Guadalupe Fernández Ariza es la amiga malagueña de Mario Vargas Llosa, la profesora que consiguió que el peruano fuese nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Málaga. Estos días está de reformas en su piso en la Plaza del Obispo y nos cuenta que justo ayer decidió color encima de una coqueta escalerita una foto de ambos, en traje académico, con un marco celeste. Esta mañana, Fernández Ariza se levantó con la noticia del fallecimiento del Nobel, y sintió como si aquella intuitiva decisión de decoración hubiese sido algo más.
En realidad, la profesora llevaba meses esperando este desenlace; sin saber a ciencia cierta qué ocurría, la ausencia del autor de ‘Conversaciones en la Catedral’ en la última edición del festival literario Escribidores, organizado por la Cátedra Vargas Llosa, la llevó a acelerar la presentación, en diciembre del pasado 2024, de ‘La fantasía y la palabra’, un análisis de ‘Elogio de la madrastra’, ‘Los cuadernos de don Rigoberto’ y ‘El héroe discreto’ a partir de obras pictóricas comentadas y adaptadas al argumento de cada narración.
Fernández Ariza recibió, cuando era estudiante universitaria, el impacto de la lectura de ‘La ciudad y los perros’, una de las cumbres de Vargas Llosa. «Era tan diferente a los que se escribía entonces», recuerda. A partir de ahí, se creó «una dependencia» y la malagueña empezó a ser más que una lectora del peruano: elaboró una tesina sobre ‘Pantaleón y las visitadoras’ y, finalmente, una tesis doctoral sobre la obra del autor. Pronto llegó el contacto personal, «a través de profesores de la Universidad de Nueva York», y la idea de nombrarle Doctor Honoris Causa por la UMA. «Escribí a Mario y aceptó desde el primer momento», dice la docente y escritora.
Mario Vargas Llosa, durante su nombramiento como Doctor Honoris Causa por la UMA / La Opinión
Finalmente, el 25 de abril del 2007, llegó el día. Fernández Ariza había venido días antes de Nueva York, tras superar un gravísimo problema de salud. «Tuvo que escribir la laudatio 48 horas antes del nombramiento», recuerda. Como tampoco se olvida de acudir al AC Málaga Palacio para recoger al autor y dirigirse juntos, «muy elegantes» los dos, al Rectorado, donde tendría lugar el acto. Y también recuerda cómo tuvo que defender su idea «con mucho vigor»: «La literatura hispanoamericana siempre ha sido algo complicado en la UMA», apunta.
Para celebrar el nombramiento como Honoris Causa de Vargas Llosa, el Ayuntamiento de Málaga y la UMA publicaron ‘Homo Ludens’, un compendio de ensayos y comentarios de profesores universitarios y escritores malagueños. “Siempre dije que lo mejor que me pasó en la vida fue estar en contacto con los libros. Gracias a ellos he podido afrontar las cosas de la vida de otra manera. Así que este regalo es el homenaje que más agradezco y que más me conmueve. Ya me siento malagueño”.
MarioCuentan que, una vez, en la Universidad Menéndez Pelayo el ya fallecido escritor dijo: «Guadalupe lo sabe todo sobre mí, suyas son algunas de las mejores páginas que se han escrito sobre mí». Así que estamos ante una persona más que adecuada a la que formularle la pregunta: ¿Cómo era Mario, aparte de Vargas Llosa? Su estatura como escritor resulta incuestionable; su personalidad, su distancia corta parece más controvertida. «Era una persona muy correcta, muy respetuosa y muy agradecida; muy seria, muy fiel a sus amistades». Y con una gran curiosidad: «Recuerdo en una cena cómo se maravillaba de las investigaciones de mi hijo [Juan M. Pascual, jefe de Neurología Pediátrica de la prestigiosa Universidad de Cornell, en Nueva York], y decía asombrado: ‘¡Con cuántos miles de ratones habrá estado trabajando Juan Manuel!». También recuerda en su biografía compartida con Mario Vargas Llosa otra de sus visitas a Málaga, para el coloquio ‘La ciudad como arquetipo. Literatura, historia y arte. Europa y América’, con Juan Manuel Bonet. «Fueron dos horas [se encuentra disponible en YouTube]. Yo moderaba el encuentro y los dos no querían parar de hablar».
Desde hace tiempo, en su despacho, Guadalupe Fernández Ariza atesora una correspondencia «preciosa» con el Nobel, también en su biblioteca hay ejemplares de sus libros con hermosas dedicatorias, por no hablar de los prólogos que le escribió para algunos de los análisis de la malagueña sobre el peruano. Y, claro, ahora está esa foto que colocó anteayer sobre la coqueta escalera de su piso en plena renovación.