Se espera que miles de personas de todo el sur de España salgan a las calles de Málaga el sábado en la última de una serie de protestas contra el turismo de masas.
Los manifestantes de los populares destinos andaluces de Granada, Sevilla y Cádiz se unirán a otros en la ciudad mediterránea tras las recientes protestas en las islas Canarias y Baleares, y está prevista otra para una semana más tarde en Barcelona.
Se espera que el número de visitantes a España supere los 100 millones este año, más del doble de la población del país, y existe una sensación creciente, incluso dentro de la industria del turismo, de que las cosas han llegado a un punto de inflexión.
Las quejas van desde la saturación del espacio público y de los servicios, como el transporte público, hasta la desaparición de los comercios locales, pero el meollo del problema es la vivienda. El lucrativo negocio de los apartamentos turísticos ha devorado el parque inmobiliario, ha expulsado a los residentes locales y ha vaciado las zonas urbanas históricas.
Málaga, que hasta hace poco era el punto de partida de los visitantes hacia los complejos hoteleros de la Costa del Sol, se ha convertido en un destino por derecho propio y está atravesando un rápido proceso de gentrificación que está obligando a los residentes a abandonar sus hogares. Catherine Powell, responsable global de alojamiento en Airbnb, afirmó que la ciudad era el destino más buscado.
“La gente que trabaja en el sector turístico no puede permitirse el alquiler de su propia ciudad. Mientras la vivienda se considere un bien comercializable no habrá solución”, afirma Curro Machuca, del sindicato de inquilinos de Málaga. “Creemos que basar la economía de Málaga en el monocultivo del turismo es insostenible y tiene que cambiar”.
Olalla Luque Colmenero, del grupo de presión granadino Albayzín Habitable, que hace campaña por el histórico barrio del Albayzín de la ciudad, declarado patrimonio mundial de la Unesco, dijo que los residentes eran clave para la zona.
“Está muy bien ser un sitio del patrimonio mundial, pero no se trata sólo de arquitectura; el patrimonio es la gente y sus tradiciones también y el aspecto social, que es lo que estamos perdiendo”, afirmó, añadiendo que el boom de los apartamentos turísticos hizo que prácticamente no hubiera viviendas para alquilar en la zona. «El turismo es importante para la ciudad, pero a lo que nos oponemos es al turismo que expulsa a la gente de sus hogares».
El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, fue noticia la semana pasada cuando anunció que las licencias para los 10.000 apartamentos turísticos legales de la ciudad no se renovarían cuando expiren en 2028. Se espera que otras ciudades sigan su ejemplo.
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Martí Cusó, activista por la vivienda en Barcelona, es uno de los organizadores de la manifestación del próximo sábado en la ciudad, donde más de 80 organizaciones marcharán bajo el lema ¡Basta! Pongamos límites al turismo. Cusó calificó la acción de Collboni de “propaganda más que nada” y afirmó que el turismo de masas que encarece la vivienda empobrece a muchas personas.
“Tenemos que dejar de gastar 80 millones de euros al año en promocionar la ciudad en el exterior”, afirmó Cusó. «No se trata sólo de limitar el turismo sino de garantizar los derechos de las personas que viven aquí».