A nadie amarga un dulce. Y aunque es verdad que cualquier cosa que lleve azúcar no puede considerarse saludable, también es cierto que no se puede demonizar darse un capricho de ver en cuando. Eso sí, siempre es mejor optar por un postre casero que rendirse a la bollería industrial.
Los ‘cocinillas’ no suelen tener problema en pasarse un buen rato en la cocina, pero a veces, a la hora de pensar el colofón de una buena comida, se suele recurrir a los clásicos: una tarta de queso, un flan de huevo, un bizcocho o un brownie. Los que se sientan creativos y quieran impresionar a su familia o a sus invitados pueden arriesgarse y recurrir a unas natillas de café.
Lo bueno de esta receta es que admite muchas variantes: el café puede ser descafeinado, para que también puedan disfrutar de ellas los más pequeños de la casa; los más golosos pueden subir un poco la cantidad de azúcar; y admite muchos ‘toppings’ más allá de una buena nata montada.
Si te ha convencido, coge papel y boli.
Un café. Shutterstock
Ingredientes Dos yemas de huevo Tres cucharadas de azúcar Una cucharada de maizena 400 mililitros de leche 100 mililitros de café Nata para montar Preparación El primer paso es separar las claras de las yemas. Nos quedamos con las yemas y le añadimos el azúcar y la harina de maíz. Añadir la mitad de la leche poco a poco y batir enérgicamente hasta conseguir una pasta sin grumos. Entre tanto, hay que calentar en un cazo la otra mitad de la leche junto con el café con cuidado para que no se queme. Una vez hay roto a hervir, añadir poco a poco la mezcla de las yemas, el azúcar y la maizena con el resto de la leche. Remover continuamente hasta que rompa a hervir de nuevo y la crema comience a espesar. Separar en pequeños cuencos y dejar que enfríe durante al menos seis horas. A la hora de servir, decorar con un poco de nata montada.