Llegó a sentir que la música clásica era «una prisión» y decidió tirar por otro camino:adiós a los recitales para los melómanos más exigentes (o recalcitrantes), hola a los conciertos masivos para el público que quiere disfrutar. Hoy el violinista neerlandés André Rieu, conocido como el rey del vals, viaja por todo el mundo para compartir con sus fans su visión desprejuiciada de la clásica. Atención a sus seguidores en Málaga: el próximo 10 de marzo ofrecerá un concierto en el Palacio de los Deportes José María Martín Carpena.
Pronuncien el nombre de André Rieu (Maastricht,1949)ante un selecto grupo de adictos a la considerada por mucho alta música y se oirán muchas risitas de desprecio. Y es que, por ejemplo, en su penúltimo disco (el último es uno de villancicos, ‘Silver balls’) el neerlandés funde valses y marchas con adaptaciones de ‘When I’m sixty four’, de los Beatles, y de la tradicional mexicana ‘La bamba’. «No importa de dónde sale la música, si es de Mozart o de un autor popular, mientras te emocione», explicó en una reciente entrevista. Tampoco sus conciertos son ortodoxos: «Lo que yo hago no es como los recitales clásicos, donde el director se sienta y gira la espalda a la audiencia. En mis conciertos hay una interacción increíble con los asistentes».
¿Y la crítica? Le da absolutamente igual; prefiere, como dice, recibir cartas de seguidores que le aseguran que su música les salvó de depresiones o les sacó de momentos vitales oscuros. Además, claro, están los datos, tajantes, mareantes: más de 40 millones de CD y DVD despachados, que le han supuesto un total de 500 discos de platino y 270 de oro.
A Málaga Rieu vendrá acompañado, cómo no, de la Johann Strauss Orchestra, que creó en 1987 y a la que considera su «segunda familia», con la que, en condiciones normales, suele ofrecer hasta 120 conciertos al año. Gira que, una vez más, aborda grandes arenas generalmente reservados a estrellas pop. «A España voy con nueve tráileres llenos de material. En Estados Unidos tocamos en campos de béisbol, y la gente no piensa si están ahí o en el Carnegie Hall: solo quieren oír mi música. Puedes etiquetar lo nuestro como pop o clásico, no sé lo que soy, lo único que puedo decir es que la gente sale de los conciertos con una sonrisa de oreja a oreja», informa el músico.