelona?
Hemos hecho una reflexión sobre las distintas lenguas. El español tiene 500 millones de hablantes nativos y 100 millones más que lo han aprendido o heredado. Es una lengua hegemónica en el mundo donde hay unas 7.000 lenguas. Las lenguas hegemónicas no han de intentar predominar sino ayudar a la convivencia lingüística y el respeto a las lenguas maternas. El catalán es una lengua fuerte que no está en peligro de extinción. El gallego y el euskera, sí. Debemos apoyarlas, son parte fundamental de nuestra cultura. Y también al catalán, porque no es una de las grandes lenguas y las redes sociales y la IA le pueden afectar.
Entonces…
En el Cervantes, para hacer un curso de español, ponemos un mínimo de 10 alumnos para que sea rentable, pero para catalán o euskera, el mínimo es tres. Aunque no sea rentable, permite mantener un diálogo sensato con lenguas con un número de hablantes mediano o pequeño. El registro de matrículas para aprender español u otra lengua oficial de España estuvo en torno a 165.000.
¿Por qué en EEUU sus sedes solo ofrecen clases de castellano y no de otros idiomas del Estado?
Eso depende de las posibilidades que hay y de la demanda. Si un grupo quiere poner en marcha cursos de catalán, lo hacemos. Tenemos colaboraciones con universidades donde sí se estudia catalán. El problema en EEUU ahora es que hay que defender una cultura hispana que quiso ser descrita como lengua de pobres por la ideología conservadora y Trump. Lo prioritario ha sido reivindicar el español y el bilingüismo español–inglés. Hay 65 millones de hablantes nativos de español, hemos potenciado la enseñanza de español como lengua de herencia para que los hijos no se avergüencen de la lengua de sus padres.