Una mañana de sábado cambió para siempre la historia de la Transición española. El 23 de mayo de 1981, cuando las agujas del reloj marcaban las 9:10 h, once hombres armados penetraron en el Banco Central de la Plaza de Catalunya, convirtiendo una jornada rutinaria en el episodio más desconcertante de la democracia naciente.
La institución financiera, ubicada en el corazón de Barcelona, albergaba en ese momento a 350 personas. Los asaltantes, equipados con armamento militar y explosivos, convirtieron inmediatamente el edificio en una fortaleza impenetrable. Sin embargo, aquello distaba mucho de ser un robo convencional.
Un fotograma de la sèrie ‘Asalto al Banco Central’ de Netflix / Netflix
La operación ocurría exactamente tres meses después del frustrado golpe de Tejero en el Congreso de los Diputados. Esta coincidencia temporal no era fortuita: los secuestradores depositaron en una cabina telefónica cercana un comunicado que reveló sus verdaderas intenciones. Exigían la libertad del teniente coronel Antonio Tejero y otros militares implicados en la intentona de febrero, amenazando con ejecutar rehenes si sus demandas no se cumplían.
El Gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo interpretó inicialmente la crisis como una extensión del movimiento golpista. La convicción de enfrentarse a insurrectos militares llevó a las autoridades a desplegar recursos extraordinarios, incluyendo al Grupo Especial de Operaciones que llegó desde Madrid en vuelo comercial.
Hovik Keuchkerian, María Pedraza y Miguel Herrán, en ‘Asalto al Banco Central’. / Manolo Pavón
Un tiroteo retransmitido en todo el paísDentro del banco-fortaleza, los cautivos vivieron momentos de terror absoluto. Presenciaron cómo los asaltantes amontonaron quinientos millones de pesetas en billetes, observaron disparos intimidatorios y asistieron a la búsqueda obsesiva de un enigmático maletín que supuestamente contenía documentación comprometedora del 23-F.
Juan José Martínez, conocido como «El Rubio», dirigía la operación con frialdad militar. Este delincuente de 25 años, con extenso historial criminal en España y Francia, mantuvo negociaciones directas con el presidente del Gobierno durante las interminables horas de asedio.
Juan José Martínez Gómez ‘El Rubio’ (c.), conversa con su novia (dcha.) y su madre (izda.), cerebro del atraco con rehenes del Banco Central de Barcelona / EFE / DOMENECH CASTELLO
La tensión alcanzó su clímax el domingo por la tarde. Un francotirador abatió a uno de los secuestradores en el tejado, desencadenando 140 minutos de tiroteo que fue retransmitido en directo por radio a todo el país. Los rehenes lograron romper la puerta principal y escapar en tropel bajo las balas, mientras los asaltantes intentaban huir camuflados entre ellos.
La realidad superó cualquier especulación: los autores no eran militares golpistas sino criminales comunes liderados por un anarquista. Esta revelación generó incredulidad generalizada y alimentó teorías conspirativas que persisten hoy. Las páginas desaparecidas del sumario judicial y las contradictorias declaraciones de «El Rubio» sobre un supuesto encargo ultraderechista mantienen abiertos múltiples interrogantes.
El impacto cultural de este suceso ha durado décadas. Después de una película fallida en 1983 y diversos documentales, Netflix ha recuperado la historia en «Asalto al Banco Central», una miniserie dirigida por Daniel Calparsoro que reúne a actores como Miguel Herrán y María Pedraza. Cuatro décadas después, el asalto al Banco Central permanece como testimonio de la fragilidad institucional de aquellos años y de los misterios que aún aguardan respuesta en los archivos de la Transición.
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