Lo que puede verse en El espíritu de nuestro tiempo puede describirse como un retrato empático e irónico de la sociedad. Ambos son posibles: el destinatario del primer calificativo podría ser el propio espectador, mientras que el del segundo es el sistema que le atormenta por «reaccionario y rebelde» que sea. Así lo pensó su autor, Jaime López Molina, que con esta muestra quiere generar en el espectador un interés que le haga despertar de su acomodada «somnolencia».
¿Qué tal está, Jaime? Con esta muestra se inaugura el curso, por así decirlo, de las exposiciones en el ámbito de la Universidad de Murcia.
He tenido el privilegio de abrir el programa expositivo que gestiona el servicio de cultura de la Universidad de Murcia, y para mí es una excelente noticia poder presentar otro de mis proyectos en Murcia, gracias sobre todo al interés que ha mostrado el comité de expertos que asesora y selecciona las propuestas expositivas que se presentan en la salas de la Universidad.
Corríjame si me equivoco, pero esta muestra viene de ser expuesta en Móstoles. ¿Qué acogida tuvo allí? ¿Cuál ha sido el recorrido de El espíritu de nuestro tiempo?
En Móstoles fue la primera vez que presentaba el proyecto completo, sí. Cuando afronto la novedad de exponer un trabajo en primera instancia, reconozco que los momentos previos al proceso de organizar y visualizar la obra en la sala me generan cierta inquietud, fundamentalmente porque es cuando puedo comprobar si las obras funcionan tal y como lo tengo en mi cabeza. Porque la desventaja de trabajar con proyectos que comprenden entre 20 y 25 obras es en caer la negligencia y en la confianza de que algunas de ellas no generen la línea conceptual que pretendo transmitir. Pero en relación a la experiencia en Móstoles, realmente fue muy gratificante.
«Los automatismos del ser humano definen el estereotipo de sociedad en la que vivimos»Y ahora llega a la UMU, pero no es la primera vez que expone aquí, como ha señalado…
Se puede decir abiertamente que mi trabajo artístico y la línea del programa expositivo de la UMU es un tanto idílica. Tuve la oportunidad de mostrar, en 2017, el proyecto Hambre, miseria y orden, al igual que en 2020 volví con Logo (en el espacio de la Caja Negra del Rectorado). Fueron dos experiencias enriquecedoras, y el trato y la organización por parte del personal encargado de la gestión fue realmente muy profesional, por ello no dudo en presentar mis nuevos trabajos cuando tengo oportunidad.
El título de esta exposición es la traducción del concepto ‘zeitgeist’, ¿qué le atrapó de esta idea? ¿Por qué le resultó tan atractiva?
Desde el punto de vista conceptual son dos los elementos en los cuales se sustenta el proyecto: uno es, como bien mencionas, el término ‘zeitgeist’, y el otro es el concepto de ‘dasein’. El primero de ellos está asociado a la figura de Hegel, y el segundo término es clave para entender al denostado y estigmatizado M. Heidegger. La traducción al español del término ‘zeitgeist’ sería como ‘el espíritu de la época’, ‘el espíritu del momento’. Fue cuando, descubriendo el término, entendí que parte de mi trayectoria artística y la mayor parte de mis trabajos hablaban de eso, de reflejar el espíritu de la época, de dar mi versión o una interpretación de la sociedad en la que convivimos; pero no una versión benevolente ni condescendiente, sino al contrario, con sarcasmo e ironía. Y, por tanto, con este proyecto pretendía depurar más la idea, ceñirlo y matizarlo con más ahínco, fundamentalmente porque decidí adquirir cierta empatía con el sujeto o destinatario del trabajo, siendo consciente de que el sistema puede llegar a doblegarte por más que tu comportamiento sea reaccionario y rebelde.
Partiendo de esta base, cabe preguntar: ¿se puede entender el arte sin tener en cuenta el contexto en el que es creado?
Yo puedo decir abiertamente en relación a mis proyectos que sí, pero es cierto que si hablamos del arte del siglo XX… Quiero decir, se deben tener algunas nociones históricas y estéticas para poder comprender ciertos movimiento y a determinados artistas, porque el arte se analiza desde el punto de vista histórico, científico y fenomenológico, y ahí es donde reside la fractura que hay entre el arte y la sociedad. Precisamente por ello yo siempre he tenido la obsesión, con mi obra, de no interponer una barrera entre mi trabajo y el espectador, básicamente porque el objeto de destino es el propio espectador: me dirijo a él, él es un activo importante; porque es inspirador del concepto de mis proyectos, debo de ser lo más explícito posible para que no haya interferencias y el mensaje cale.
«Creo en el artista como en una suerte de cronista de una sociedad velada y manipulada»¿Cómo interviene el contexto que le rodea en su proceso creativo? ¿Cómo permea en sus obras lo que ocurre a su alrededor?
El ejercicio de la mirada y la observación es algo inmanente en el creativo, porque se nutre de lo que observa y debe de tener la cualidad de ser analítico. En mi caso, yo siempre he sido una persona muy observadora, y he tenido y tengo un sentido crítico hacia cualquier vicisitud en torno a mí: me cuestiono cualquier circunstancia que esté fuera de todo lo racional. La idea de una sociedad alienada me ha servido siempre como inspiración, porque los automatismos y patrones del comportamiento que tiene el ser humano definen el estereotipo de sociedad en la que vivimos. Por eso mi trabajo es una descarada manifestación y crítica a ese clima y entorno que nos puede llegar a someter y condicionar, por eso manifiesto en muchas ocasiones que el artista o el creativo tiene la obligación moral de transmitir desde su prisma lo que ocurre en la sociedad, y más con el agravante de pertenecer a una que sufre un estado de estupor emocional y psíquico.
Algunos de los juegos de imágenes de sus obras recuerdan a Chema Madoz. Además del contexto social, ¿qué artistas o figuras le influyen?
Es evidente que hay artistas (y no solo Chema Madoz, sino también Joan Brossa y Jacques Carelman con sus ‘objetos imposibles’) que tienen una notoria influencia en mi trabajo, condicionado por ese juego del arte, por la poesía visual, por la asociación, retoque y disección de objetos cotidianos. Pero hay otra serie de artistas de mi gusto que intervienen en mi proceso creativo, y no de una forma directa y latente, sino más bien como una especie de ‘aura’: artistas como Francis Bacon, con su vehemencia sobre lo carnal; Cy Twombly, por su espiritualidad y lirismo; Gustavo Torner, por la solemnidad y pulcritud de su obra; Cindy Sherman, por su transformismo, o el propio Caravaggio, con ese carácter tan violento e insolente. Son cualidades muy recurrentes para modelar lo que en última instancia quieres transmitir en tus obras.
Antes mencionaba el término ‘dasein’, que es ‘estar aquí’. ¿Cómo se traslada eso a su obra?
El concepto viene de la célebre obra de Heidegger Ser y tiempo (1927), una obra densa y de una singular complejidad en la que se aborda la situación del ser y un espacio temporal, y donde el contexto es algo incidente en el comportamiento del propio ser; fundamentalmente dependiendo del ámbito temporal donde nos desarrollemos así estaremos de condicionados. Así, el ‘dasein’ sería nuestra época de las nuevas tecnologías, de la digitalización, de la polarización social… y ‘zeitgeist’ sería la tendencia del momento: los reels, TikTok, YouTube Shorts o la estupidez de la piña del Mercadona, donde se manifiesta groseramente lo hueca que es nuestra sociedad.
Y, para plasmar todo eso, según apunta, adoptó el papel de lo que Walter Benjamin denominó ‘pasante-testigo’, es decir, ser cronista del pasar de las cosas. ¿Por eso esta mezcla de técnicas que linda con el concepto de collage, de yuxtaponer y entrelazar elementos?
El concepto de ‘flâneur’ siempre fue un término que me suscitó interés. Ya sabes, ese personaje que definía Baudelaire como un paseante errático que se mezcla con la muchedumbre y observador de la ciudad de la modernidad. Benjamin lo catalogaba, efectivamente, como un ‘paseante-testigo’, un sujeto que desde la distancia y dentro de un ejercicio analítico percibe las mutaciones y variaciones que sufre la sociedad. Esa idea de que el artista desempeñe las tareas de un cronista de una sociedad velada y manipulada es el razonamiento para consolidar el argumento conceptual del proyecto; por consiguiente, desde el punto de vista plástico hay cierta analogía con la idea de la manipulación y yuxtaposición de las imágenes, para así constituir escenarios fuera de toda lógica y de carácter ilusorio.
¿Qué papel ha querido que jueguen los espectadores ante estas obras que retratan la sociedad del presente?
Los espectadores son el activo más importante. Antes le decía que tengo como máxima no interponer una barrera entre lo que quiero representar y el espectador, por eso mis mensajes son abiertamente claros y explícitos. Quiero suscitar su interés, y no desde el punto de vista satírico, sino que lo que quiero es que la obra sea capaz de generarle una inquietud y una incertidumbre, que le obligue a cuestionarse escenarios que habitualmente no se cuestiona, y que la obra sirva de herramienta para despertar de la somnolencia en la que la sociedad está acomodada de forma permanente y, por momentos, irreversible.