Guitarras Ramírez es un taller especializado en la fabricación de la característica guitarra española. José Ramírez fundó la compañía en 1882. La actual maestra del taller es Amalia Ramírez, que pertenece a la cuarta generación de la familia y es la primera mujer al frente de la empresa. Las guitarras que salen de este taller están fabricadas a mano y cada una de ellas es una pieza única. «Una guitarra tiene que ser una orquesta completa», asegura Amalia Ramírez. «Los que mejor hacen las guitarras, las más afinadas, son los Ramírez. Eso se nota», asegura José Luis Monzón, guitarrista de flamenco.
«He crecido entre virutas y con el olor de los barnices, siempre he querido hacer esto», reconoce Amalia Ramírez. El maestro guitarrero es el encargo de supervisar todo el trabajo y realiza su trabajo con la ayuda de los oficiales de primera. En este caso, el oficiale de primera del taller es Enrique Ramírez, sobrino de Amalia Ramírez que constituye la quinta generación de esta saga de guitarreros. Por debajo estarán los oficiales de segunda y después los aprendices. «Esta estructura viene del siglo XIX y es como se organizaban los talleres artesanos», explica Enrique Ramírez.
Todo empieza con el diseño del maestro. Una vez que están decididos los materiales, se puede empezar a construir el instrumento. «Una vez tenemos todas las piezas, se ensamblan. A continuación se lija y se barniza toda la madera. Para terminar se le ponen las cuerdas y se hace una prueba de sonido. El maestro guitarrero le tiene que dar el visto bueno al resultado final y revisar que está todo correcto», relata Enrique Ramírez.
Las guitarras de este taller se venden por todo el mundo. «Desde América Latina hasta Nueva Zelanda, Australia, Japón o Corea. En todos estos países puedes encontrar nuestras guitarras. Los precios van desde los 4.000 euros hasta los 20.000. Los materiales que utilizamos tienen muchos años de secado y empleamos muchísimo tiempo en hacer cada pieza. Para hacer cuatro guitarras, necesitamos tres meses», señala Cristina Ramírez, oficial de segunda del taller y sobrina de Amalia Ramírez.
«Algo de tu vida se queda en cada guitarra»Para realizar a mano cada pieza de estas guitarras, es necesaria una gran sensibilidad. «Siempre que haces una guitarra algo de tu vida se queda en ella porque son muchos meses. Hay días que estás más triste y otros más feliz. Todo se vuelca en esa pieza», explica Enrique Ramírez. «Mis sobrinos están poniendo el mismo amor y las mismas ganas que hemos puesto todos los que hemos venido antes que ellos. Yo creo que tenemos un gran futuro por delante», concluye Amalia Ramírez.