“Cuando llegábamos a los campos de concentración en esos trenes infectos para ganado, nos desnudaban, nos mordían sus perros, nos deslumbraban sus focos”, relató Enric Marco en la celebración del 60º aniversario del fin de la II Guerra Mundial, en un Congreso de los Diputados lleno de parlamentarios llorosos. Sucedió muy poco antes de que se descubriera que la dramática historia de crueldades y vejaciones sufridas en el campo de concentración de Flossenbürg que llevaba 30 años contando -años de conferencias y condecoraciones como la Cruz de Saint Jordi-, era completamente falsa. “Era un hombre que había nacido en el psiquiátrico de Sant Boi (Barcelona), que siendo un bebé le fue arrebatado a su madre y que a menudo creció sin tener a su padre al lado, completamente solo”, explica acerca de él Eduard Fernández, que le da vida en el biopic ‘Marco’ y que, en el proceso, ofrece una interpretación literalmente monumental. “Yo creo que a lo largo de toda su vida estuvo buscando un lugar en el mundo en el que sentirse querido”.
Recién presentada fuera de concurso en la Mostra, la nueva película de la pareja formada por los cineastas vascos Jon Garaño y Aitor Arregi contempla a Marco sobre todo durante las semanas previas al descubrimiento de su fraude, mientras permanece al frente de la asociación Amical de Mauthausen; es un hombre que ha llegado a creerse su propia mentira o, al menos, a convencerse de que con ella contribuye a que se entienda la magnitud histórica del Holocausto. “Yo lo he interpretado desde el respeto y el cariño más absolutos a su figura”, asegura el actor, que no llegó a conocer a Marco antes de su muerte en mayo de 2022, a los 101 años. “Y tanto yo mismo como los directores de la película sentíamos una enorme responsabilidad para con la familia de Enric, para con sus hijas en particular; era importante que la película transpirara fidelidad, honestidad, y verdad”.
La única parte verdadera de la mentira de Marco es que, en efecto, durante una parte de la Segunda Guerra Mundial él sí había estado en Alemania, aunque muy lejos de los campos de exterminio: viajó allí de forma voluntaria como mano de obra en virtud de un convenio laboral firmado entre Franco y Hitler. Su historia, pues, es reflejo del proceso de reinvención que muchos experimentaron al compás del paso del franquismo a la democracia, adaptando el relato de su historia personal al signo de los nuevos tiempos, “aunque es verdad que estamos en 2024 y hay muchos franquistas en España que no tienen ningún problema en identificarse públicamente como tales”, lamenta Fernández.
El intérprete reconoce la relevancia de una historia como la de Marco en un presente en el que imperan la posverdad y las ‘fake news’ y en el que, parafraseando algo que su personaje afirma en la película, importa menos quién dice algo que cómo lo dice. “La situación en la que se encuentra el discurso público es alarmante, porque se ha producido una banalización de los hechos. El respeto a la verdad ha sucumbido a los intereses propagandísticos y promocionales, y por eso creo que la historia de Marco tiene mucho que decir acerca del mundo en el que vivimos”.