A los nonagenarios se les suponen resueltos los principales asuntos vitales pero el Dalai Lama desvelará esta semana su decisión más relevante desde que escapó del Tíbet en 1959 disfrazado con un uniforme militar chino. Su sucesión trasciende la religión y se adentra en la geopolítica, con el mundo pendiente de lo que esta semana diga en su exilio indio de Dhramsalá.
Sobre la cuestión de su reencarnación había emplazado a sus fieles hasta cumplir los 90 años y eso ocurrirá el domingo. Las conferencias religiosas de tres días que hoy empiezan, con la presencia de un centenar de líderes del budismo tibetano, son el momento propicio. La tradición sienta que muera el Dalai Lama para que los monjes consulten a oráculos y peinen los altiplanos tibetanos en busca de un niño con las cualidades requeridas. Así ocurrió con él.
El decimocuarto Dalai Lama había nacido como Lhamo Dhondup en una familia campesina de lo que ahora es la provincia china de Qinghai y a los dos años fue ungido como la reencarnación del decimotercero. Contribuyó la visión revelada por un viejo monje y que el niño respondiera “es mío” cuando le mostraron pertenencias del anterior. Cinco años después fue trasladado al Palacio de Potala.
Recelos de ChinaAhora conviene adelantar la faena porque China también reclama la decisión. El Dalai Lama es un “lobo vestido de monje” y un separatista que no representa al Tibet ni a sus gentes, sostiene Pekín, que prohíbe sus fotografías y culto. Sólo negociará con él si admite que Taiwán y el Tíbet pertenecen a China y nunca ha parecido entusiasmado con la idea. Para China es una cuestión de control. Con un sucesor obediente neutralizaría las corrientes separatistas y le daría a su autoridad un barniz espiritual. Reclama como vigente el ritual instaurado durante la dinastía Qing, a finales del siglo XVIII, en el que el elegido salía de los nombres de los candidatos depositados en una urna dorada.
El Dalai Lama ha intentado evitar la apropiación china por todos los medios. Años atrás adelantó que quizá no se reencarne y la figura muera. Recientemente, en su libro ‘La voz de los que carecen de voz’, sentó que el próximo nacerá “en el mundo libre” o, en otras palabras, fuera de China. En el recuerdo está el Panchen Lama, la segunda autoridad religiosa tibetana. Pekín detuvo al niño elegido por el Dalai Lama y ha publicitado a su sustituto, más conocido como el lama rojo o comunista.
El Dalai Lama planea vivir 110 años y no se le conocen más achaques que una rodilla operada pero a los 140.000 tibetanos de la diáspora les gustaría que su sucesión se resolviera pronto. En su discurso de hoy ha adelantado que estos días habrá “algún esbozo sobre la continuación de la institución de los Dalai Lamas”. Para la portavoz del Parlamento tibetano en el exilio, Dolma Tsering Teykhang, es relevante que el mundo escuche al Dalai Lama cuando Pekín “intenta vilipendiarlo cada vez que puede”. “Queremos que nazca su reencarnación no sólo para que sobreviva la cultura, religión y nación tibetana, sino también por el bienestar de toda la humanidad”, ha añadido.
Asunto geopolíticoEl conflicto concita la atención global. India insiste en su neutralidad pero acoge al grueso del exilio tibetano y le colma de beneficios sociales y laborales que no disfrutan otros refugiados. El Dalai Lama, además, es un poderoso argumento negociador en sus variados pleitos con China. También los comunicados y las acciones sugieren que la Unión Europea defiende que la comunidad tibetana elija a su sucesor.
Más rotunda es Estados Unidos, habituada a explotar cualquier problema étnico o territorial chino, ya sea en Tibet, Xinjiang o Taiwán. El Acta de Apoyo y Política sobre Tíbet, aprobada cinco años atrás, contempla sanciones al Gobierno chino y a cualquiera de sus funcionarios que interfieran en la sucesión por entenderlo como una violación a la libertad religiosa.
Suscríbete para seguir leyendo