El Sahel Occidental es la zona de mayor foco estratégico para España tras el Magreb y Ucrania. Es un avispero de movimientos yihadistas y delincuencia organizada. Esos grupos terroristas provocan matanzas y el desplazamiento de centenares de miles de personas. Muchas terminan emigrando hacia el norte, arriesgándose a perder la vida en viajes peligrosos para llegar a las cosas europeas a través de España, Italia o Grecia.
Esa zona de África, al sur del desierto del Sáhara, ha sufrido un incremento devastador de ataques terroristas contra civiles y militares. Hay filiales yihadistas de Al Qaeda y de Estado Islámico, especialmente en la zona de la triple frontera entre Malí, Níger y Burkina Faso. Hay una guerra abierta entre los ejércitos de cada uno de esos países, a los que les ayuda la ONU, la UE y la Unión Africana, pero también tropas rusas, regulares y mercenarias. Es un foco de tensión islamista comparable en muchos aspectos a lo que fueron Afganistán o Siria.
El asunto entró en la agenda pública en la pasada cumbre de la OTAN de Madrid. El Gobierno español puso todo su empeño en que la Alianza Atlántica incluyera al Sahel entre las amenazas listadas en el Concepto Estratégico, junto a Rusia, China, el cambio climático o el terrorismo internacional. Lo llaman el “flanco sur”, en oposición al “flanco este”, representado por Rusia y la invasión de Ucrania. Ahora se prefiere el término “vecindad sur” que elude la connotación bélica.
Pero aquello es, en algunas partes, una zona de guerra abierta. Especialmente en Malí, que está en el epicentro de un problema geopolítico mayor si cabe que la amenaza terrorista. Allí ha habido en los últimos años hasta dos golpes de Estado. La Junta militar que gobierna ahora se ha decantado por la ayuda sin ataduras que le proporcionan los grupos de mercenarios Wagner. Francia, antigua potencia colonial, emprendió una misión militar total para tratar de erradicar la lacra terrorista. Pero, sin el apoyo de Bamako (capital de República de Malí), decidió concluir su misión el pasado mes de agosto.
El balance de muertos es desolador. Más de 2.300 personas han muerto en ataques terroristas en el Sahel central en 2022. Y la situación está empeorando. “El número de víctimas de la violencia, incluidas mujeres y niños, crece. La amenaza de la expansión del terrorismo hacia los países costeros y del sur del oeste africano continúa”, se lee en el último informe de la organización de Naciones Unidas para esa zona, UNOWAS. Por primera vez, ha habido civiles objetivo de los ataques en Togo, y ha habido nuevos ataques en Benín de Estado Islámico en el Gran Sáhara, además de un ataque de Boko Haram en Ghana, dice el informe. A esta situación de alta tensión se ha unido el alza de los precios de alimentos y energía y los desastres relacionados con el clima.
En el Sahel central, todos luchan contra todos. En Malí y Burkina Faso, la filial de Al Qaeda en la región (el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes, JNIM) combate por la influencia con los terroristas de Estado Islámico en el Gran Sáhara, y pilla a las poblaciones en el fuego cruzado. En Malí, tras la salida de las fuerzas internacionales, los grupos continúan su avance hacia el este y ya tienen bajo su control grandes áreas fronterizas con Níger, según la ONU. Se han visto choques en Malí también entre los miembros de Estado Islámico en el Gran Sáhara y los de grupos extremistas tuareg (Al-Tawarig). En Nigeria, Boko Haram sigue siendo el grupo más poderoso, pero hay más milicias. Sólo en la segunda mitad de 2022 hubo más de 2.000 muertos en enfrentamientos; un cuarto de ellos, civiles.
A todo esto hay que sumarle la presencia rusa en la región. Mercenarios de la Wagner operan en Malí, Sudán, la República Centroafricana y Libia. Además de las acciones militares, los rusos se están haciendo un hueco como asesores estratégicos. Y ahí también chocan con la estrategia de España en particular y de la Unión Europea en general.
Petróleo en Nigeria España ha anunciado que va a reducir considerablemente el contingente militar desplegado en Malí. Las Fuerzas Armadas españolas tienen actualmente allí a 334 efectivos, como parte de la misión de formación de la Unión Europea (EUTM). Tras la salida de Alemania del país, el español es el contingente más elevado. La Ministra de Defensa, Margarita Robles, ha dicho que la inestabilidad generada por el aumento del tráfico ilegal, el avance del yihadismo y la presencia de Rusia, ya sea directamente con su Ejército o a través del grupo paramilitar Wagner, ha derivado en una «pérdida de influencia» de la UE en el país. Robles ha visitado Malí este 3 de marzo y ha expresado el apoyo a la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Mali (MINUSMA). En la actualidad está integrada por más de 11.700 efectivos militares y 1.744 efectivos policiales. España participa en la misión con un representante en el Cuartel General en misiones de enlace y cuatro agentes policiales.
España está también involucrada en la operación GAR-SI Sahel (Grupos de Acción Rápida y Vigilancia e Intervención en el Sahel), que ayuda a crear unidades policiales de las fuerzas de seguridad nigerinas para garantizar el control del territorio y la lucha contra el crimen organizado y el terrorismo.
En lo económico, el país más relevante de la zona para España es Nigeria. Es el primer exportador de petróleo de África y el primer proveedor para España, con 6.000 millones de euros anuales en barriles de oro negro, el 18% de lo importado. Sin embargo, no llega a cumplir sus cuotas dentro de los países exportadores de petróleo OPEC, en parte por la falta de inversión y desarrollo en las interconexiones. En este contexto, el pasado mes de enero, el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, y representantes de las principales petroleras españolas (Cepsa, Naturgy y Repsol) se reunieron con el Ministro de Petróleo en Abuja. Nigeria comenzó en junio el proceso de privatización del gigante energético nacional, de dónde pueden surgir oportunidades de inversión para las energéticas españolas. Nigeria también exporta a España el 14% del gas consumido anualmente.