Lo que debía ser una jornada de celebración para el Partido Republicano de Estados Unidos tras recuperar en las legislativas de noviembre el control de la Cámara Baja se ha convertido en el primer día del nuevo Congreso en un espectáculo de caos, enfrentamiento y drama que ha subrayado las divisiones internas en la formación, que no son nuevas pero se han intensificado desde que llegó a su liderazgo Donald Trump.
El representante californiano Kevin McCarthy, nominado por los conservadores para ocupar el cargo de presidente de la Cámara de Representantes, no ha conseguido superar una rebelión de algunos de los miembros más radicales del partido contra su elección para ese cargo. 19 de los 222 congresistas republicanos no han votado por él, dejándole en 203 votos, lejos de los 218 votos que necesitaba. Y por primera vez en un siglo la selección del ‘speaker’ no se ha logrado en la primera votación.
El proceso ha entrado así en una nueva fase llena de complicaciones e incertidumbres pero también con una certeza: incluso si McCarthy acaba logrando la elección, una posibilidad no garantizada, será un líder debilitado. El Partido Republicano lanza un mensaje nada prometedor sobre su capacidad para unirse en la oposición a Joe Biden y los demócratas.
Las consecuencias son, además, prácticas: hasta que no haya un presidente de la Cámara esta no podrá tomar el juramento de los nuevos miembros y empezar el trabajo legislativo, de comités o en otras votaciones.
El peso del ala radical Los débiles resultados en las elecciones de noviembre, en las que los republicanos conquistaron 222 escaños frente a los 212 demócratas (hay un escaño vacante), dejaban a McCarthy poco margen para perder votos este martes. Durante un mes ha estado negociando, en los últimos días y horas de manera frenética. Y ha acabado haciendo importantes concesiones al ala de la extrema derecha, incluyendo cambiar las reglas para que solo cinco congresistas puedan iniciar una moción de censura contra el liderazgo o ampliar su presencia en los comités. Incluso así, los ultras quieren más, incluyendo poder iniciar el proceso contra el ‘speaker’ si lo plantea un solo congresista, y McCarthy no ha logrado su mayoría.
En la primera votación también aparecían los nombres del candidato demócrata Hakeem Jeffries (que ha logrado 212 votos, insuficientes pero más que McCarthy), así como el del congresista republicano Andy Biggs, que aunque no tenía ninguna opción podía restar votos cruciales a McCarthy. Otros republicanos han sumado votos de protesta contra él dando su voto a otros candidatos sin opciones. Y todo ha puesto bajo los focos la tensiones intestinas entre los conservadores.
Estas empezaron a radicalizarse desde el surgimiento del Tea Party tras la victoria de Barack Obama y la formación del Freedom Caucus, que ya consiguió en 2015 sacar del liderazgo en la Cámara a John Boehner y sustituirlo por Paul Ryan (frustrando el primer intento de McCarthy de llegar al cargo). Y son divisiones que el trumpismo ha cimentado en la formación, en la que se ha acrecentado el peso del extremismo y enraizado el enfrentamiento al aparato más tradicional (aunque ese aparato se entregó durante los años de presidencia de Trump a su liderazgo, algo que también hizo el propio McCarthy como líder de la minoría republicana en la Cámara).
Ánimos caldeados En una tensa reunión por la mañana a puerta cerrada antes de la votación los ánimos se han caldeado, exponiendo la tensión. Ha habido gritos, salidas de tono y hasta amenazas, según han revelado personas con conocimiento de ese encuentro. Y cuando McCarthy ha dicho “me he ganado el cargo” se ha llegado a oír como respuesta de algún o alguna congresista republicano radical: “gilipolleces”.
McCarthy ha prometido no cejar en su empeño y seguir sometiendo su nominación a votación, recordando que tiene el récord de discurso más largo en la Cámara y está dispuesto a tener también el de más votaciones (hasta ahora marcado en 1855, cuando hicieron falta 133 en dos meses). Además, ha cuestionado a “unos pocos individuos que quieren algo para sí mismos” y les ha acusado de poner sus intereses personales por delante de los del partido y del país.
Es la misma idea que han remarcado algunos de los muchos aliados que tiene en su bancada, que han cuestionado abiertamente a los colegas que han impedido la elección. El congresista Dan Crenshaw, por ejemplo, ha acusado a los más ultras de “estar buscando claramente notoriedad sobre los principios”. “Si eres un narcisista y crees que tú opinión es mucho más importante que la de todos los demás vas a seguir y romper el equipo para beneficio de los demócratas”, ha dicho. Mike Rogers, otro congresista conservador de Alabama, ha sugerido en la reunión matutina antes de la votación quitar a quienes se han opuesto a McCarthy sus asignaciones en comités. Y Kat Cammack, otra aliada del candidato a ‘speaker’, ha denunciado al “radical 2%” de la formación.
Los demócratas, mientras, han optado por básicamente acomodarse en un segundo plano para dejar que el caos y la disfuncionalidad de los republicanos queden expuestos por sí mismos. Y al presentar a su nominado para el liderazgo, el congresista neoyorquino Jeffries, que da el relevo a Nancy Pelosi al frente del partido en la Cámara Baja y tiene el respaldo unánime de la formación, el mensaje de contraste que ha dejado el congresista Pete Aguilar ha sido claro: “Los demócratas de la Cámara Baja estamos unidos”.
2024 El caos también ha exasperado a la presidenta del Comité Nacional Republicano, Ronna McDaniel, que en una aparición en Fox News ha denunciado que lo sucedido daña a sus perspectivas de recuperar la Casa Blanca en 2024. “Tenemos que arreglar esta presidencia de la Cámara y seguir adelante si queremos tener éxito en 2024 como un partido unificado”, ha declarado. “Esto ahora mismo ejemplifica exactamente lo que los demócratas quieren ver de nuestro partido”.