HHay otro horror gótico en español apoyado sociológicamente para archivar junto a The Devil’s Backbone y The Orphanage. Con esta película ambientada cerca de la Tarragona de los años 80, el director Víctor García (que tiene en su currículum la novena película de Hellraiser, de 2011) recurre a un escenario de época convincente para nutrir su historia de miedo, aunque las conmociones no sean especialmente escalofriantes, y la la sensación de atrapamiento claustrofóbico en el medio se ve socavada por un final abierto de evasión.
La adolescente Sara (Carla Campra) acaba de llegar a la ciudad y lucha por adaptarse a este remanso con su asfixiante piedad y esnobismo social. Después de desahogarse en un club con su impulsiva amiga Rebe (Aina Quiñones) y volver en autostop con un par de chicos malos locales, casi chocan cuando una chica espectral con un vestido de comunión corre frente a su auto. Obviamente, Chucky no había aparecido en España en este momento, porque se van con su espeluznante muñeco de comunión con la cara fruncida. Una infección moteada comienza a extenderse por el brazo de Sara y comienza a experimentar visiones espantosas a plena luz del día.
En verdad, estos flashbacks, de ser ahogado en un pozo por un fantasma repugnante y putrefacto, nos empujan con el palo del horror de manera un tanto sutil. Mucho más intrigante es el contexto social proporcionado por García y sus compañeros escritores Guillem Clua y Alberto Marini, cuando Sara se entera de que no es la primera persona en el pueblo que se ve afectada. Este malestar parece afectar históricamente a la población adolescente, como el clásico cómic de Charles Burns Black Hole, pero su origen y el significado metafórico de la enfermedad no son obvios.
Podría ser conformidad social, y mientras Sara, Rebe y el macizo engrasador Pedro (Marc Soler) rastrean lo que le sucedió a la comulgante original, todos los caminos parecen conducir hacia la iglesia católica. Pero García, quizás con la esperanza de comenzar una franquicia, es extrañamente reacio a cerrar completamente la historia. Se siente como un compromiso que desperdicia la dinámica social cuidadosamente estratificada y la actuación uniformemente fuerte, llena de Sturm und Drang hormonal.