Hace unos 10 meses, un sonriente Santiago Abascal, líder del partido de extrema derecha español Vox, describió con orgullo la región norte de Castilla y León como un modelo de lo que le espera al partido.
La región escasamente poblada, donde la extrema derecha había hecho su primera incursión en un gobierno regional español desde la dictadura de Francisco Franco, era una “sala de exposición” de las promesas del partido de acabar con las leyes españolas sobre el aborto, los derechos LGBTQ+, la igualdad de género y la violencia contra las mujeres.
Castilla y León, añadió Abascal en la entrevista con Radio Española, era “un ejemplo de la España alternativa que necesita”.
Sus palabras pueden haber resultado proféticas, pero no de la manera que pretendía: en las elecciones generales anticipadas del domingo, Vox perdió cinco de los seis escaños que ganó en Castilla y León en la votación de 2019.
Esta tendencia a la baja se desarrolló en toda España, ya que Vox vio caer su recuento de votos del 15% que recibió en 2019 al 12%. La pérdida, que asciende a unos 623.000 votos, hizo que la representación del partido en el parlamento del país cayera en picado de 52 a 33 escaños.
Las encuestas habían pronosticado que el número de escaños del partido de extrema derecha caería en las elecciones generales del domingo. Pero se esperaba ampliamente que la pérdida se compensara con el surgimiento del partido como el hacedor de reyes de las elecciones, lo que podría allanar el camino para un gobierno de coalición, encabezado por el conservador Partido Popular (PP), que habría incluido a la extrema derecha por primera vez desde que España regresó a la democracia después de la muerte de Franco hace cinco décadas.
En cambio, el resultado combinado entre el PP y Vox llegó a 169 escaños, por debajo de los 176 necesarios para una mayoría en el parlamento de 350 escaños. Si bien una posible coalición PP-Vox puede obtener uno o dos votos de los partidos más pequeños, es poco probable que la mayoría de ellos acepte algún acuerdo que pueda facilitar el camino de Vox hacia el poder.
El resultado del domingo sugirió que las actitudes de línea dura de Vox, personificadas por una enorme pancarta erigida en el centro de Madrid que mostraba una mano arrojando símbolos que representaban el feminismo, los derechos LGBTQ+, la independencia catalana, la acción contra la crisis climática y el comunismo, parecían haber alejado a los votantes.
La reciente incursión del partido en el poder regional y municipal en todo el país, donde acumuló titulares por la cancelación de la proyección de una película debido a un beso entre dos mujeres, un intento de reprimir el acceso al aborto y su veto a una adaptación teatral de Orlando, la novela sobre cambio de género de Virginia Woolf, también puede haber resultado desagradable para algunos.
La desaparición del partido conservador Ciudadanos, cuyo voto se cree que fue principalmente para el PP, significó que el recuento de escaños de Vox también podría haber sido levemente penalizado por un sistema electoral ponderado a favor de los partidos más grandes.
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Si bien Vox sigue siendo el tercer partido más votado a nivel nacional, los resultados lo relegan a una casi irrelevancia política. El partido no alcanzó el umbral parlamentario para presentar mociones de censura e impugnar legalmente la constitucionalidad de las medidas legislativas.
Aun así, Abascal evitó cualquier tipo de reflexión sobre la actuación de su partido el domingo. En cambio, arremetió contra el líder socialista, Pedro Sánchez. “Me gustaría señalar algo que es una mala noticia para muchos españoles”, dijo Abascal a los hinchas que lo vitoreaban. “Pese a perder las elecciones, Pedro Sánchez puede bloquear la formación de un nuevo gobierno. Peor aún, Pedro Sánchez podría incluso ser investido como presidente del Gobierno con la ayuda de comunistas, separatistas y terroristas”.
Las elecciones anticipadas de España adquirieron un significado más amplio en toda Europa, ya que los analistas las describieron como un barómetro de la actitud cambiante de los europeos hacia la extrema derecha. Fue un punto que recalcó la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, durante una aparición por videoconferencia en un mitin de Vox en Valencia a principios de este mes.
Señalando a los gobiernos de Italia, Finlandia, Suecia, Polonia y la República Checa, Meloni argumentó que había llegado el momento de los “patriotas”. Y añadió: “Para todos nosotros es crucial que el 23 de julio se establezca una alternativa patriótica conservadora, en la que Vox tenga un papel protagónico y decisivo en la formación del nuevo gobierno nacional”.
Pero parece que España se opuso a la corriente, señaló Jordi Évole, una de las personalidades televisivas de izquierda más conocidas de España. “La extrema derecha, que está en su mejor momento en gran parte de Europa, está perdiendo votos y escaños en España”, escribió en Twitter. “Hoy, más que nunca, VIVA ESPAÑA.”