«La vergüenza tiene que cambiar de bando», dijo Gisèle Pelicot frente al Tribunal de Aviñón la primera semana de juicio. Fue en ese momento, cuando quedó claro que este proceso, más allá del horror que había vivido esa mujer de 73 años, iba a ser histórico.
Gisèle logró visibilizar la violencia machista desde otro punto de vista. Con la cabeza alta y una potente voz, sin bajar la mirada, ni siquiera cuando los abogados de los acusados pidieron difundir los vídeos de las violaciones. A diferencia de sus agresores, ella jamás bajó los ojos de esas pantallas.
En cada audiencia y cada palabra, Gisèle recordaba su propósito de celebrar el juicio a puerta abierta, para que todo el mundo fuese testigo del horror que vivió durante 10 años y se pusiera cara a sus agresores, quienes desde el primer día de las sesiones escondieron su rostro bajo mascarillas, gafas de sol o bufandas ante la vergüenza de lo que hicieron. “Cuando abrí las puertas de este juicio el 2 de septiembre, quise que la sociedad pudiera captar los debates que en él tenían lugar. Nunca me he arrepentido de aquella decisión, de mostrar mi cara. Ahora confío en nuestra capacidad para aprender colectivamente en un futuro en el que todos, mujeres y hombres por igual, puedan vivir en armonía, con respeto y comprensión mutuos”, ha afirmado tras conocerse la sentencia final.
Un propósito en esta vida“Siempre me he preguntado cuál era mi propósito en la vida, a qué vine a este mundo, y ahora pienso que quizás fue para esto. Para luchar y cambiar las cosas”, ha contado Gisèle.
A pesar de dar una imagen de fortaleza, son varias las veces que la llamada “heroína de Mazan” ha afirmado sentirse “fatigada” y “abatida”. No es para menos: ha escuchado declarar a los 51 hombres que durante años la violaron sin pudor afirmando que “su marido les dio el consentimiento” o que “si hubieran querido violar a una mujer no sería a una señora de 63 años”.
Aun así, Gisèle se ha mostrado libre de odio y ha asegurado que “no todos los hombres habrían actuado de la misma manera”. También ha querido tener palabras para las madres, hijas o esposas de sus agresores: “A estas mujeres, estas madres, estas hermanas, que testifican en el tribunal y afirman que su hijo, su hermano, su padre, su marido era un hombre excepcional. Yo tenía lo mismo en casa. El violador no es el que te encuentras en un parking a altas horas de la noche, también puede estar en la familia, entre amigos”.
«Que todas las víctimas sepan que compartimos la misma lucha»Este jueves, tras oír la sentencia, ha vuelto a dar prueba de su serenidad: “Este juicio ha sido una prueba muy difícil. Y en este momento, pienso ante todo en mis tres hijos, pero también en mis nietos, porque son el futuro, y también por ellos he librado esta batalla. Pienso también en todas las demás familias afectadas por esta tragedia. También pienso en las víctimas no reconocidas, cuyas historias a menudo permanecen en la sombra. Quiero que sepan que compartimos la misma lucha”.
Al ser preguntada sobre el veredicto emitido minutos antes, Gisèle se ha mostrado prudente: “Respeto al tribunal y la decisión del veredicto”. Sin embargo, tanto dentro como fuera del tribunal pesaba un ambiente de decepción. El ánimo general basculaba entre quienes creían que la justicia francesa no había estado a la altura y quienes entendían que el juicio va de algo más que de años de cárcel y que este jueves se ha puesto una semilla que con el tiempo crecerá y dará paso a nuevas leyes y nuevos derechos para las mujeres.