A finales de 1983, unos simples acordes de sintetizador hicieron saltar por los aires los ‘mandamientos’ de un tipo de música, el hard rock, que huía cotidianamente de los conceptos y concesiones comerciales. Esos acordes condicionaron en las siguientes décadas los sonidos de buena parte de las bandas del género con un sintetizador que emitía un sonido denso, sólido, una especie de rugido. En aquellos años ese mismo aparato en concreto sonaría en discos de Queen, Mike Oldfield, Simple Minds y Jean Michel Jarre.
Lo novedoso, en este caso, lo que rompía moldes, esquemas, conceptos y dogmas era que la banda que lo utilizaba era Van Halen, probablemente el grupo de rock duro más exitoso de Estados Unidos por aquellos años. Habían alcanzado el éxito tras haber concebido un nuevo tipo de sonido y, especialmente, a través del estilo inconfundible, creativo e innovador de Eddie Van Halen en el uso de la guitarra eléctrica. Aquel tema se titulaba Jump, y se convirtió en el primer y único número 1 de Van Halen en las listas de ventas en toda su historia. Pero desde su lanzamiento ya nada volvió a ser lo mismo. Ni para la banda ni para la ortodoxia metalera que se había planteado hasta entonces como algo inconcebible el uso de un sintetizador.
“Diablos, qué bien suena esto, pero ¿es Va Halen? No, imposible, no puede ser”. La irrupción de Jump generó un debate sin precedentes entre los fans de la banda, en las filas del hard rock, en la industria musical, e incluso en el seno de la propia formación. Muchos no aceptaban que el grupo utilizase un teclado en sus composiciones. Aquello constituía un ataque directo contra los principios de un género musical que se caracterizaba por sonar pesado y a contracorriente. Ni se entendía ni se aceptaba el más mínimo acercamiento al pop, una palabra casi maldita para millones de rockeros. Eran los 80. Y el pensamiento musical predominante en muchos ambientes obligaba a elegir un bando. El propio productor de la banda, Ted Templeman, nunca estuvo de acuerdo con la introducción de aquel teclado, y David Lee Roth, cantante y letrista de Jump, acabó abandonando Van Halen tras el lanzamiento de 1984, el disco en el que se incluía este tema.
Inicios en el piano En Jump el protagonista absoluto era el Oberheim OB-Xa, un sintetizador analógico que se había lanzado en 1980 y que deparaba sonidos gruesos, con mucho cuerpo. De hecho, Eddie Van Halen ya tenía en mente los acordes de la canción en 1981, pero el resto de miembros de la banda (además de David Lee Roth, Alex Van Halen, baterista y hermano mayor de Eddie, y Michael Anthony, bajista) le habían quitado la idea de la cabeza. La relación de Eddie con los teclados se retrotraía a su infancia. Los hermanos Van Halen habían nacido en Países Bajos y su padre era un músico de jazz. A los seis años, Eddie comenzó a tocar el piano.
Un año después la familia se trasladaría a Pasadena (California), en los Estados Unidos. Allí el pequeño Eddie continuaría con sus clases de piano e incluso daría algún recital, pero pronto probó con otros instrumentos. Mientras su hermano Alex elegía la guitarra, él optaba por la batería. Finalmente, acabarían intercambiando los instrumentos y Eddie mostraría un apego por la guitarra que lo llevó a convertirse en un innovador absoluto por su peculiar forma de tocarla y esa indiscutible capacidad para extraer sonidos de ella, incluyendo el característico tapping que, si bien no inventó, sí popularizó y consolidó como recurso frecuente. Los dedos de Eddie se deslizaban sobre los trastes a una velocidad de vértigo, pero, además, sólo él era capaz de hacer sonar así.
El grupo, que se llamó Genesis (tuvieron que abandonar esta denominación al conocer que ya había un grupo con ese nombre) y Mammoth, antes de optar por el definitivo Van Halen, se había formado en 1972. Unos años más tarde, lanzó sus primeros trabajos discográficos (Van Halen, 1978; y Van Halen II, 1979) en los que la guitarra de Eddie sonaba poderosa, inconfundible, veloz, como una apisonadora. Ambos discos resultaron un éxito rotundo en Estados Unidos. Sus siguientes trabajos discográficos los acabarían consolidando como una de las grandes bandas rockeras en los States. Por eso resultaba enormemente paradójico que en su sexto trabajo de estudio, Van Halen se decantara por el uso de un sintetizador. Ellos eran una banda de sonido pesado, contundente, pero esta vez Eddie no estaba dispuesto a arrojar la toalla. Incluso hizo construir en su casa el estudio de grabación, al que llamó 5150, dígitos que se correspondían con el código de la Policía de Los Ángeles para alertar de casos protagonizados por personas con trastornos mentales.
Una noche Eddie telefoneó a Ted Templeman, el productor del grupo, y le dijo que tenía que escuchar su riff de sintetizador. Van Halen se presentó en casa de Templeman a las tres de la madrugada, y lo llevó en su Porsche hasta el estudio para mostrarle aquellos acordes. El productor acabó cediendo y pidiendo a David Lee Roth, el peculiar cantante de Van Halen, que escribiese una letra para la canción. Hay varias teorías al respecto, pero la más aceptada plantea que el vocalista se inspiró para ello en una noticia que vio en la televisión sobre un hombre que amenazaba con saltar desde un edificio de la ciudad de Los Ángeles. David Lee Roth le dio vuelta a la letra para orientar el sentido de la expresión “Salta”, en dirección a “Acepta el riesgo” y también a “Ve a por lo que quieres”.
El disco 1984, lanzado el 9 de enero de ese año, se abría con una intro de sintetizador a modo de presentación sin ambages, sin medias tintas. Era la apuesta inequívocamente personal de Eddie Van Halen, y no estaba dispuesto a ocultar la realidad, la filosofía y el concepto de ese álbum. Él creía que el rock duro podía utilizar un elemento más innovador, creía en ese mestizaje, en saltarse una norma no escrita. Y su apuesta resultó definitivamente ganadora. Se vendieron 10 millones de copias en todo el mundo y el éxito de Van Halen se extendió a todos los rincones del planeta.
Una banda engrasada Jump era un tema redondo, magnético, en el que el sintetizador sonaba imperial por encima del resto de instrumentos. Los acordes creados por Eddie (contaba Daryl Hall que este le había reconocido que estaban inspirados en los de su canción Kiss on My List) transmitían una energía absoluta, y eran una auténtica incitación a saltar. La melodía pegadiza del teclado iba acompañada de una sección rítmica en la que la batería destilaba ese sonido propio de Alex Van Halen golpeando con fuerza los toms y con sutileza el bombo, secundado por una línea de bajo aparentemente simple de Michael Anthony, con un sonido overdrive. La guitarra de Eddie Van Halen rugía cruda, como rota, hasta la llegada del solo, en la que enloquecía y deparaba ese sonido vertiginoso tan característico y personal. Después llegaban los arpegios del teclado, un malabarismo que situaba la canción en la cima. Y enviando el mensaje, David Lee Roth, con su singular estilo vocal, estableciendo amplias pausas en sus intervenciones y transmitiendo todo el dinamismo que destilaba la pieza.
Buena parte del éxito de Jump se debió al videoclip que lanzó la banda para promocionar el álbum y que se convirtió en uno de los más emitidos por la MTV. Simulando un directo, los miembros de la banda se movían sobre el escenario mirando a las cámaras con sonrisas, gestos y ademanes que fueron capaces de transmitir altas dosis de energía, vitalidad y buen rollo. La imagen se unía a la música para contagiar a la audiencia de ese salto . En aquel videoclip aparecía Eddie Van Halen tocando el teclado y la guitarra, pero, sobre todo, lo que tenía aún más fuerza visual era la forma en que sonreía y contagiaba ese entusiasmo que, sin duda, le había procurado poder finalmente grabar Jump con la incorporación de un teclado saltándose leyes no escritas, ignorando los clichés y degustando una melodía que se sitúa hoy cuatro décadas después entre las más representativas de los ochenta.
El genio de la guitarra se divertía tocando un sintetizador, la canción era número uno en las listas y el disco sólo se veía superado en ventas por el Thriller de Michael Jackson (donde, por cierto, había colaborado Eddie Van Halen tocando el solo de guitarra del tema Beat it). Para redondear la fuerza visual del videoclip David Lee Roth, que se encargó de codirigirlo con un presupuesto que no llegó a los 1.000 dólares, decidió añadirle unos espectaculares brincos estratosféricos. Puede que el vocalista de Van Halen no fuera un prodigio vocal, ni un virtuoso, pero pocos como él podían hacerse con las riendas del espectáculo encima de un escenario.
Aquellas, sin embargo, serían sus últimas muestras de efusividad y piruetas como frontman de la banda. A pesar del éxito rotundo del disco, David decidió ir por otros derroteros, ajeno al rumbo que acababa de emprender Van Halen, y abandonó la banda para emprender una carrera en solitario, siendo sustituido por Sammy Hagar.
Una larga estela Aquel 1984, marcado por el Oberheim OB-Xa, era un disco, sin embargo, que contenía canciones mucho más contundentes sin el uso de teclados. Por ejemplo, Panama o Top Jimmy, que figuran entre las canciones más reconocibles de la historia de Van Halen con sus habituales riffs de guitarra crepitantes, los armónicos de Michael Anthony y la contundencia a la baquetas de Alex Van Halen. También House Of Pain, o Hot for Teacher, con un magnífico arranque de batería.
Pero el éxito de Van Halen fue más allá de la propia banda, constituyéndose como referencia o indicio para otros grupos de que el rock duro o el heavy metal no estaban reñidos con el uso de sintetizadores. No es casualidad que posteriormente formaciones como Judas Priest o Iron Maiden echaran mano en sus trabajos de los sintetizadores, o que formaciones como Bon Jovi nacieran ya con teclista. Kee Marcello, exguitarrista del grupo sueco Europe, dijo que el gran éxito de The Final Countdown probablemente no habría existido sin el antecedente de Jump.
A partir de aquella línea de sintetizador surgieron después muchas otras que quedaron inmersas en trabajos de Van Halen como 5150 (1986) o OU812 (1988), y en éxitos como Why Can’t This Be Love, Dreams o Love Walks In. Después de todo, con Jump puede decirse que Eddie, que llamó a su único hijo Wolfgang, y no hace falta decir en homenaje a quién, dio con la tecla. Toda una paradoja para quien es recordado como un héroe de la guitarra, pero, por encima de todo, como aquel músico que siempre esbozaba una sonrisa mientras deslizaba sus dedos por los trastes a la velocidad del rayo.