Ha pasado más de medio siglo desde el estallido del caso Watergate, el terremoto político que provocaría la primera dimisión de un presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon. A pesar del tiempo transcurrido, el escándalo sigue trayendo cola y dando ideas para nuevas historias tanto en el cine como en la televisión. Bien en películas donde se trataba abiertamente el caso, o bien en tramas donde las conspiraciones de las altas esferas se inspiraban en Nixon. Desde Todos los hombres del presidente, a incluso la saga Star Wars, donde hay quien ve un calco de Nixon tras la figura del encapuchado Emperador Palpatine. El desencanto hacia la clase política en aquella época arrancó con el asesinato de Kennedy, siguió con la guerra de Vietnam y culminó con los escándalos que rodearon a Nixon. Era común interpretar todo en clave de conspiraciones desde el poder. Los servicios secretos se percibían más como un instrumento de las cloacas del Estado que como un medio para preservar la seguridad nacional. La reciente imputación del expresidente norteamericano Donald Trump por el asalto al Capitolio ha causado que algunos guionistas y directores hayan puesto su mirada en aquellos hechos del pasado para tratar de buscar interpretaciones a un presente que cada día da más vertigo y en el que se van cruzando líneas rojas, que mantenían a salvo las democracias occidentales. Mientras tenemos series como The Good Fight que han irrumpudo a saco en el panorama político, convirtiendo a Trump en su villano, otras más recientes han optado por hacer paralelismos entre la América de los 70 y la actual. Mejor las patillas y los pantalones acampanados que los enrgúmenos con cabeza de bisonte.
En Los Fontaneros de la Casa Blanca optan por tomarse con sorna todo el escándalo, mostrándolo como la chapuza que realmente fue. Posiblemente los momentos más delirantes son precisamente aquellos que más beben de la realidad. Dos de los guionistas de Veep, una de las mejores sátiras de la política norteamericana de los últimos años, han sido los responsables de esta revisión cómica del Watergate para HBO Max. Los protagonistas no darían para una saga de James Bond, sino que lo suyo está más cercano a Mortadelo y Filemón o al mismísimo Torrente, por buscar dos ejemplos cercanos. Justin Theroux y Woody Harrelson interpretan a una singular pareja, en la que uno no sabe qué da más miedo, si lo que pasa por su cabeza o que alguien les asignara tareas de seguridad nacional. Los responsables de ese comando que perpetró el asalto de las oficinas del partido demócrata en el edificio Watergate están todo el día invocando a su papel de estar preservando la libertad de los Estados Unidos frente «los rojos», a los que atribuyen oscuras alianzas con los cubanos de Fidel Castro, o los líderes de la Unión Soviética. La única realidad es que, a lo largo de los cinco episodios de esta miniserie, los únicos que continuamente están vulnerando la ley son ellos. A Harrelson lo tenemos en su salsa con este tipo de papeles en los que se suele prodigar y aquí encarma a E. Howard Hunt, una oscura figura vinculada a operaciones encubiertas y que cayó en desgracia tras otro fiasco aún más chapucero que el Watergate, la invasión de la Bahía de Cochinos en Cuba. Después de Leftovers a Justin Therroux yo lo tenía en papeles más dramáticos, pero aquí se suelta la melena para recordarnos su faceta cómica. Aquí encarna a Gordon Liddy, otro siniestro personaje de corte paramilitar, capaz de poner la mano sobre la llama de una vela para demostrar su capacidad de sacrificio. Le gusta ponerse un vinilo con los discursos de Hitler cada velada después de cenar. Nada que planearan estos dos podía salir bien.
Un año antes del estreno de Los Fontaneros de la Casa Blanca, los responsables del hoy difunto canal Star Z nos presentaron otra cara del Watergate en Gaslit, una ministerie en la que los protagonistas eran personajes aparentemente secundarios en el escándalo, pero que tuvieron un papel más que relevante en el devenir de los acontecimientos aunque los libros de Historia los hayan olvidado. La serie trataba de hacer justicia con la figura de Martha Mitchell, esposa del entonces fiscal general del Estado John Mitchell, situándola como una de las primeras personas en señalar a Nixon por el Watergate y que fue ridiculizada y hasta tachada de loca. Martha Mitchell estaba continuamente en los medios de comunicación y hablaba sin cortapisas y sin pelos en la lengua. Uno de sus guardaespaldas fue uno de los detenidos durante la fallida incursión a la sede del partido demócrata. Por temor a inoportunas filtraciones, a los conspiradores no se les ocurre otra cosa que mandar a Martha a la otra punta del país y mantenerla encerrada e incomunicada. Julia Roberts y un irreconocible Sean Penn son los principales protagonistas de esta miniserie pero no los únicos. El reparto está plagado de otros secundarios que, aunque no estaban en la primera línea de la política, se encontraban en las trincheras viviendo todo de primera mano. En la serie, se da más importancia en la planificación del asalto al Watergate al personaje de Gordon Liddy (Shea Whigham), mientras que Hunt parece prácticamente un veterano que pasaba por allí. Más importancia tiene en la trama John Dean (Dan Stevens), uno de los primeros delatores que quiso colaborar con la Justicia viendo que iba a convertirse en la pieza a sacrificar y en la cabeza de turco. En la trama se pone el énfasis en el desigual trato que tuvo Dean respecto a Martha Mitchell, ya que mientras el primero casi era visto como un héroe, ella era objeto de burlas y no se la tomaba nadie en serio. La serie nos recuerda que existe un término médico llamado el síndrome de Martha Mitchell, en la que los testimonios de un paciente se toman por delirios, a pesar de que se trata de experiencias reales. Ahora está en el catálogo de Apple TV.
Futurama, la serie de animación de Matt Groening, nos trasladaba a un siglo XXXI, en el que una buena parte de las celebridades de nuestro días continuaban existiendo. Sus cabezas sobreviven sin sus cuerpos y eran conservadas en tarros de cristal llenos de agua, alimentadas con comidas para peces. Algunas de estas cabezas eran artistas invitados para un solo episodio, pero una de las más relevantes fue la cabeza de Richard Nixon. Llegó a convertirse en un personaje recurrente de la trama y llegó a volver a alcanzar la presidencia de la Tierra en pleno siglo XXXI. La serie acaba de volver a ser resucitada por Hulu, como las cabezas de las celebridades del siglo XX, y en este regreso hemos tenido también a Nixon, como miembro de un comité que debe decidir si la serie merece estos nuevos episodios o no. Disponible en Disney Plus.
Para toda la Humanidad juega con una realidad en la que la Unión Soviética adelantó a los Estados Unidos en la llegada a la Luna. Episodio a episodio, a lo largo de las tres temporadas emitidas de momento, hemos visto una recreación de la Historia en la que muchos eventos sucedieron de otra manera a los que conocemos. En la América de Para toda la Humanidad no hubo caso Watergate. Como consecuencia de esta situación, todas las conversaciones que tenían lugar en el Despacho Oval seguían grabándose. Una situación que provocará que la presidenta de los Estados Unidos en los años 90 de esa realidad alternativa, se vea enfrentada a su propio Watergate como consecuencia de una de estas grabaciones que conteía explosivas revelaciones que afectaban de lleno a una polémica a causa de una ley que permitía de expulsar de la carrera militar a todos los soldados que fueran homosexuales. En esta ficción, la presidenta Ellen Wilson (Jodi Balfour) ocultaba el secreto de que ella también es lesbiana. Y además paradójicamente era la candidata del partido que defendía los valores más reaccionarios. Los guionistas han tejido de manera muy hábil esta nueva realidad, porque esa polémica existió durante la década de los noventa. En la serie, la crisis política tiene lugar mientras los protagonistas tratan de adelantarse en la carrera por la llegada a Marte.
En el cómic de Alan Moore de Watchmen, asistimos una historia de superhéroes ambientada en otra realidad alternativa en un mundo al borde de la guerra nuclear. Richard Nixon continuaba siendo presidente de los Estados Unidos en los años ochenta tras haber usado en su día al Doctor Manhattan para ganar la guerra del Vietnam. La serie de Damon Lindelof para HBO era una secuela de la mítica novela gráfica. En ella, Nixon ya no era el presidente de la nación. Su heredero era el actor Robert Redford. Una alusión que tiene mucha más miga de lo que parece. Buceemos entre las referencias. Redford interpretó en los 70 al periodista Bob Woorward en Todos los hombres del presidente, la película que contaba la historia de los reporteros que hicieron caer a Nixon. En uno de sus últimos papeles cinematográficos, Redford encarnaba al villano en la sombra de El soldado en invierno, la segunda de las películas del Capitán América en el universo cinematográfico de Marvel. Un político corrupto que había permitido que la organización terrorista neonazi Hidra se infiltrara en todos los organismos del Estado. La conspiración del El soldado de invierno adpataba otro clásico còmic del capitán América, la conocida como Saga del Imperio Secreto publicada en los años 70, en la que Steve Rogers descubría en el desenlace que el villano detrás de todo era ni más ni menos que el presidente de los Estados Unidos, aunque no se daban nombres. Fue la versión Marvel del Watergate. Así que sospecho que la referencia a Redford en la serie de Watchen no ha sido para nada casual.
Posiblemente uno de los personajes más siniestros y oscuros que recuerdan los fans de Expediente X es el del Fumador. Interpretado por William S. Davis, ese personaje que estaba detrás de todas las conspiraciones y que hacía la vida imposible a Mulder y Scully para que la verdad no saliera allí fuera. Los guionistas se inspiraron en la figura de Hunt a la hora de crearlo. A pesar de que el Fumador murió más de una vez a lo largo de la serie, siempre se sacaban algo para hacerlo volver mientras decían eso de que no estaba muerto, que estaba de parranda.
Aunque parece que hay quien está ya por pasar página. En Netflix, en otro de los thrillers políticos que han triunfado esta primavera, La diplomática, las similitudes del presidente de la nación y su vicepresidenta con Joe Biden y con Kamala Harris son más que evidentes. El inquilino de la Casa Blanca ya empieza a plantear en elegir a su sucesora, por razones de edadd lo que dará lugar a las conspiraciones e intrigas que envuelven la trama y de la que vamos a tener segunda temporada seguro.