El nombre de Enrique Ponce estará, por siempre, escrito en la historia de La Malagueta. Nadie le va a quitar el haber sido el primer lidiador en indultar un toro en este coso. Y el segundo y, hasta ahora, último. Este viernes de preferia, día de fuegos, regresaba tras cuatro años en el retiro para despedirse de los muchos partidarios que tiene a lo largo de su carrera ha ido sumando en la capital malagueña.
Con la misma responsabilidad y compromiso de siempre, afrontaba el abrir cartel en uno de los festejos más demandados del abono, rozando el lleno. El primero de los que le correspondieron de la ganadería de Juan Pedro Domecq fue un buen colaborador para una tarde especial. Noble de naturaleza, solo la falta de fuerzas suponía un obstáculo para sacarle las tandas. Pero a grandes males, grandes remedios, y en eso el de Chiva ha sido y es un genio. Le administró su medicina, sin quebrantarle, para que fueran fluyendo las tandas made in Ponce en una faena que, si bien no levantó pasiones, sí que dejó un buen regusto. Pudo haber tocado pelo de haber estado más certero en la colocación del estoque.
Morante de la Puebla, ayer en la plaza de La Malagueta. / Álex Zea
El brindis del último toro de Enrique Ponce fue para su compadre Javier Conde. Visigodo no fue el toro que esperaría para este acontecimiento. Desrazado, se movía de aquí para allá, quedándose a mitad de embestida y echando un ligero derrote. Malo hasta para Ponce, que ya es un decir. No se aburrió e insistió como su fuera un becerrista, pero demorarse con semejante marmolillo delante era un sinsentido. Se justifica por su afán por despedirse con un buen sabor de boca de una de sus plazas fetiche. Recibió una fortísima y cariñosa ovación en reconocimiento a ésta, y a todas las tardes con las que nos ha deleitado en La Malagueta.
Gran tarde de toreo de capoteMorante de la Puebla se mostró obsesivo con parar el tiempo a la verónica. Lo intentó en dos tiempos: en el primero se le coló por el pitón derecho, pero volvió a echarle los brazos abajo para mecerlo con dulzura. Saludó tras parear Joao Ferreira, y el inicio de faena por bajo, flexionando las rodillas, despertó olés rotundos. No fuerpn los únicos que estuchó, porque el trasteo tuvo muletazos por los dos pitones, pero sobre todo al natural, con gran empaque y torería. El burel, también noble y con poca fuerza como había sido el que abría plaza, tenía poco recorrido y eso condicionó un trasteo en el que el diestro expuso más de lo que se pudo apreciar.
No le dejó su segundo estirarse a la verónica, por echar la cara arriba, dando un saltito, y apretando por los adentros. Fue protestado, ya que presentaba signos de debilidad. No consideró la presidencia que fuera suficiente como para echarlo para atrás. Quizás los que protestaban esperaban a que el sobrero nos permitiera ver lo que éste ya garantizaba que no iba a suceder. Estaba escrito en el guión que tocaba abreviar ante un animal derrengado, soso hasta la somnolencia; pero este Morante parece que ha encontrado en la cara del toro el bálsamo a sus dolores interiores y permaneció en la cara haciendo un esfuerzo que no merecía el de Domecq.
Juanma Moreno no quiso perderse la despedida a Ponce. / Álex Zea
Y si Morante había toreado lento en su primero, lo de Juan Ortega es ya parar los relojes. No se pueden ralentizar más las embestidas a la verónica que lo que hizo en el tercero. ¿Se puede dotar de más lentitud y categoría a una chicuelina? El juampedro, uno de los que bajaba en presentación del desigual encierro, se mostraba rajado en su comportamiento, y para colmo se lastimó la mano derecha en los primeros compases de la faena. Doble motivo para que se defendiera y no le permitiera más que trastearle por la cara. Con elegancia, pero sin fundamento porque no había oponente.
Ponce, brindándole uno de los toros a Javier Conde. / Álex Zea
Grandísima tarde de Ortega con el percal, que nuevamente lo bordó en el sexto con gran personalidad en verónicas de rodilla flexionada que homenajeaban al maestro Antonio Ordóñez, y rematadas con dos medias, sobre todo la segunda, soberbias. Se agradece que lleve a los toros de forma artística al caballo, en lo que para otros muchos parece un mero trámite. El astado presentaba movilidad, y comenzó a sonar en runrún de las faenas importantes. Se la brindaba a Borja Ortiz, director de Asuntos Taurinos de la Diputación, y comenzaba a torear con toda la majestad que se puede. El inicio fue soberbio, cargado de pinturería, pero el toro duró muy poco. Casi nada. Enseguida comenzó a quedarse muy corto, lo que no nos privó de disfrutar de algún derechazo suelto con enorme templanza. Cortó la única oreja del festejo, en la consolidación de un idilio con un torero que tiene todo para enamorar a la afición de Málaga como lo ha hecho en todos estos años Enrique Ponce. El tiempo lo dirá.
La corrida Plaza de toros de La Malagueta. Tercera de abono de la Feria de Málaga. Corrida de toros. Se lidiaron seis toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación y juego. Nobles primero y segundo, y descastados el resto. Enrique Ponce: estocada desprendida (ovación tras leve petición) y pinchazo y estocada desprendida (vuelta al ruedo). Morante de la Puebla: estocada baja (ovación tras petición) y tres pinchazos y estocada (silencio). Juan Ortega: estocada corta (palmas) y estocada desprendida (oreja). Casi lleno en tarde agradable.