Nada más entrar en este libro, que tiene muy contados sus puntos y apartes, da la impresión de que nada de lo que viene puede abandonarse, por muy dificultosa o arriscada que se piense que puede ser su lectura. De pronto es como si el lector estuviera, a la vez que lee, escribiendo él mismo el libro de Guillermo Arriaga ‘Extrañas’.
Así ocurre con la respiración de leer: te acompaña como si tú mismo lo hubieras querido escribir, y así hasta el aliento final, que es impresionante. Ese final, que aquí ni se va a enunciar, es de los episodios más importantes del libro; saltar las páginas para comprobarlo sería desestimar el enorme valor de la novela, una obra maestra de la prosa contemporánea en español.
Su autor ya ha demostrado el carácter insólito de sus ficciones, en cine (sus guiones para las películas ‘Amores perros’, ’21 gramos’) y en la literatura propiamente dicha (‘Salvar el fuego’, premio Alfaguara 2020, ‘El salvaje’). Este ‘Extrañas’ (Alfaguara también) que ha venido a presentar en España, desde México, donde nació hace ahora 65 años su autor, es, además de todo lo que queda dicho sobre su impacto en el lector, una suma a favor de la ciencia y la medicina en un tiempo, el siglo XVIII, cuando los contrarios al progreso, los negacionistas de la ciencia, consideraban a un médico como un servidor doméstico. Pero si adelantamos algo del libro es porque así lo mandan las entradillas. Resumir esta obra es hacerle un favor a la pereza, y eso en absoluto puede hacerse con relación a esta impresionante literatura que es ‘Extrañas’.
Lo entrevistamos en Madrid justo el día en que cumplía años, 65. Habla quedo, se acaricia al hacerlo su barba madura, su pelo decreciente, y mira como si estuviera a punto de coger un lápiz para subrayar asuntos que un día serán otras novelas. No es un hombre dicharachero, así que oírle hablar es como seguir leyéndolo una vez que terminamos de leer ‘Extrañas’, un libro en el que la extrañeza abarca los siglos en que las personas, aun hoy, son tratadas como animales y aun peor.
P. Leyendo este libro da la sensación de que el lector participa en la escritura.
R. A mí me pasa lo contrario: siento que escribo como si estuviera leyendo. Como no sé a dónde voy y no tengo idea de qué estoy escribiendo y qué tipo de personajes van a salir, pues escribo como lector. Pero me gusta tu apreciación. Ojalá más lectores sientan eso. Lo que yo quería era tratar de reproducir el siglo XVIII, encontrar una cadencia distinta a la literatura contemporánea. Fíjate que tuve que llevar la puntación al exceso porque una vez que descubrí lo que las comas estaban significando supe que era necesaria una respiración distinta.
P. Pero para conseguir ese ritmo hace falta una mente musical, ¿no?
R. Yo siempre he sido un obseso del ritmo. Pero en la novela, más que una música, lo que hay que crear es una respiración. Antes lo intenté con el punto y seguido, pero en esta novela quería que el ritmo se alargara y se alargara. Ahora que hicieron el audiolibro, el actor Javier Poza me dijo: «¡no sabes lo que fue leer eso sin grandes pausas!» [risas]. Se le acaba el aire al pobre.
P. Pero eso ocurre también cuando nadas.
R. Sí. Pero aquí lo que quiero es que a partir de las dos primeras páginas, el lector se meta de lleno en la historia. Que empiece a nadar y, de pronto, sienta que ya está cruzando el Canal de la Mancha.
P. ¿Cómo surgió el personaje de William Burton [el aspirante a médico que proviene de una familia de la alta nobleza irlandesa]?
R. Es que yo vengo de un mundo contrario al de él. Yo vengo de la cultura del esfuerzo, de una clase media baja, que luego se superó, pero siempre con esfuerzos. Para Burton, la clase social es una especie de cárcel, porque su origen aristocrático siempre va en su contra.
«Yo me imagino que la aristocracia es un corsé muy difícil de llevar. Porque ahí la autoridad y el linaje pesan mucho. O eso me imagino» P. La novela va sobre la autoridad. El padre y la madre someten de la misma manera a Burton.
R. Sí. He pensado en eso recientemente, a raíz del libro del príncipe Harry [el hijo de la princesa Diana de Gales], un muchacho cansado del modelo de la realeza y de lo que se espera de él, que explota y se revela ante todo eso. Así que yo me imagino que la aristocracia es un corsé muy difícil de llevar. Porque ahí la autoridad y el linaje pesan mucho. O eso me imagino.
P. Pero a nivel social también pasa eso. Españoles y mexicanos, por ejemplo, venimos de ser siervos.
R. Yo crecí en una familia muy liberal, sin el sentido típico de autoridad. En ese sentido, soy completamente ajeno a eso, pero siento que es algo que como escritor tengo que entender. Porque sí, como dices, muchos vienen o siguen en ese contexto.
P. La aristocracia sigue siendo parte de esta vida.
R. A mí me cuesta entender eso. Pero es verdad: eso sigue. Es algo rancio, pero sigue. Es como aquí la monarquía. ¡Qué difícil es entender que continué aquí la monarquía! Yo no lo comprendo. A lo mejor tú que eres español me lo puedes explicar. No sé qué función tiene algo así en el mundo de hoy.
P. Lo que sí reivindica en este libro es la ciencia.
R. Sí. Lo que he querido es contar lo mejor posible la historia. Carezco de la sofisticación para ser científico, pero quise echar mano de la ciencia para contar mejor esta historia. Yo he tenido amigos con discapacidad, dirigí documentales con discapacidad, en las zonas rurales donde voy de cacería me he encontrado con la discapacidad y también usé ese tipo de vivencias para hacer esta novela.
P. ¿Cómo nació esta novela?
R. De la nada. Iba por la carretera y me llegó la idea. Bueno, yo había visto un vídeo de las extrañas reales y yo creo que se me quedó en el inconsciente y un día, hablando con mi amigo Sergio Avilés, que también es novelista, dije que iba a hacer algo con eso. Quería situar la historia en Mongolia, en el año 900, para ver cómo eran las extrañas en un periodo de guerra. Luego en el 1400 en Noruega, luego en 1781 en Inglaterra y luego en el México contemporáneo. Ese era el plan inicial. Pero luego la etapa inglesa fue la que se apoderó de mí y salió esto que se ha publicado.
«¿Un gran científico es, necesariamente, un ser racional? ¿O un aventurero y romántico? Sin riesgo y aventura no habría habido avances» P. ¿Cómo ve las dificultades que tenían esas personas para luchar contra la barbarie que las expulsaba de la sociedad e incluso de la vida?
R. El siglo XVIII es un siglo de aventuras. Es un siglo muy romántico, ¿no? Los científicos eran unos aventureros. Sus ideas disparatadas permitieron que la ciencia avanzara. Uno de los científicos que aparece aquí, por ejemplo, se inocula de gonorrea y de sífilis para ver qué pasaba. Luego empezó a hacer trasplantes de dientes: se los quitaba a los cadáveres y se los ponía a las personas. Finalmente, da su cuerpo a la ciencia y dice: cuando me muera me hacen una autopsia y determinan qué fue exactamente lo que me mató. Entonces: ¿un gran científico es, necesariamente, un ser racional? ¿O un aventurero y romántico? Sin riesgo y aventura no habría habido avances. También es verdad que debido a eso se cometieron muchas atrocidades.
P. Es que la ciencia es cercana a la poesía, se dice en algún momento de la novela.
R. Sí. El científico de esa época era, como te digo, un romántico y un aventurero. Las grandes batallas las ganan las mentes poéticas, ¿no? A través del salto a la imaginación, de la intuición, y no tanto de la lógica, se han dado muchas victorias. Hay una frase de Einstein que dice: “la imaginación es más importante que el conocimiento.” Pue sí, estoy de acuerdo. Para llegar al conocimiento primero hay que hacer uso de la imaginación.
P. ¿Esta es una novela histórica?
R. No. Es una novela basada en un periodo histórico, pero no es una novela histórica. De hecho, lo aclaro al principio.
P. ¿Qué sentimiento tiene hacia las personas que sufrieron en ese siglo y en el de ahora?
R. Yo creo que la función de la novela es reflejar esencias. Ni siquiera un libro de historia va a reflejar lo que realmente sucedió. Una novela, menos. Pero una novela sí es capaz de reflejar la esencia de lo que pasó. O eso es lo que yo pienso. Más que el hecho histórico, lo que cuenta es el mito. Y el mito es la reelaboración del hecho histórico. Eso es lo que también hace la novela: la reinterpretación de lo que sucedió. Es recoger esencias, tomar el pulso de lo humano.
P. Las escenas donde se trata a personas como si fueran bestias no sólo es propia del siglo XVIII.
R. Así es. Desgraciadamente así es. Un compañero fue a hacer un documental a la sierra de Oaxaca y se encontró a un muchacho con parálisis cerebral amarrado entre las cabras. Vi esas imágenes y… quedé muy impresionado. Hace poco, mi cuñada me contó que en su pueblo una familia tiene a un muchacho también con parálisis cerebral amarrado y encerrado en un cuarto oscuro y que jamás lo han sacado de ahí. De que sucede, sucede. No es así en todas las regiones de México o del mundo, pero hay algunos casos.
P. ¿Qué fue lo que le sorprendió más de lo que cuenta aquí?
R. El maltrato, la humillación al que es diferente. La negación del otro. Pero eso pasa hasta con los pájaros. De pronto sus criaturas nacen más pequeñas o deformes y… la madre las abandona o, de plano, las asesina. Es como si existiera biológicamente un rechazo al diferente. Pero se supone que los seres humanos somos capaces de tener empatía hacia ellos.
«Como yo crecí en un hogar no religioso, he tratado de entender a los que creen. Pero, en algún momento, hasta el más creyente cuestiona a Dios» P. En este libro Dios no existe, ¿verdad?
R. Como yo crecí en un hogar no religioso, he tratado de entender a los que creen. Pero, en algún momento, hasta el más creyente cuestiona a Dios, ¿no? Un padre creyente que tiene un hijo discapacitado… lo cuestiona. O por lo menos cuestiona los motivos que tuvo Dios para darle un hijo con alguna discapacidad.
P. Es un drama que usted cuenta también con ironía.
R. Sí, pero es algo que surgió así, de manera inconsciente. Te lo digo otra vez: mi único interés es contar la historia lo mejor posible. Creo que todo tiene que ver con el estado de ánimo con el que uno escriba, con el momento de la vida. Mi madre murió cuando estaba escribiendo esta novela y yo creo que algo de ese dolor está aquí. Dolor, pero también la cura de ese dolor. Uno escribe para aliviarse, entre otras cosas. El arte rasga, lastima, pero también te da la guía para sanar una herida.
P. ¿Dónde está usted en esta novela?
R. En todos los personajes. En el que se dedica a sus hijos, en el que quiere ir a por todas sin que nadie le detenga, en el que acepta a la persona que ama tal y como es, en el que está jodido pero contento. Todos los personajes tienen algo mío o algo que ellos me dan a mí.
P. ¿Un libro puede cambiar la manera de ser y estar de un escritor?
R. Creo que no. Por lo menos en mi caso no es así. Porque los escritores creamos los libros en distintas etapas de la vida. Este es el libro que me habitó mientras lo escribía. Igual que los otros. Cada libro me habita mientras lo escribo y luego pasa a ser de los demás, de los lectores.
P. ¿Cómo salió de esa última parte del libro, que es tan dramática?
R. Esa parte la escribí con una gran tensión emocional, hasta se me iba la respiración. Así durante las últimas 60 páginas y… espero que así sean leídas.