Los medios estatales de Rusia llevan años funcionando a todo gas para difundir los principios del Gobierno, algo que cala entre las generaciones más mayores, proclives a consumir los canales públicos. Sin embargo, para convencer a los más jóvenes y también para llegar más allá de las fronteras del país euroasiático se necesita recurrir a otros métodos más propios del siglo XXI, con los que difundir entre otros, la imagen del Putin macho que cabalga un oso, algo que poca gente considera cierto pero que ha calado en el imaginario colectivo y que es usado ampliamente tanto por perfiles prorrusos como por otros más políticamente neutrales como algo irónico o sarcástico.
True story except it was not 300 Russian soldiers but Putin alone riding his bear. pic.twitter.com/6W34lKvfpc
— chienlonien 🇫🇷🇪🇺🇺🇦 (@chelonien) September 9, 2022 Twitter, ahora rebautizada como X, no es muy popular en Rusia y su lugar lo ocupa Telegram, donde proliferan los canales de todo tipo, entre los cuáles destacan los militares. Instagram en cambio, es una de las redes más apreciadas en el país y allí perfiles tanto de memes y contenido gracioso como ‘influencers’ han defendido medidas del Kremlin o han fomentado la crítica a líderes occidentales. Una de las campañas más sonadas fue en el marco de la movilización parcial del mes de septiembre de 2022, en el que numerosos ‘influencers’ defendieron la medida diciendo que solo se estaba reclutando a un 1% de los hombres disponibles y lo comparaban con el 1% de una bolsa de golosinas o de una ración de patatas fritas.
🤡Posts with the hashtag «Don’t Panic» began to appear in #Russian social networks
Bloggers reminding people that only 300,000 people will be mobilized, which is about 1% of the «total mobilization resource».
They argue that 1% of a pack of French fries is «negligible». pic.twitter.com/MvJimn6CGS
— NEXTA (@nexta_tv) September 23, 2022 Además de contar con el apoyo de personas reales, existen también las llamadas «granjas de trols» destinadas a condicionar un determinado país o grupo social, algo que es sabido que Rusia ha utilizado en el pasado. Yevgueni Prigozhin, el jefe de los mercenarios Wagner fallecido tras estallar su jet privado esta semana, admitió públicamente este año haber fundado dichas granjas de trols en San Petersburgo. «Se fundaron para proteger el espacio informativo ruso de la propaganda agresiva occidental anti-rusa», argumentó el «cocinero de Putin» al recordar su papel en la creación de dichas organizaciones.
Videojuegos para reforzar el discurso Otra de las armas del Kremlin para difundir su propaganda entre los más jóvenes son los videjouegos. Aunque Rusia no es una referencia en un mercado dominado por Japón y Estados Unidos, ha hecho su intento de transmitir sus paradigmas en este sector. El caso más emblemático es el juego de ordenador Syrian Warfare, en el que el jugador controla las fuerzas del autócrata sirio Bashar al Asad y las tropas rusas de apoyo, que luchan contra los rebeldes sirios y los yihadistas de Estado Islámico. Aunque el juego goza de buenas críticas de la prensa especializada y de los usuarios de la plataforma digital Steam por su apartado técnico, muchas valoraciones apuntan que es propaganda prorrusa poco disimulada. La compañía que lo ha desarrollado, Cats Who Plays, es de Moscú y Syrian Warfare ha sido su mayor producción.
Algunos medios occidentales, como ‘The New York Times’, han apuntado que la labor de proselitismo va más allá de crear su propio contenido, ya que perfiles rusos estarían utilizando chats de Discord -una plataforma que utiliza la comunidad de jugadores online- y juegos en línea para difundir su mensaje. «La propaganda principalmente buscaría mostrar a Wagner y a los militares rusos como guays y amenazantes», explicó al rotativo estadounidense Clint Watts, el jefe de análisis de amenazas de Microsoft.
Rusia también ha demostrado tomarse en serio lo que ocurre en los mundos digitales, como en 2022, cuando las autoridades condenaron a un adolescente de 16 años por querer construir en Minecraft una réplica del edificio de los servicios secretos de Moscú para luego destruirla en el mundo digital junto a sus amigos. Esta iniciativa, aunque no tenía intención de trasladarla al mundo real, le costó al joven una pena de 5 años de cárcel por un caso de «terrorismo».