Rara será la ocasión en la que verán a alguien en el andén de la estación de Sants retratándose junto a un AVE antes de entrar en el tren. Pero no es extraño que coincidan con una familia que se va de fin de semana o con un grupo de amigos camino de una despedida de soltero que, antes de entrar en el Ouigo, se hacen una foto mientras señalan el convoy. Van al mismo sitio, a Madrid; tardan lo mismo, y sus prestaciones, a pesar de que tienen diferencias, no son extremos siderales. Pero el tipo de usuario es peculiarmente distinto. Veamos.
Una familia se fotografía antes de subir al Ouigo con destino a Madrid, el martes. Ferran Nadeu
Cristina vive en Barcelona con sus tres hijos pero sus padres residen en Madrid. Es un buen ejemplo de lo que estamos contando. Cuando viaja por trabajo a la capital del Estado, cosa que sucede a menudo, en su empresa le cogen billetes del AVE. Pero cuando va con su familia, optan por las opciones más económicas. «Lo conviertes en un trámite y ya te da igual si es más cómodo o si el bar es mejor. Buscas solo precio, porque sabes que la puntualidad no la pierdes».
Siempre educados Puede aportar las dos experiencias, la del AVE, donde, dice, «es raro que alguien alce la voz», con la del AVLO el Ouigo, donde el ambiente «es mucho más distendido». «Quizás sea por el tipo de tren, un poco más elegante. Es como cuando vas a comer una hamburguesa o eliges un buen restaurante: te comportas siempre con educación, pero un poco distinto, en un lugar te sueltas más que en otro». Puede que la razón sea más mundana: en el AVE la hay mucha gente que va sola, mientras que en el resto, todavía más económicos, se estilan los grupos y las familias.
En el Iryo que el miércoles sale de Atocha poco después de las 11 horas, tres jóvenes británicos, dos chicos y una chica, cuentan que están de viaje por España y que han querido que la visita a Barcelona coincida con el partido del Barça contra el Manchester United. Su caso es el paradigma del neófito. Llegaron a este tren a través de buscadores, sin conocer ninguna de las cuatro alternativas: AVE, Iryo, Ouigo y AVLO. «Miramos el precio y los horarios, y este era el que nos iba mejor. Nos parecen mejores que los trenes de nuestro país», argumentan.
Pasajeros de un AVE matinal del pasado miércoles con destino a Madrid. CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
Miguel Ángel trabaja en un fondo de inversión. Una visita a Madrid semanal como mínimo. Siempre en AVE. Sostiene que es un hombre de tradiciones, de piñón fijo, que cuando una cosa le funciona no le gusta cambiar, y asegura que la diferencia de precio «no es tan alta como para que valga la pena la infidelidad. Dice que probó el Iryo; «por curiosidad». «Bien, cómodo, ninguna queja, pero no voy a cambiar porque creo que el AVE tiene más frecuencias y eso me asegura salir y llegar a las horas que mejor me van».
En cualquier caso, por la experiencia de amigos suyos que también son habituales del corredor Barcelona-Madrid, le consta que las otras tres alternativas también son una opción habitual. «Más el Iryo, que es lo más parecido al AVE». «Los que deben estar pasándolo mal son las compañías aéreas. Creo que ya no tiene demasiado sentido ir en avión si en dos horas y media te plantas de centro de la ciudad a centro de la ciudad y además puedes trabajar con wifi».
Un día en avión Repasa su lista de amigos y conocidos y no le viene ninguno a la cabeza que vaya de un lugar a otro en avión. En los últimos 10 años -lleva una década con este trajín- solo en una ocasión ha cogido el avión. «Fue el año pasado, y tenía una reunión en Alcobendas, que está al lado de Barajas», detalla.
Un Iryo, el pasado miércoles, pasando cerca del parque agrario del Baix Llobregat. Ferran Nadeu
En la memoria, las palabras de Javier Alonso, que en 2008 era director de Ventas de Iberia en España y explicó la intención de la compañía de «agilizar todavía más la facturación y el embarque». Era el mes de enero, y en abril Iberia ya había perdido el 20% del pasaje en favor del tren. En 2013, después de que Renfe rebaja los precios de la alta velocidad, la balanza se decantó por primera vez hacia el ferrocarril por lo que respecta al corredor Madrid-Barcelona.
La empresa manda En el AVLO que el jueves vuelve a Barcelona a mediodía, Magda apunta un detalle importante. Los que viajan por trabajo llevan en el bolsillo billetes comprados por la empresa. «Antes solo ibas en AVE porque no había alternativa, pero ahora nos encontramos con que tanto puede ser uno como otro. Los jefes no son tontos: no van a pagar el doble si se lo pueden ahorrar». Así las cosas, señala que ella prefería ir siempre en el AVE porque es el que más conoce «y el más tranquilo para ir avanzando trabajo», pero entiende «la política de contención de gasto». Qué duda cabe de que cada operador tendrá a sus equipos de ventas a la caza de grandes corporaciones para convertirse en su opción preferente.
Tras un viaje con cada tren, y sin que esta experiencia pueda convertirse en dogma de fe, da la sensación de que cada viajero termina usando la compañía que más se adapta tanto a sus necesidades como a su bolsillo. Los ejecutivos seguirán en el AVE y flirtearán con el Iryo y las familias y los jóvenes apostarán por el AVLO o Ouigo. Todos, sea por placer o por trabajo, saben que, salvo contadas excepciones, siempre llegarán a la hora prevista.