Partiendo de la base de que, a día de hoy, Morante de la Puebla es insustituible, el reemplazo por parte de Daniel Luque no había caído mal. Viendo los carteles presentados por la empresa Lances de Futuro, era la ausencia más llamativa, y de algún modo se enmendaba esta situación.
Ya en su primero quiso mostrar sus intenciones con destellos de arte con el percal, y brindando al respetable. Antes, el viento había puesto en aprietos a Juan Ortega en el quite. Por si había dudas de quien mandaba en el ruedo, le aplicó un comienzo de faena por bajo, para empezar a torear al natural. Paradógicamente, era ese pitón izquierdo por el que había hecho cosas peores, pero lograba desengañarlo a pesar de las rachas de poniente. En los medios, donde más soplaba, terminó el trasteo el sevillano en una actuación firme y comprometida con las luquesinas que se han convertido en sello propio. Se tiró a matar con contundencia, eliminando cualquier duda posible sobre la justa concesión de una oreja.
Juan Ortega, en La Malagueta. / Álex Zea
Quite por chicuelinasPero lo mejor estaba por venir. El segundo de Luque cantó en un quite por chicuelinas de Juan Ortega que quería que se le hicieran todas las cosas despacito. Lástima que al animal, con su poco empuje, le faltaba un último tranco para poder desenmuñecarlo atrás. No había otra que meterse entre los pitones, con toda la verdad del mundo, para arrancarle los muletazos con determinación. Con las zapatillas muy asentadas, poniéndole el pecho donde el astado tenía los pitones, le fue robando naturales de auténtico mérito. Se inventó un faenón ante un toro que no valía un duro. Suya fue la raza que no tenía el de El Puerto, sobreponiéndose con un hambre de triunfo bárbaro. El silencio era total cuando se perfilaba a matar, sabedor todo el mundo que estaba en la plaza que la puerta grande estaba en juego. Enterró la empuñadura en el morrillo del burel y los pañuelos hicieron su trabajo. Salió del banquillo y terminó a hombros.
Una verónica. Con eso tiene suficiente Juan Ortega para que retumbe La Malagueta. Con las dificultades que tuvo la tarde para el manejo de los capotes, por las condiciones meteorológicas y las propias de los astados, sació en parte las ganas de verle. El inicio de faena por ayudados fue exquisito, y aunque el de La Ventaba del Puerto pastueño animal no le facilitó ligar las tandas, sí que se tragó sobre todo por los adentros muletazos con el empaque del trianero. Paró el tiempo y el viento en derechazos templadísimos, siempre desde el tercio. No sonó la música, ni falta que hacía, porque los olés de la afición fue la mejor banda sonora que podía tener una obra para paladares exquisitos. La parsimoniosa faena recibió un aviso antes de entrar a matar, que fue lo único que hizo rápido el torero antes de pasear una oreja.
Momento de una de las faenas de Talavante. / Álex Zea
Rodilla en tierraRecibía al que cerraba plaza con una rodilla en tierra, haciendo recordar a los más viejos del lugar al Maestro Antonio Ordóñez, y enseñando a los aficionados que se acercan a la fiesta lances cada vez más en desuso. La extrema flojedad del astado era respondida por las protestas con palmas de tango de los espectadores, cansados del paupérrimo juego de este encierro en particular, y de una feria que en general están salvando los toreros. Cuando Ortega intentaba gustarse en redondo, su oponente volvía a perder las manos, enfadando al respetable. Por muchas ganas que tuviera el torero de agradar a una plaza donde cuenta con numerosos partidarios (por la mañana había tenido un encuentro con su nueva Peña Taurina Infantil), las circunstancias invitaban a abreviar.
No empezaba bien la corrida con el primero de El Puerto de San Lorenzo perdiendo las manos en el capote de Alejandro Talavante. Por si fuera poco, se partía la punta del pitón al rematar en un burladero y era devuelto a corrales. El sobrero, con el mismo hierro, salió muy suelto y haciendo caso omiso a los engaños que le presentaban. Pésimamente lidiado, el toro se hizo amo y señor del ruedo. Quiso someterlo el matador en un inicio de faena por bajo, corriendo el riesgo de que, como así sucedió, se rajara a las primeras de cambio. Lo razonable habría sido irse a por la espada, pero prolongó la deriva…
Fortes y Talavante muy atentos a la faena de Luque. / Álex Zea
Una barbaridadTranscurría la tarde sin noticias de Talavante. Una hora y cincuenta minutos después de que se iniciara el paseíllo, lo cual en los tiempos de una corrida de toros es una auténtica barbaridad, brindaba el extremeño al público malagueño ante el que tantas veces ha triunfado. Pero eso eran otros tiempos. El burel que tenía delante, dentro de la falta de clase y casta generalizada del encierro, sí que tenía más movilidad. Vulgar, tirando el toro siempre hacia fuera y con múltiples enganchones, basó la faena en molinetes y otros adornos a la galería. De toreo fundamental nada, y de templar las embestidas mejor ni hablamos… Y todo esto tirándose otros diez minutos más, y escuchando un aviso antes de entrar a matar. Palmitas de la siempre hospitalaria ciudad de Málaga.