Nicolás Maduro y el opositor Edmundo González Urrutia cerraron sus campañas electorales este viernes en Caracas, apenas separados por unos pocos kilómetros de distancia, convencidos en que son los dueños de la victoria en las urnas el próximo domingo. La avenida Bolívar, escenario tradicional de los rituales que tenían a Hugo Chávez como maestro de ceremonia, y luego de su sucesor, se abarrotó en el marco de lo que el madurismo llamó «la toma de Caracas». El Partido Socialista Unido (PSUV) puso toda su maquinaria en funcionamiento para dar una muestra de fuerza y confianza en los resultados.
«Derrotaremos al imperio, a la derecha radical extremista», aseguró Maduro en el estado de Zulia, 600 kilómetros de la capital, antes de clausurar en territorio caraqueño una actividad proselitista que contó con la omnipresente compañía de los medios de comunicación oficiales. El hombre que gobierna Venezuela desde 2013 anticipó en Zulia el contenido de su apelación final: «los patarucos (cobarde) de la oligarquía» nunca volverán al Palacio de Miraflores. «Tenemos el mejor gallo para ganar la pelea», cantó un grupo musical, y Maduro comenzó a bailar. «Vamos a hacer una ola, que se vea al mundo», pidió a «todos los que escuchan mi voz». El PSUV aseguró que el clima festivo de las calles es un anticipo de los resultados dominicales. Sus rivales, en cambio, se preparan para «gritar fraude».
Para Maduro, la sociedad enfrenta una alternativa de hierro. «¿Quieren en la presidencia un presidente débil, manipulable, sin energía, un títere, capitalista salvaje que privatice la educación, la salud y toda la economía, o quieren un presidente que sea del pueblo? No soy monigote de nadie. Solo obedezco a dos fuerzas, el poder de Dios creador y el segundo gran poder, el del pueblo humilde. Vecino, vecina, no te dejes engañar por falsas promesas».
Discurso a la naciónTambién dirigió un mensaje al país desde el Palacio de Miraflores. «Estamos en las mejores condiciones para dar un salto cualitativo en el porvenir». Maduro reiteró su libreto de campaña: el PSUV es el garante de la recuperación económica que ya tiene un indicio en el crecimiento del PIB previsto para este año, de más de cuatro puntos. Así como a fines de los años setenta Deng Xiaoping diseñó las «Cuatro grandes modernizaciones» para sacar a China del atraso, Maduro habló una vez más de las «siete grandes transformaciones» que permitirán desplegar «un modelo que ha nacido del ingenio» a pesar de «930 sanciones injustas y criminales» de Estados Unidos y la UE. Y como si ya hubiera ganado la contienda anunció medidas para el financiamiento de emprendimientos en 2025. «Soy el presidente de las emprendedoras y los emprendedores. Me la juego por ellos», dijo. Y también prometió construir tres millones de viviendas en seis años.
Edmundo González y Corina Machado. / MIGUEL GUTIÉRREZ / EFE
El mensaje opositor»Vamos a ganar y vamos a cobrar y confiamos en que nuestra Fuerza Armada haga respetar la voluntad de nuestro pueblo. Millones de venezolanos quieren un cambio», dijo en Caracas González Urrutia con una voz trémula. El exdiplomático no tiene el vigor de María Corina Machado, su gran respaldo. Machado recorrió el país en su nombre y también ha tomado la palabra con más vehemencia que antes este jueves. La dirigente derechista aseguró que se avecina «el cierre de un ciclo de miserias: que nunca más una mujer venezolana tenga que bajar la cabeza por una bolsa de comida. Es el cierre de un ciclo de división. Hay que avanzar en el reencuentro. Estamos listos».
La oposición, añadió, hará valer el domingo «los votos y las actas (electorales)». Gutiérrez Urrutia y Machado presentaron un breve documento titulado «El espíritu del 28 de julio». Según el candidato de la Plataforma de Unidad Democrática (PUD), la Constitución impulsada por Hugo Chávez en 1999, tan invocada por las partes en conflicto, es una «ley fundamental» cuyas normas «contienen los caminos jurídicos institucionales que debemos seguir para volver a la democracia y la libertad». El respeto a esos principios «será garantía de estabilidad y paz». Se recuerda en el texto que los Informes de la Misión Internacional Independiente de Verificación de hechos de las Naciones Unidas han descrito «la violación sistemática de derechos humanos que hemos sufrido durante años». González Urrutia y Machado se comprometieron, como si fueran caras de una misma moneda, «a promover mecanismos que nos permitan sanar y avanzar con respeto hacia la justicia y la paz». Por sobre todo, se remarcó que «después de este largo período de destrucción» se requiere que «todos los ciudadanos entendamos que la tarea es hoy, aquí y ahora, que hay que ponerse al servicio de la construcción del país que merecemos». El adjetivo indefinido, «todos» fue entendido de inmediato como un llamado a sectores del chavismo y el madurismo a pactar una transición sin incidentes la misma noche del 28 de julio.
Roces regionalesTanto el Gobierno como la oposición se sienten ganadores de antemano. Más allá de esas intuiciones, propias de las jergas electorales, es la primera vez que los adversarios de Maduro perciben que es verdaderamente posible un cambio de época. La advertencia de un «baño de sangre» hecha por el mandatario es leída como una muestra de nerviosismo ante un escenario que la PUD considera inexorable.
La invocación sangrienta de Maduro provocó reacciones en cadena en la región. Luiz Inacio Lula da Silva, reconoció haberse «asustado» por semejante predicción y recomendó a su colega venezolano aceptar el resultado, sea cual fuera. Maduro no respondió de la mejor manera a un líder que ha sido más que tolerante hacia el Palacio de Miraflores. Primero le sugirió tomarse un té de manzanilla para mitigar su «susto». Luego criticó el sistema electoral brasileño. «No auditan ni un solo registro». Brasil decidió no enviar observadores. Tampoco lo hará Colombia, el país que parecía ser el mejor aliado de Venezuela. Gustavo Petro ha expresado su frustración por la retórica guerrera. Su ministro de Exteriores, Luis Gilberto Murillo, recordó este jueves que Bogotá había recomendado «un acuerdo político y garantías electorales» que en el Palacio de Miraflores no se ha tenido en cuentas.
Las fricciones con el progresismo regional se extendieron hacia el sur. El expresidente argentino, Alberto Fernández denunció que Venezuela, de una manera «insólita» le retiró su condición de observador electoral después de que dijera públicamente el candidato que es derrotado debe aceptar el pronunciamiento popular. El presidente chileno, Gabriel Boric, se sumó a la controversia. «Concuerdo y respaldo las declaraciones de Lula: no se puede amenazar bajo ningún punto de vista con baños de sangre. Lo que reciben los mandatarios y los candidatos son baños de votos y esos baños de votos representan la soberanía popular».
Intervención llamativaLlamó poderosamente la atención a los analistas el último programa televisivo de Diosdado Cabello, el número dos del madurismo, antes de los comicios. «Siempre hay traidores, pero nosotros no vamos a traicionar a este pueblo. Cuando escuchen a alguien que comienza a tener un discurso raro, exquisito, para alejarse de la candela, ponerse por encima del bien y el mal, tengan cuidado. Los tibios son así, pero una revolución es ardiente, dinamismo constante». No faltaron aquellos que lo escucharon como una muestra de malestar por las declaraciones de Nicolás Maduro Guerra a ´El País`.»Si perdemos, entregamos y seremos oposición», dijo el hijo del presidente.