Ali Smith ha dedicado sus últimos libros a desovillar la madeja del Brexit, deslizar bajo el microscopio el hervidero de los populismos, moldear el desconcierto de la pandemia y, en fin, encerrar casi en tiempo real el presente en su ‘Cuarteto estacional’, ciclo de novelas publicado entre 2016 y 2020, así que era de esperar que, a poco que levantase un poco la mirada para curiosear más allá del horizonte, a la escocesa le acabase saliendo una distopía. Una en la que, pongamos, una sociedad totalitaria y desalmada regida por el capitalismo extractivo excluya sistemática a los ‘no-verificados’, todos aquellos que no se han querido plegar a la dictadura hiper tecnológica, y los borre del mapa destruyendo sus casas y prohibiéndoles el acceso a cualquier tipo de dispositivo digital.
De eso va, entre otras cosas, ‘Gliff’, novela publicada por Raig Verd en catalán y Nórdica en castellano con la que la escritora escocesa ha vuelto a situar en el centro del debate literario el papel de la literatura como canario en la mina ante el ‘sorpasso’ totalitario. Un futuro de pesadilla que reaparece de forma cíclica en atriles y parlamentos y también, qué menos, en librerías. Normal. Como escribía hace una década Ricard Ruiz Garzón en ‘Mañana todavía’, antología de ficción especulativa ‘made in Spain’ y uno de los primeros intentos serios por organizar y articular el género, «la crisis económica y la desafección política, con su consiguiente desconfianza hacia el futuro, han alimentado una mirada pesimista, y al mismo tiempo admonitoria, que encaja perfectamente con las bases del género». Lo que servía entonces, allá por 2015, sirve también en estos tiempos espoleados por el auge de los populismos y atenazados por la amenaza cada vez más pronunciada de la IA.
La escritora Ali Smith, autora de ‘Gliff’ / EPC
Charlatanes ‘premium’ y furor tecnológico para confirmar que cualquier tiempo futuro será, como mínimo, un poco más inquietante. Se explica así el éxito global de series como ‘The Last Of Us’ -de ‘Black Mirror’ ya ni hablamos’-, el eterno retorno de clásicos como ‘1984’, ‘Farenheit 451’ y ‘El cuento de la criada’ o que, una vez más, Suzanne Collins haya vuelto a barrer en la lista de los libros más vendidos con ‘Amanecer en la cosecha’, quinta entrega de ‘Los juegos del hambre’ y nueva vuelta de tuerca al control social y el abuso de poder en clave juvenil. Así que, si es verdad que no hay mejor antídoto contra el futuro distópico que la propia difusión de la distopía, es un (cierto) alivio ver que por lo menos hay alguien haciendo su trabajo.
El futuro es ahora «Siempre existe una relación entre lo escrito y la época en la que se escribe, pero ahora creo que estamos más cerca que nunca de unos tiempos distópicos. No todo es luz y dulzura ahí fuera», aseguraba Ali Smith en una de las pocas, poquísimas, entrevistas que ha concedido tras la publicación de ‘Gliff’. «Nos enfrentamos a grandes preguntas sobre lo que ocurrirá en el mundo, y la distopía existe precisamente para esas preguntas, pero en realidad todo tiene que ver con el presente. Como decía Margarett Atwood, no había nada en ‘El cuento de la criada’ que no hubiese pasado ya en algún lugar del mundo», abundaba la autora de ‘Fragua’. «Quizá no estemos a punto para un futuro cercano tan oscuro, pero también es cierto de que alguna manera ya estamos aquí», añade la editora catalana de Smith, Laura Huerga, en una inquietante nota que acompaña los ejemplares promocionales de ‘Gliff’.
Cubiertas de ‘Gliff’ y ‘Yo que nunca supe de los hombres’, distopías de alcance para tiempos sombríos / EPC
La misma incertidumbre de la que surge la novela de Smith, algo así como el reverso (aún) más tenebroso de ‘Un mundo feliz’ y «un canto fúnebre por nuestra civilización», es la que explica la inesperada y sorprendente vuelta a la vida de ‘Yo que nunca supe de los hombres’, distopía postapocalíptica sobre la amistad femenina y el aislamiento que la escritora belga Jacqueline Harpman publicó en 1995. Una inquietante historia de encierro y sufrimiento en la que la única noción del mundo que comparten 40 mujeres apresadas en un sótano desde ni se sabe cuándo se basa en frases y comentarios, muchas veces sin sentido, de las propias reclusas.
Escrito y publicado justo diez años después de ‘El cuento de la criada’, novela con la que se la compara con frecuencia, ‘Yo que nunca supe de los hombres’ debe su buena fortuna al trabajo evangelizador de ‘influencers’ de postín -primero Annie Ernaux; más tarde Dua Lipa- y a una de esas extrañas carambolas de vez en cuando suceden en el mundo editorial. «Últimamente, la generación más joven de lectores ha comenzado a hacer proselitismo sobre el libro en TikTok; una reedición vendió cien mil ejemplares solo en Estados Unidos en 2024. Es un giro inesperado para una obra literaria traducida relativamente desconocida, publicada aquí por una pequeña editorial. Y, sin embargo, no me sorprende. Al fin y al cabo, es un libro sobre encontrarse a uno mismo en el fin del mundo», explica la escritora Carmen Maria Machado en el prólogo de una nueva edición en inglés de una novela que, según la autora de ‘En la casa de los sueños’, «nos advierte de que las noches son normales hasta que dejan de serlo».
‘El cuento de la criada’ de la Generación ZEn España, Alianza reeditó el libro a principios de mes con llamativo reclamo comercial («el fenómeno literario internacional que arrasa en TikTok») y en Inglaterra ya hay quien habla de «‘El cuento de la criada’ de la Generación Z», pero fue en Estados Unidos donde se produjo el auténtico ‘big bang’: después de un tímido rescate editorial a finales de la década pasada y de una nueva edición con prólogo de Sophie Mackintosh, autora de la muy distópica e inquietante ‘The Water Cure’, las elecciones de 2024 y la victoria de Trump dispararon su popularidad. Ocurrió algo parecido con ‘El cuento de la criada’, ‘1984’ y ‘Sobre la tiranía’, de Timothy Snyder, pero el caso de Harpman es aún más insólito en tanto que libro poco o nada conocido publicado originalmente en francés y en el que su autora expurgaba una historia familiar marcada por el nazismo, los campos de exterminio y la huída a Marruecos durante la guerra.
«Estábamos todas encerradas en el mismo lugar, sin saber por qué, custodiadas por carceleros que, bien por desprecio, bien obedeciendo órdenes, no nos dirigían la palabra a ninguna de nosotras. Nunca entraban en la jaula. Iban de tres en tres, salvo en el momento del relevo, cuando veíamos seis de golpe, y no hablaban entre ellos», escribe la también autora de ‘Orlanda’ en el libro. El pasado, una vez más, como espejo del futuro y títulos recientes como ‘Te siguen’, de Belén Gopegui; ‘L’home que va vendre el món’, de Melcior Comes; y ‘Los que oyen’, de Jordan Tannahill, por citar unos pocos, confirmando que casi todo lo que pueda ir mal irá peor.
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